¿Se es corrupto porque el sistema lo pide?
La corrupción, junto con la violencia, son dos factores de importancia que afectan el desempeño democrático de la nación y que generan desconfianza en las instituciones públicas. Y es que para muchos poderosos políticos, su mejor negocio es robar a los más pobres. El sistema de justicia hondureño hace unos años que viene lidiando con una serie de casos en los cuales se han visto envueltos políticos o funcionarios públicos. Esto ha dejado en claro que en Honduras no siempre están involucradas en la comisión de delitos personas pertenecientes a los estratos sociales bajos. Ahora existe un fenómeno criminal donde las personas pertenecientes a los sectores más acomodados también comenten delitos. Nosotros no queremos acostumbrarnos a la corrupción; y aunque la situación en nuestra nación está así establecida, no queremos que esto vuelva a ocurrir. Afortunadamente hay un despertar social sobre este problema y cada vez vemos más personas, asociaciones y grupos de todo tipo que están tomando conciencia de su gravedad. León Tolstoi se encontró con estos problemas y pensando sobre todas estas cosas escribió en su libro Guerra y Paz: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. Él se dio cuenta de que si a un mal conductor le das un buen coche, continuamos teniendo un mal conductor y, además, pronto tendremos un mal coche. ¡Las soluciones no vendrán de los sistemas, sino de las personas! ¿Pero cómo vamos a conseguir ese cambio? ¿Cómo vamos a conseguir que los que tienen el poder no nos roben ni nos engañen ni nos mientan ni nos tomen por tontos…? A estas preguntas Platón respondió: con educación. “El objetivo de la educación es la virtud y despertar el deseo de convertirse en un buen ciudadano”. Se espera que las soluciones a estos temas sean constructivas y morales.