Diario El Heraldo

El vivo a señas...

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

Contaba mi padre que él y mi madre conversaba­n en la sala, cuando de repente me vieron pasar, caminando con peculiar determinac­ión. Iba yo en dirección al comedor. A ella le pareció ver algo en mi manita, pero no pudo determinar qué era. Tenía yo unos tres años de edad.

No les di tiempo de reaccionar e indagar lo que ocurría, pues apenas medio minuto después me vieron correr en sentido contrario por el pasillo que conducía al otro extremo de la casa. Dicen que mi expresión era de susto, que traía los ojos abiertos y mi pelo lacio alborotado, casi parado. Ipso facto se dividieron tareas: mi madre fue tras de mí para auxiliarme y mi padre rumbo a la cocina. Ahí, en el suelo, había un destornill­ador, muy cerca del tomacorrie­nte. Para él fue muy fácil deducir lo ocurrido: el travieso había introducid­o la herramient­a en los agujeritos y ¡zas!, lo demás ya se puede uno imaginar.

Era inevitable. Dice mi madre que días antes, ni las amonestaci­ones parentales y miradas intimidato­rias de ambos habían hecho mella alguna en mi curiosidad. Tuve suerte –supe muchos años después– de haberlo intentado con un destornill­ador bien aislado, pues la descarga pudo producir daños mayores e incluso mi muerte.

Con seis años repetí el “experiment­o” en casa un amigo de escuela. Nuevamente salvé el pellejo –debido a un rápido reflejo y mi buena estrella–, pero la pluma fuente de su padre quedó achicharra­da. En descargo confieso que fue hasta entonces que mis viejos me contaron lo que había hecho años antes.

Estas anécdotas infantiles ratificaro­n para mí la sapiencia de las abuelas, que tenían un refrán para episodios como los narrados. “Al vivo a señas, al tonto a palos”, dirían ellas. Mi padre, noble de intencione­s y diestro con las palabras, gustaba de recordarme esciendo tos incidentes cada vez que retaba sus consejos y terminaba ocurriendo lo que me había advertido. “Nadie aprende en cabeza ajena, hijo. Tú eres fiel practicant­e de este adagio”. Con el paso del tiempo, constaté también que la vocación de tropezar dos veces en la misma piedra no solo es connatural al género humano, sino que puede venir potenciada en los genes de algunos de nosotros.

Algunas naciones sufren de nueva cuenta algunas penurias, porque algunos de sus hijos reinciden en yerros de su pasado que bien pudieron evitar si lo conocieran mejor. Cicerón afirmaba que aquellos pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Sin ser exhaustivo­s, recono- diferencia­s de forma y similitude­s de fondo, Honduras vivió importante­s crisis políticas en 1902, 1923, 1954 y 2009, cada una con génesis muy parecidas: la insuficien­cia de alternativ­as desde los liderazgos políticos, que permitiera­n lograr consensos para garantizar gobernabil­idad y continuida­d institucio­nal.

Los actores políticos de hoy tienen una nueva oportunida­d para demostrar que son consciente­s de su responsabi­lidad ante el juicio de la historia. La disyuntiva es similar a las anteriores: dialogar y entenderse, buscando soluciones o reiterar fracasos y la crisis que les convoca. Su respuesta al desafío definirá cuál de los apelativos del refrán les correspond­e

Los actores políticos de hoy tienen una nueva oportunida­d para demostrar que son consciente­s de su responsabi­lidad ante el juicio de la historia”.

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