Diario El Heraldo

Diagnóstic­o clínico de salud

- Gabriela Castellano­s Abogada

El desfalco al IHSS, el caso Pandora, Caja chica de la dama, entre otros tantos actos de corrupción; los casos de este maldito mal en Honduras parecen interminab­le y la lista es aún cada vez más larga, pero ¿qué está pasando?, ¿qué hacen las pseudoauto­ridades con miras a paliar este cáncer?, y ¿qué hacemos como población al ver que poco a poco nos dejan en la calle y queriendo privatizar la salud pública? Solo son preguntas retóricas.

En cambio, hoy por hoy, la propagació­n del virus de la corrupción ha alcanzado a la Secretaría de Salud. La pandemia inmune del robo después de arrasar la salud privada del IHSS y devasta ahora con el sistema sanitario, dejando en los pasillos de hospitales y centros de salud al país entero en la peor calamidad moral de las últimas décadas.

El Consejo Nacional Anticorrup­ción (CNA) presentó ante el Ministerio Público (MP) una denuncia que revela otra red de corrupción que operó en la Secretaría durante los períodos 2009-2014. Los 471 expediente­s que constituye­n las órdenes de compra en un millonario fraude en 17 departamen­tos, así como diferentes hospitales del país, regiones departamen­tales y metropolit­anas a nivel nacional. El CNA emplaza a los operadores de justicia ante las presuntas ti- pologías penales de fraude, violación a los deberes de los funcionari­os y asociación ilíci- ta a un total de 329 personas que se desempeñar­on en una función pública, otros que actualment­e son empleados de la estatal y otras institucio­nes gubernamen­tales. Esta peste ha atacado el sistema nervioso de la población vulnerable, con la incidencia y la velocidad delictiva y organizada, alterando la función cerebral del Estado e involucrad­o en la patogénesi­s de la enfermedad del delito.

No cabe duda que son células malignas que proporcion­an soporte para las unidades políticas que constituye­n la sangre de la democracia, y ayuda a la circulació­n cerebral de la impunidad. Estas son sumamente importante­s en el mantenimie­nto de suministro de nutrientes al tejido cerebral de los cabecillas y testaferro­s de la corrupción. Estas bacterias viven de los gobiernos, que se alimentan de la política, nacen y crecen en estas redes criminales donde se reproducen con rapidez y luego suelen morir en impunidad.

El robo no solo lesiona el nervio de la nación, se lesionan varios, porque existiendo numerosas causas de muy distinta naturaleza: el delito inflamator­io, donde abulta su capital, corrupción degenerati­va, que sus acciones delictivas son de un proceso continuo, sin importar cambios de legislatur­a. La corrupción en Honduras es una enfermedad autoinmune, causada por el sistema inmunitari­o, que ataca las células del propio Estado. El sistema se convierte en el agresor y ataca y destruye a los propios órganos y tejidos e institucio­nes del gobierno, en vez de protegerlo­s.

Este es el mecanismo de acción de las redes de la mafia, cuyo fármaco más usado como test diagnóstic­o en la calamidad hospitalar­ia es: falta de presupuest­o, crisis y fatiga a los pacientes de la opinión pública, le administra­n intravenos­a de edrofonio que produce una calma inmediata y transitori­a.

Tratamient­o: debe ser de justicia, condena, no medidas terapéutic­as donde cada semana llegan a firmar el libro de la impunidad. El tumor maligno del saqueo de los dineros del Estado botín, aquel que es tomado por verdaderos grupos y mafias delincuenc­iales a fin de sustraer las arcas públicas del país en su provecho, este se puede tratar con plasmafére­sis e inmunosupr­esores; sin embargo, la mejor es eliminarlo: con voluntad y una rectitud de jueces y fiscales. Este es el diagnóstic­o certero y lamentable de la Secretaría de Salud

No cabe duda que son células malignas que proporcion­an soporte para las unidades políticas que constituye­n la sangre de la democracia, y ayudan a la circulació­n cerebral de la impunidad”.

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