Diario El Heraldo

Proteger el matrimonio es defender a la sociedad

- Juan Carlos Oyuela @jcoyuela

Alo largo del tiempo, existe un consenso universal de que el matrimonio es una institució­n natural, anterior al Estado. Interesa privilegia­r esta unión del hombre y la mujer por los beneficios que comporta tanto para los implicados como para su descendenc­ia. En casi todas las culturas, es visto como la única forma de fomentar vínculos heterosexu­ales, para toda la vida, que garantiza la adecuada crianza de los hijos. Lo anterior en un marco de una estabilida­d que garantiza los compromiso­s que este asumen ante la sociedad.

El matrimonio (del latín: matrimoniu­m) es una institució­n que crea un vínculo conyugal entre sus miembros. Este lazo es reconocido socialment­e, ya sea por medio de disposicio­nes jurídicas o por los usos y costumbres. El matrimonio establece entre los cónyuges -y en muchos casos también entre las familias de origen de estos- una serie de obligacion­es y derechos que también son fijados por el derecho, que varían, dependiend­o de cada sociedad. De igual manera, la unión matrimonia­l permite legitimar la filiación de los hijos procreados o adoptados de sus miembros, según las reglas del sistema de parentesco vigente. Custodiar el matrimonio es de interés para el Estado por cuanto es la ins- titución que es originador­a y educadora de los futuros ciudadanos.

No tengo nada contra los homosexual­es, merecen todo mi respeto como personas, pero la ciencia no hace más que comprobar una y otra vez que la unión de dos del mismo sexo carece de las cualidades esenciales para que a esta unión se llame matrimonio. Es más, en los veintidós países donde se dio el paso de equiparar a las uniones heterosexu­ales con las del mismo sexo los estudios no hacen más que remarcar de los efectos negativos en diferentes aspectos. La educación de los hijos es uno de ellos. El sociólogo estadounid­ense Paul Sullins realizó una encuesta a 512 niños con padres del mismo sexo, y los resultados de ese estudio fueron publicados en 2015. Los datos muestran que “los problemas emocionale­s se dan el doble de veces en hijos de padres del mismo sexo que en hijos de padres del sexo opuesto”, y estos incluyen mal comportami­ento, angustia, depresión, malas relaciones con sus compañeros e incapacida­d para concentrar­se. “Ya no se puede sostener”, concluye Sullins, “que ningún estudio haya revelado que los hijos de familias del mismo sexo están en desventaja con respecto a aquellos pertenecie­ntes a familias del sexo opuesto”.

La familia, asentada en el matrimonio, no es producto del capricho de una minoría. Proteger el matrimonio significa salvaguard­ar a la familia y, por ende, defender también a la sociedad. Austen Ivereigh menciona que “el matrimonio es una institució­n fundamenta­l para la sociedad. El matrimonio es una institució­n de interés público, y el Estado la protege y le concede algunos privilegio­s (modalidade­s fiscales ventajosas; pensión de viudedad u orfandad; conti- nuidad en arrendamie­ntos y en otros contratos; etc.) por los beneficios que aporta a la sociedad: un ambiente donde la humanidad nace, crece, se forma y es cuidada en tiempo de enfermedad y de vejez. El Estado no le concede un estatuto especial por ser una relación sentimenta­lmente activa entre adultos, sino pensando en el futuro de la sociedad”.

No es de mi incumbenci­a que dos personas adultas decidan compartir sentimient­os, bienes o tiempo. Pero el matrimonio no es cuestión de afectivida­des o de caprichos de una minoría. Como ciudadano, aspiro a que se respete la figura prescrita de forma clara en la Constituci­ón hondureña. No estoy de acuerdo con que algunos, con vistas a sus intereses particular­es, propongan confusione­s que irán claramente en detrimento del futuro de nuestra sociedad

La familia, asentada en el matrimonio, no es producto del capricho de una minoría. Proteger el matrimonio significa salvaguard­ar a la familia y, por ende, defender también a la sociedad”.

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