El autogol de Brasil
Las ideologías han ido apaciguando el bazar de los sueños fallidos, sin embargo, son piezas de museo itinerantes cuyos lemas lucen maravillosos en la bisutería de la historia, con la finalidad de darle estética a la somnífera moda fugaz y se han vuelto souvenir a fin de aniquilar el sentido de sus profundas ejecutorias que se han quedado varadas en el tiempo, tal es así que el espejismos de mundos inexistentes donde ofrecen el cielo del futuro a costa de un infierno terrenal que se prolongaría al infinito, y que las futuras generaciones masticarán la grave austeridad las ilusiones perdidas por los siglos de los siglos. En la actualidad, ya no hay corrientes de pensamientos ni debates, sino monumentales tomos de ciencias sociales donde se exhiben las esculturas en plazas públicas como si fueran fósiles en una sociedad que necesita de hechos y menos disertaciones. Por un lado, ni la derecha requiere de discursos ni la izquierda contenidos; y, por otro, las dos caras contrarias de la moneda se manejan en el ámbito de las excéntricas intuiciones de la sensiblería, fanatismo, emociones que aumentan-decrecen como pastillas con la finalidad de hacernos soñar. Definitivamente, ambas representan al maniqueísmo que domina los imaginarios políticos y comunitarios donde se precisa persuadir a través de la dialéctica y simplificar los contenidos, porque sus pretensiones son el ideario de la humanidad hasta vaciarlo de significado a una cáscara de oropel con espacios vacíos donde se revuelcan las considerables hazañas y los más sublimes hitos que han marcado en la historia. Si bien es cierto que la izquierda radical-moderada latinoamericana sin bases le ha apostado al circo electoral y sus tan gastadas transformaciones socioeconómicas ya son el ejercicio mismo de la demagogia, porque no se pueden construir el socialismo con bases de adobe. Por su parte, los conservadores exploran la xenofobia (odio o rechazo hacia el foráneo), la supremacía racial y las ideas neoconservadoras; lo cual le apuesta a una civilización de cemento y argamasa, pues le estorba lo grotesco de una amazona hecha con las huellas de las manos del mismísimo Dios con el propósito de guardarle la reserva al despilfarro humano y a la catástrofe mundial. Quien quiera que sea se pone por encima de fines políticos por sobre las colosales implicaciones éticas o queriéndose vestir con el traje del Mesías; de igual forma, les resta sentido a las enormes decisiones morales que puedan ver retratada la percepción ciudadana con la antítesis del relajamiento de las costumbres y contra la laxitud de aceptar sobornos a cambio de adjudicaciones y subirles los números a los bolsillos personales tanto las cuentas bancarias que se amplían permanentemente por arte de magia. En contraste, con el caso Odebrecht marcó las papeletas en Brasil para bien o para mal, el pueblo decidió y más allá de la bonanza o de la conveniencia obtusa de la nueva opción, los ciudadanos no se olvidan que el robo público es cometido por unos y otros, y que nadie debe de quedar impune. Al margen de calificar conductas personales se juzga el prestigio de las instituciones, y de una manera alternativa la opción electoral se decantará en el futuro por alguno de ellos, mientras tanto, los dineros de los pueblos se drenarán bajo el manto siniestro de escándalos de ocasión y la justicia espera un penal en el último minuto con miras a cambiar la historia; no obstante, el triunfo de la tendencia tradicional ya entró en las redes y esta ganó con el autogol corrupto del populismo
...en Brasil, para bien o para mal, el pueblo decidió y más allá de la bonanza o de la conveniencia obtusa de la nueva opción, los ciudadanos no se olvidan de que el robo público es cometido por unos y otros”.