¡Basta ya! Ni una más
Dos mujeres fueron brutalmente asesinadas en Honduras este fin de semana. Dos mujeres trabajadoras cuyos nombres pasan, desgraciadamente, a formar parte de una larga lista de madres, esposas, hijas, hermanas, amigas, que a lo largo de los años han muerto en condiciones violentas, víctimas de tratos crueles e inhumanos.
La forma dantesca en que mataron a Leila Sarahí Evans Gabarrete paraliza.
Cuatro hombres encapuchados y fuertemente armados llegaron hasta su casa en la colonia Planeta de San Pedro Sula y se la llevaron a rastras. Horas más tarde el cuerpo de la deportista, que se preparaba para representar a Honduras en un concurso internacional de fisicosulturismo, fue encontrado flotando en un río cercano. Las autoridades forenses dijeron que a ella la torturaron, le cercenaron un seno y la asfixiaron.
En Tegucigalpa, Bertha Aurora Rodríguez Matamoros, una exdirigente de la asociación de enfermeras auxiliares del Seguro Social y presidenta del patronato de la colonia donde residía, fue asesinada a tiros por hombres armadas que llegaron a matarla hasta su casa.
Tanta crueldad es inconcebible, pero desgraciadamente sus casos no son únicos.
“La violencia contra las mujeres es una realidad insostenible”, denuncian casi a diario los defensores de los derechos humanos. Es la realidad en la que viven millones de mujeres, sin importar su edad y condición social; mujeres que están siendo asesinadas ante la pasividad de un Estado que está llamado a protegerlas, y no lo hace.
Más del 90% de los feminicidios registrados en el país están impunes y mientras esa impunidad prevalezca, mientras el Estado no cumpla con sus compromisos de protección, de investigación y castigo de los criminales, la vida de muchas de ellas estará en riesgo.
Por eso, las muertes de Leila Sarahí y Bertha Aurora, al igual que de todas las otras mujeres asesinadas con el paso de los años, no deben quedar impunes. Los responsables deben ser identificados, juzgados y castigados.
¡Basta ya! Ni una más