El destino de Colón en la historia
El destierro simbólico que ha sufrido la memoria de Cristóbal Colón a través del acto de remover la estatua conmemorativa al almirante genovés en el Grand Park de Los Ángeles me parece solo el primero de una serie de destierros que comenzará a vivir su figura en la memoria de América Latina. Que no sorprenda que en el largo plazo aquellas cosas que fueron nombradas en su honor migren hacia otras nominalizaciones: escuelas, provincias o departamentos, ciudades, calles, equipos de fútbol y hasta monedas.
La estatua fue removida por el gobierno de Los Ángeles como un cobro histórico de los pueblos originarios, víctimas, según lo expresado, del mayor genocidio de la historia, producto del encuentro de los continentes europeo y americano.
Aún recuerdo que en mis años de escuela se presentaba la figura de Cristóbal Colón como un héroe porque se atrevió a cruzar allende sus aguas y así, gracias a su valentía, se descubrió América, lógicamente desde una visión eurocéntrica.
Y la verdad es que la reconstrucción de la memoria histórica de los acontecimientos de 1492 y años posteriores ha sido importante para tener otra visión de los hechos.
Ha quedado claro, por ejemplo, que no se trata de un descubrimiento sino de un encuentro de dos mundos o de dos culturas. Y que más que una cultura fuera superior y la otra fuera inferior, lo que sucedió fue que estaban en dos momentos distintos porque habían tenido dos caminos de desarrollo diferentes.
Sin embargo, es injusto quitar el mérito que bien se ganó Cristóbal Colón, así sus intenciones hayan sido otras, como encontrar rutas de navegación alternas; así haya llegado alguien primero que él y así la historia que se desencadenó después de su venida tenga más tintes claroscuros.
Lo que pasó con la llegada de Colón al continente de América fue un hecho único para la humanidad, no para los nativos americanos necesariamente, sino para la historia en sí.
Negar la importancia del encuentro de América con el resto del mundo es negar lo que somos, porque somos producto de ese choque de mundos, y no solamente nosotros los nativos del continente americano, todo el globo lo es.
De todas maneras, fue Europa quien vino hacia América, y bien o mal, ese es el mérito: haber provocado el primer encuentro. Pienso que es necesario tomarse con calma el nuevo relato de la historia.
Que hayamos crecido escuchando el relato del vencedor y ahora escuchemos, digamos, el del derrotado, no quiere decir que todo lo que se contó primero sea falso o falto de mérito, quiere decir que hay que equilibrar los relatos.
Abusamos a veces de la corrección histórica y vamos al extremo del péndulo. Parece que estuviéramos ansiosos por reescribir la historia, por tener más razón que las generaciones pasadas.
Las reivindicaciones son necesarias, pero solamente cuando son necesarias (léase con cuidado y atención esta aparente perogrullada y redundancia).
Y pesar de que otros hubieran llegado antes, no marcaron el punto de inflexión para los continentes como lo marcó la llegada de Colón, para bien o para mal.
Quizá Colón no deba tener un lugar primario ni de gran honor en nuestra historia, pero sí un lugar.
No se trata de desbancar todo lo que sabemos, sino mirarlo con ojo crítico y plantearlo quizá desde otra perspectiva.
Quitar una estatua no genera pensamiento crítico, pasar frente a ella y pensar a Cristóbal Colón desde una historia reescrita y con un juicio más acertado que aquello que nos enseñaron en la escuela, en el colegio y en algunos casos hasta en la universidad, sí lo genera
Lo que pasó con la llegada de Colón al continente de América fue un hecho único para la humanidad, no para los nativos americanos necesariamente, sino para la historia en sí”.