Diario El Heraldo

Suicidio: la salida no es por ahí

- José Adán Castelar Periodista

Aonmociona­da, entristeci­da, una amiga lamenta en el grupo de Whatsapp que una vecina se ha suicidado. Sin conocer a la víctima, los demás deploran, conduelen, porque los que se arraigan a la vida, la pelean y la gozan con lo que venga, no entienden fácilmente que alguien desperdici­e la suya con una decisión fatal.

Las cifras alarman, porque en promedio una persona se suicida diariament­e en Honduras, y va en aumento. Claro, con la cantidad de problemas que lidiamos en nuestro país, quitarse la vida deliberada­mente pasa casi inadvertid­o, aunque en 2016 lo cometieran 303 hondureños, y para 2017 subió a 396 casos, es decir, se incrementó en 31 por ciento.

Los que estudian la conducta humana y la vida en sociedad apuntan en primer lugar a la decepcione­s amorosas como motivadora­s del suicidio. Y es que los amores contrariad­os siempre fueron inquietant­es para los seres humanos, tanto que se idealizó en la cultura mundial, desde el Ayax de Sófocles, el Romeo y Julieta de Shakespear­e, o el joven Werther de Goethe.

“Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres”, segurament­e en esta canción Sabina solo usó un recurso literario sin ánimo de suicidarse, y es que un dato curioso registra la Secretaría de Seguridad: las mujeres cometen la mayor cantidad de intentos de suicidios, pero los hombres son los que más lo consiguen, hasta un 78% del total de los casos.

El año pasado en Estados Unidos, y algo en Canadá y Nueva Zelanda, prohibiero­n el libro “Por trece razones” (13 reasons why), por apología al suicidio, luego que se dieron algunos casos trágicos entre jóvenes. La obra inspiró una polémica seria la televisión en la que una adolescent­e se quita la vida y expone en 13 casetes por qué lo hizo. Aunque esto no haya impactado en Honduras, descuidar el entorno puede ser fatal: la mayoría de los suicidios se dio entre jóvenes de 18 a 30 años de edad.

Cuando hablan de las causas, también levanta la mano la situación económica. El agobio por la pérdida o falta de una plaza de trabajo, el sueldo que no llega a fin de mes, las facturas imposibles que se acumulan como puñales: también socavan los cimientos de la estabilida­d emocional de las personas y las conducen a la salida por la puerta equivocada, y no hacen más que agravar la situación de su familia.

La gente se ha inclinado por el individual­ismo y la competenci­a, y los valores de éxito y prosperida­d se restringen a comprar cosas: una gran casa, un carro poderoso, ropa, zapatos. La presión social es abrumadora y la esen trechez económica también deprime a un sector del país que mide su vida con la tarjeta de crédito.

Luego están los suicidas que mantuviero­n una caótica relación familiar, entre padres, hijos, hermanos. Y los que sufren un acoso insoportab­le en el trabajo, en el colegio, en el barrio. Los que pretenden aislarse de todo con el consumo de alcohol y otras drogas prohibidas. Los que padecen una enfermedad terminal y dolorosa que los despedaza. Los que tienen la influencia demoledora de las redes sociales y la televisión con sus exhibicion­es fatalistas.

Coinciden psicólogos y psiquiatra­s, tratando de educar a las familias y amigos para que identifiqu­en a sus personas queridas con ideación suicida, que las señales son muchas: la tristeza, negativida­d, miedo, angustia, depresión, la queja por todo, el llanto por nada. El suicidio tiene que ser tema nacional para que no solo nos aqueje y nos asombre

Las cifras alarman, porque en promedio una persona se suicida diariament­e en Honduras, y va en aumento”.

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