Sumar y restar
Nuevamente, como viene ocurriendo desde hace varios años, diversos actores políticos y sociales se encuentran abocados a la redacción de propuestas de reformas electorales que vendrán, de una vez por todas, a resolver las una y mil desgracias de la democracia hondureña. Como en su momento lo hicieron quienes abogaban por papeleta separada para cada nivel electivo, por fotografías de candidatos, por la despartidización de instituciones, por el 30, 40 y 50% de cuota para las mujeres, entre otras, nuevamente aparecen recomendaciones variopintas que saldarán de una vez por todas las deudas con el soberano, ávido de recuperar la confianza hace mucho tiempo perdida. Así estén incluidas en resoluciones de mesas de paciente diálogo político, en informes de expertos internacionales convocados ex profeso, en sugerencias de sendas misiones de observación y en aportes legislativos unipersonales o de fracción parlamentaria, con pretensiones no confesadas de justificación salarial, satisfacción partidaria o trascendencia histórica, todas sin excepción pasarán a formar parte de un extenso menú al que la gran mayoría de nosotros apenas le dará una lectura rápida, sin posibilidad alguna de seleccionar la que nos parezca más conveniente.
Poco aficionados a leer (y aprender) de nuestra historia reciente, abundarán quienes con visión determinista señalen la idoneidad de una u otra idea, a partir de su infalibilidad en otro contexto nacional. Buenos ejemplos de ello son la ciudadanización de las mesas electorales, el sistema de votación y la conformación de los máximos órganos que administran y ponen orden en los procesos de elecciones. Se necesita dotar de mayor credibilidad al único ejercicio periódico colectivo en que sumamos nuestras voluntades para orientar la dirección de la comunidad que compartimos, así que es natural que se atisbe a lo que se hace en otras naciones para recuperar la fe, por ahora notoriamente débil o ausente. No debe olvidarse, sin embargo, que su implementación debe ser gradual, para lograr mejores resultados.
En Panamá se hace de forma obligatoria un ejercicio de “revisión y reforma” después de cada proceso electoral, para evitar la tentación de no hacer correcciones a lo que pudiera necesitarlo. Acá no se hacen modificaciones importantes a las reglas hace más de una década, excepto la del financiamiento de campañas, partidos y candidatos, que fue motivada por la inexistencia de controles en el uso de recursos públicos y en las aportaciones privadas de origen lícito o no. Se sabe bien que las presiones para conformar la “Unidad de Política Limpia” fueron más de naturaleza externa, pero originadas en parte por el reclamo generalizado que en 2015 llenó las calles de antorchas y voces inéditas. Este episodio nos demuestra que los cambios que se requieren para lograr esa confianza añorada no pueden limitarse a una o varias listas de buenos deseos, cualquiera sea la firma al calce. Es una acción que debe estar acompañada de la suma y voluntad de múltiples voces que contribuyan a restar fuerza a cada gatopardo, esos expertos en promover cambios para que nada cambie
Se necesita dotar de mayor credibilidad al único ejercicio periódico colectivo en que sumamos nuestras voluntades para orientar la dirección de la comunidad que compartimos”.