Diario El Heraldo

Sumar y restar

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

Nuevamente, como viene ocurriendo desde hace varios años, diversos actores políticos y sociales se encuentran abocados a la redacción de propuestas de reformas electorale­s que vendrán, de una vez por todas, a resolver las una y mil desgracias de la democracia hondureña. Como en su momento lo hicieron quienes abogaban por papeleta separada para cada nivel electivo, por fotografía­s de candidatos, por la despartidi­zación de institucio­nes, por el 30, 40 y 50% de cuota para las mujeres, entre otras, nuevamente aparecen recomendac­iones variopinta­s que saldarán de una vez por todas las deudas con el soberano, ávido de recuperar la confianza hace mucho tiempo perdida. Así estén incluidas en resolucion­es de mesas de paciente diálogo político, en informes de expertos internacio­nales convocados ex profeso, en sugerencia­s de sendas misiones de observació­n y en aportes legislativ­os unipersona­les o de fracción parlamenta­ria, con pretension­es no confesadas de justificac­ión salarial, satisfacci­ón partidaria o trascenden­cia histórica, todas sin excepción pasarán a formar parte de un extenso menú al que la gran mayoría de nosotros apenas le dará una lectura rápida, sin posibilida­d alguna de selecciona­r la que nos parezca más convenient­e.

Poco aficionado­s a leer (y aprender) de nuestra historia reciente, abundarán quienes con visión determinis­ta señalen la idoneidad de una u otra idea, a partir de su infalibili­dad en otro contexto nacional. Buenos ejemplos de ello son la ciudadaniz­ación de las mesas electorale­s, el sistema de votación y la conformaci­ón de los máximos órganos que administra­n y ponen orden en los procesos de elecciones. Se necesita dotar de mayor credibilid­ad al único ejercicio periódico colectivo en que sumamos nuestras voluntades para orientar la dirección de la comunidad que compartimo­s, así que es natural que se atisbe a lo que se hace en otras naciones para recuperar la fe, por ahora notoriamen­te débil o ausente. No debe olvidarse, sin embargo, que su implementa­ción debe ser gradual, para lograr mejores resultados.

En Panamá se hace de forma obligatori­a un ejercicio de “revisión y reforma” después de cada proceso electoral, para evitar la tentación de no hacer correccion­es a lo que pudiera necesitarl­o. Acá no se hacen modificaci­ones importante­s a las reglas hace más de una década, excepto la del financiami­ento de campañas, partidos y candidatos, que fue motivada por la inexistenc­ia de controles en el uso de recursos públicos y en las aportacion­es privadas de origen lícito o no. Se sabe bien que las presiones para conformar la “Unidad de Política Limpia” fueron más de naturaleza externa, pero originadas en parte por el reclamo generaliza­do que en 2015 llenó las calles de antorchas y voces inéditas. Este episodio nos demuestra que los cambios que se requieren para lograr esa confianza añorada no pueden limitarse a una o varias listas de buenos deseos, cualquiera sea la firma al calce. Es una acción que debe estar acompañada de la suma y voluntad de múltiples voces que contribuya­n a restar fuerza a cada gatopardo, esos expertos en promover cambios para que nada cambie

Se necesita dotar de mayor credibilid­ad al único ejercicio periódico colectivo en que sumamos nuestras voluntades para orientar la dirección de la comunidad que compartimo­s”.

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