Amicus
Existe un elemento jurídico inaplicado, coadyuvante al fortalecimiento de la impartición de justicia: el amicus curiae. Del latín, significa “amigo del tribunal”. Es utilizada en derecho internacional, en tribunales de derechos humanos, para que personas ajenas a un litigio opinen en el interés de preservar los derechos fundamentales que pudieran estar bajo amenaza. Porque se debe perseguir a los culpables, no a inocentes. El informe que constituye el amicus curiae transparenta y hasta democratiza la actividad judicial. Pero debiera homologarse en otra, aun en este apresuramiento que tenemos por acabar con la corrupción que profundiza la injusticia social. De alcances similares a la anterior, habría que crear el amicus fiscalis. Que sirva de apoyo, para empezar, al fiscal Luis Santos, director de la Ufecic y a su equipo, para que no se vean en la situación de amenazar derechos fundamentales. Avalamos y confiamos en su ardor por combatir la corrupción y sus responsables, incluidos encantadores corruptores. No puede ser que en un país con elevada corrupción no existan corruptos. Les sería de utilidad que sin pretender incidir en su función, recibiera informes que procesar, sin interés directo en los casos, pero sí en que se conozca la verdad. No se entiende que activos corruptos no sean perseguidos y honrados, también reconocidos, sí. Luis Mayorga, Óscar Galeano y Leonardo Villeda, los que conocemos, son honrados. Pueden padecer ahora, por confiados, pero nunca por corruptos. Hace cincuenta años, al iniciar los estudios universitarios, mi papá me repitió aquel axioma: “Es preferible cien culpables libres que un inocente preso”, y tío René me preguntó por entonces: “Si tiene que decidir entre el derecho de un rico y el de un pobre, ¿a quién se lo reconocería?”. ¡Al pobre! Respondí. “Al que le sea justo”, me corrigió. Debemos cuidar la ceguera de la justicia, es la única que puede darnos la vista de una sociedad libre. Leo Villeda es inocente, ¡hay que liberarlo!