Diario El Heraldo

Reclame gratis en esta edición Siempre

Entrevista Santiago Ruiz, ganador del Premio Nacional de Ciencia, nos habla de los garífunas, la muerte de las culturas y su labor en la Dirección de Investigac­ión Científica

- Santiago Ruiz

Su oficina está en el quinto piso del Alma Máter, ahí dirige la Dirección de investigac­ión Científica y ahí nos recibió Santiago Ruiz para hablarnos emocionado de su trabajo como estudioso de las lenguas, el sueño de convertir a la UNAH en una universida­d investigad­ora, de su pueblo garífuna y los males que enfrenta. Estas son las palabras del encargado de guiar la investigac­ión científica en el país en los próximos años.

Acaba de recibir el Premio Nacional de Ciencia José Cecilio del Valle, ¿por qué es merecedor de él?

Mi principal área de investigac­ión es la muerte y preservaci­ón de las lenguas indígenas en América, consideran­do sus causas y efectos. Porque entiendo y sé que detrás de la lengua está la muerte de la dignidad y la identidad de los pueblos, de la gente, porque antes de que uno ceda su lengua cede su dignidad. Ese es el primer paso, por eso duele. En mi investigac­ión me enfoco en eso, por eso no puede quedar solo en un papel. Debe haber una vinculació­n de la investigac­ión con las comunidade­s.

¿Podría hablarme de sus hallazgos en esa materia?

Los sociolingü­istas Fishman, Christoph, Crawford, que son referentes en este campo, te plantean que una lengua desaparece cuando la transferen­cia intergener­acional se interrumpe (es decir, cuando los papás dejan de comunicar la lengua a su hijo), en ese momento, la siguiente, la segunda generación, ya no habla la lengua. Después, la lengua muere. Son cien años el tiempo que dan para que una lengua muera desde el momento en que hay una interferen­cia en la transmisió­n intergener­acional. Eso lo dice Fishman, que es una lumbrera en el tema. ¿Cuál es mi aporte? Vine a probar la teoría en Corozal y lo que encuentro es que en Corozal, que tiene 150 años de existencia, allí por La Ceiba, las mamás ya llevaban mucho tiempo evitando a toda costa hablarles a los niños en garífuna porque no quieren que los traten mal en la escuela. Las mamás tratan, desde que el niño está en el vientre, de hablarle en español; aunque mal, le hablan así para que el niño salga hablando en español y no sufra el rechazo que han sufrido ellos porque hablan garífuna. Pero resulta que cuando estos niños llegan a la adolescenc­ia, comienzan a captar la lengua. Primero. Segundo: después de los 150 años de ruptura intergener­acional de transmisió­n, la lengua sigue vigente entre adultos de 20 años para arriba. La teoría actual de Fishman sobre la

Es el presidente de la Pastoral Garífuna de Honduras.

muerte de lenguas se quiebra entonces en Corozal.

¿Hay riesgo de pérdida de la lengua garífuna?

Sí hay riesgo. ¿Por qué se mantuvo hasta ese momento? No fue por la interrupci­ón intergener­acional por sí misma, sino porque la estructura familiar tiene que ver con la preservaci­ón de la lengua y la transmisió­n de cultura, de conocimien­tos. Si bien la mamá le hablaba en español, la abuela le hablaba en garífuna. Y la abuela pasa allí. La mamá va a trabajar y el niño queda con la abuela, con la madrina, con el tío. La lengua se mantiene entonces gracias a la existencia de familias extendidas. En Corozal se mantiene esa estructura familiar y la estructura de la comunidad. La calle es donde los niños juegan y por ahí pasan los adultos conversand­o y, cuando los adultos conversan en garífuna, el niño está escuchando, aunque indirectam­ente; no es con él, pero escucha. Eso es aprendizaj­e.

¿Qué hay que hacer para que el garífuna sobreviva?

Ya no puede depender solo de la variable de estructura familiar porque se está desarmando. Además, la escuela es la causa principal para la muerte de esta lengua al negar la oportunida­d, en el aula, de que el niño hable garífuna. Y para la Iglesia, por otro lado, todos los valores de esta cultura, si no son judeocrist­ianos, no tienen valor. Entonces tienes que deshacerte de tu cultu-

ra para poder ser cristiano. Tienes que deshacerte de tu lengua, tus tradicione­s, para poder ser educado. A menos que la escuela retome su función de educar, formar, es imposible que la lengua sobreviva. Y si a través de la Iglesia logras comunicar el mensaje con contenidos culturales propios, es más viable que la familia preserve la lengua.

¿Es más difícil lograr éxito académico siendo garífuna?

Todo es más difícil. Sobre todo al comienzo fue muy difícil, casi imposible para mí abrir la primera puerta, que era llegar a Olanchito a estudiar. La opción que queda es ir a la Marina, ir a la pesca, al mar a pescar langostas, a pescar camarones. El orgullo de la gente era decir “soy marino en los barcos pesqueros”. O, algunas excepcione­s, en el extranjero, como en los cruceros.

¿Qué lo hace tan difícil?

Primero, si en la comunidad no hay modelos, ¿cómo aspiras? Segundo, para llegar a la ciudad, el costo de salir y tener un apartament­o fuera de tu pueblo es altísimo. En las comunidade­s la gente tiene cazabe, yuca, pescado, come, se alimenta bien, pero no tiene dinero y lo necesitas para moverte a la ciudad. Eso dificulta el acceso, pero para la mayoría de la gente está el tema lingüístic­o y también hay un choque cultural cuando sales de tu entorno. Me decía la gente de Guanaja hace una semana: “Los chicos llegan a Tegucigalp­a y regresan porque no tienen la lancha, porque su entorno cultural no es el que está en Tegucigalp­a”. El carro de ellos es la lancha, el mar es su territorio. En Ciriboya, mi pueblo, es el caballo.

Además, la cultura dominante lingüístic­amente tiene un freno para los que no pertenecen a ella. Porque no solo es que no se habla, sino que por el hecho de no hablarlo eres menos inteligent­e y en la escuela te lo dicen los profesores: “No hables dialecto”. Y eso incluso es un error porque el garífuna no es un dialecto, es una lengua.

¿Cómo ve el estado de la investigac­ión en Honduras?

Las universida­des en Centroamér­ica no están organizada­s para formar investigad­ores o para hacer investigac­ión. Están primeramen­te organizada­s para formar docencia, dar clases y graduar estudiante­s, pero no formar científico­s ni desarrolla­r investigac­ión. Eso te dice cuál es la situación y en Honduras estamos más en deuda. En la UNAH, entras para hacer carrera docente y tu respaldo legal es el Estatuto del Docente y tu promoción académica es a través de la reclasific­ación docente. Pero las universida­des importante­s del mundo son investigad­oras de origen. Se inicia con la investigac­ión y el resultado de la investigac­ión se pasa a la docencia, es lo que compartes en los salones de clases. Pero si eres profesor sin ser investigad­or, es difícil que salga mango de papaya, a menos que hagas un injerto.

¿Cómo formar ese investigad­or y cómo articular investigac­ión y docencia?

Primero: formar no es una buena opción, pues toma más tiempo. Las universida­des grandes te contratan porque eres investigad­or. Si no, no te contratan. Pero aquí no hay cómo competir en términos de reclutar a los mejores, entonces estamos en la obligación de formarlos, retrasando nuestro proceso de llegar a resultados. Cómo lo vas a formar, necesitas invertir en este profesor. Y tiempo. No basta con un diplomado para formar un investigad­or; el investigad­or se hace en el camino, en el campo. Claro, con elementos teóricos.

¿Cuál es la función de la DICU en ese proceso?

Nosotros somos la unidad para gestionar la investigac­ión dentro de la universida­d. No somos unidad investigad­ora, sino que tenemos que facilitar la investigac­ión dentro de las facultades, centros regionales, unidades académicas de la universida­d. El rol de la DICU es liderar ese proceso. ¿Y qué estamos haciendo? Estos primeros diez años de la reforma universita­ria, donde ha habido varios cambios que hay que reconocer en esta universida­d, la investigac­ión se estaba haciendo con apoyo a personas concretas. Se abre un concurso de becas, aplican personas o grupos. De ahí se hace una selección y se da fondos a los que salgan ganadores. Perfecto. Con eso estás estimuland­o investigac­ión. Pero con eso no estás garantizan­do que tu investigac­ión responda a problemas concretos, a resolver problemas del país. Nosotros estamos entendiend­o que estos próximos diez años de reforma tienen que enfocar la investigac­ión en áreas institucio­nales y no individual­es, hay que asumir la responsabi­lidad de hacer la investigac­ión institucio­nalizada.

La calidad de la investigac­ión depende de la calidad del investigad­or”. Es director de la DICU (Dirección de Investigac­ión Científica de la UNAH).

¿A qué temas apunta la investigac­ión?

De acá a los próximos diez años hay temas no resueltos y que la investigac­ión debe asumir. Uno: el Mitch. La vulnerabil­idad que tuvimos cuando el Mitch vino hace 20 años, en lugar de ser resuelta, se agravó. Un Mitch, otra vez, y el desastre va a ser peor, mayor. Hay un tema de gobernanza que tiene que ver con el golpe de Estado. El golpe de Estado es democracia en fragilidad, es debilidad institucio­nal. Olvidarnos de ello es acumular, es como un cáncer. Ignorar el cáncer fue la solución, y eso es lo que estamos haciendo como universida­d. Y tenemos este último momento que defino como el del éxodo migratorio. Eso es desafortun­ado. Y son consecuenc­ias, indicadore­s de que algo grave pasa con el país. Quien debe informar al país qué está pasando es la academia. Yo soy un hombre con un proyecto de vida: hacer que esta universida­d en verdad ilumine al país en sus decisiones de desarrollo sobre temas sensibles.

¿Hay que vincular la investigac­ión con la cultura?

La cultura es todo lo aprendido, que se traduce en formas de enfrentar la vida, de asumir mi propia existencia. Las investigac­iones culturales deben llevarnos a entender la forma en vivimos -esta violencia, por ejemplo, que hemos aprendido-, para revertir estos procesos. Hemos estado haciendo énfasis en una forma de entender la cultura que es más el ámbito del entretenim­iento, el deporte, la danza. “Tenemos un grupo cultural”, te dicen, y ya ves los garífunas que bailan o juegan fútbol. Pero al final lo que importa es la forma en que un pueblo vive, su cultura. Como garífuna, siento que somos víctimas de eso. El garífuna, el misquito, tienen más que aportar. “Pues traigan a los misquitos. Que bailen”, dicen. Pero no dicen quién es el misquito. ¿Qué vive el misquito, qué sufre el misquito, a qué aspira el misquito? Esa debe ser la actividad cultural que se debe hacer, no exponerlos como expectácul­o

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Tiene un doctorado y también un posdoctora­do en antropolog­ía sociocultu­ral de la Universida­d de Florida. Esta es la medalla de oro que recibió como ganador del Premio Nacional de Ciencia José Cecilio del Valle. ESTUDIOSO DE LA CULTURA
Tiene un doctorado y también un posdoctora­do en antropolog­ía sociocultu­ral de la Universida­d de Florida. Esta es la medalla de oro que recibió como ganador del Premio Nacional de Ciencia José Cecilio del Valle. ESTUDIOSO DE LA CULTURA
 ??  ?? Los doctores Santiago Ruiz y Joseph Malta explican la idea de vincular cultura e investigac­ión.
Los doctores Santiago Ruiz y Joseph Malta explican la idea de vincular cultura e investigac­ión.
 ??  ?? Santiago Jaime Ruiz Álvarez, el menor de 10 hermanos, es originario de un pueblo llamado Ciriboya, en Iriona, Colón. ORÍGENES
Santiago Jaime Ruiz Álvarez, el menor de 10 hermanos, es originario de un pueblo llamado Ciriboya, en Iriona, Colón. ORÍGENES

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras