¡No seamos cómplices de la violencia!
Cada 22 horas en Honduras muere una mujer; en los últimos meses del presente año, los crímenes contra las mujeres se han incrementado de manera virulenta; adolescentes, jóvenes, ancianas, estudiantes, maestras, amas de casa, abogadas, líderes sindicalistas, deportistas y trabajadoras gubernamentales, entre otras, han sido asesinadas por sus parejas o por pandilleros y/o sicarios; la crueldad, el ensañamiento y la falta de respeto con la que se cometen estos asesinatos han estremecido al país y conmocionado a las familias de las víctimas a quienes no les queda más que buscar respuestas y justicia para sus madres, hermanas o hijas que les han sido arrebatadas repentinamente. Entre marzo y noviembre del 2018, en los principales periódicos del país se han publicado 56 asesinatos de mujeres. Según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), este año se han reportado 309 muertes violentas de mujeres, siendo las ciudades de Tegucigalpa, Comayagüela, La Lima, San Pedro Sula, Puerto Cortés, Juticalpa y Catacamas donde más mujeres han perdido la vida de forma violenta. Las denuncias por actos violentos ejercidos contra las mujeres suman miles, pero no suelen prosperar y llegar a los tribunales, mucho menos a una sentencia, esto se debe básicamente a que en nuestro país un investigador de estos crímenes maneja un promedio de 500 casos, lo que es totalmente inmanejable para una persona, como consecuencia de la falta de recursos para realizar las investigaciones todavía 664 crímenes contra mujeres continúan en la total impunidad.
Es necesario que reconozcamos como sociedad que la violencia o las amenazas de violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humanos y disfrutar de ellos, en pleno siglo XXI la desigualdad funcional entre mujeres y hombres y la existencia de la “cultura de la violencia” como medio para resolver conflictos continúan siendo problemas que como país no hemos logrado prestarles atención y mucho menos encontrarles solución; al contrario, las desigualdades y la violencia debido a la pobreza y falta de oportunidades se han intensificado y están provocando un incremento en las tasas de maltrato psicológico, violencia sexual y/o violencia física contra las mujeres con consecuencias mortales. La violencia contra las mujeres se produce siempre en sociedades y contextos culturales, que como los nuestros, mantienen un sistema de relaciones de género que perpetúa la superioridad de los hombres sobre las mujeres y asigna diferentes atributos, roles y espacios en función del sexo. Es cierto que hoy en día existe una menor tolerancia social hacia la violencia de género, sin embargo, demasiadas mujeres todavía soportan un alto grado de violencia, tanto en sus relaciones de pareja como fuera de ellas. Esto sucede en todas las clases sociales, religiones y niveles educativos. En definitiva, el factor principal de riesgo para la violencia contra las mujeres es, precisamente, el hecho de ser mujer, para muestra un botón 88.9% de los delitos sexuales registrados en el país se han cometido contra mujeres en un rango de edad de 10 a 19 años, 74.3% de estos casos fueron perpetrados por un familiar. La violencia contra las mujeres es además instrumental, es la forma de afianzar el dominio del hombre sobre las mujeres. En este sentido, la violencia de género más que un fin en sí mismo, es un instrumento de dominación y control social que se utiliza como mecanismo de mantenimiento del poder masculino y de reproducción del sometimiento femenino. Los hombres maltratadores han aprendido culturalmente que la violencia es la mejor forma de conseguir el control y dominar a la mujer. Debemos de estar claros que terminar con la violencia contra las mujeres depende de nosotros, el mundo cambiará cuando cada uno de nosotros cambiemos y rompamos los estereotipos de género en la familia, la escuela, el trabajo y la comunidad. Como país lograremos erradicar esta lacra social si trabajamos en pro de la igualdad de género, en todos los ámbitos incluyendo los puestos de liderazgo y políticos; no solo por ser un derecho fundamental, sino también porque es esencial para lograr el bienestar social y económico de nuestro país, y sobre todo lograr convertirnos en un país inclusivo, no violento e igualitario. Para ello, es necesario que, de forma urgente la violencia de género sea parte de la agenda de los tres poderes del Estado y se establezcan en el país mecanismos con los recursos necesarios para poner en marcha los sistemas de protección a la mujer que garanticen y protejan sus derechos y sobre todo su derecho a vivir una vida libre de violencia. Además de esto, asignar los recursos financieros y humanos necesarios para la realización de campañas de información, sensibilización y concientización sobre la violencia de género, así como invertir en la capacitación del personal de justicia, en la investigación científica criminal, tramitación y judicialización de denuncias de actos de violencia contra las mujeres. Como país debemos apostarle a la prevención de la violencia desde las escuelas y en el seno de la familia, promoviendo una cultura de paz y un nuevo contrato social donde se establezcan relaciones de igualdad entre hombres y mujeres y un acceso igualitario a las oportunidades de desarrollo
Es necesario que de forma urgente la violencia de género sea parte de la agenda de los tres poderes del Estado y se establezcan mecanismos con los recursos necesarios para poner en marcha los sistemas de protección a la mujer que garanticen y protejan sus derechos”.