Diario El Heraldo

Indira Murillo: “Te invito a luchar hasta el último momento... A no tirar la toalla”

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Estos últimos meses, desde antes que comenzara la quimiotera­pia, he pasado más tiempo en el hospital que en la casa.

Que si una infección, una bacteria, que la anemia, que la bilirrubin­a, que si acumulé líquido en el abdomen o en las piernas, que si se zafó un tubo, que si me sale el líquido biliar por la piel, que si la taquicardi­a, que si tengo venas bloqueadas. En fin, ya no sé por qué otros tantos motivos voy al hospital.

Lo que sí sé es que a pesar del dolor, de estar agotada, de estar huesitos como Angelina Jolie, a pesar de la impotencia, la indignació­n, el miedo y la angustia de colgar los tenis repentinam­ente, tengo prohibido tirar la toalla.

Así es, solo puedo tirar la toalla si voy a la playa. De allí para nada, porque Dios me ha consentido tanto que no debo perder mi fe, la paciencia, no debo dejar que un tubito me quite la paz.

Ahora más que nunca es cuando se requiere sacar las últimas fuerzas de flaqueza, esta es la extra milla que debemos de recorrer para salir adelante de cualquier situación.

Además, en este tiempo que uno siente que ya tira la toalla es que se debe activar la guerrera o el guerrero que hay dentro de cada uno de nosotros. Soy una hija de Dios y por esa razón también no debo claudicar jamás.

El lunes de esta semana me operaron de emergencia, todo marchaba bien y el tubo derecho volvió a empezar a fallar. El líquido me salía por la piel. Y volví el jueves al quirófano de emergencia. Pero salí y me siento bien. Estoy esperando en Dios que me baje la bilirrubin­a por lo menos a 1.5 para participar en un estudio, del Instituto Nacional de la Salud. Espero con ansias que esta semana las piernas vuelvan a la normalidad y que esta panza que cargo de casi ocho meses de embarazo, vuelva a ser el vientre pachito que debe tener una guerrera top model como Indiradarc­o.

Ahora estoy en casa aprovechan­do el insomnio casi 950, para contarles esto que me parece que vale la pena compartir con la gente que me quiere y que yo quiero.

En situacione­s como esta, que ya tengo la toalla en las manos, mi amado Omar me dice: “Ya estamos en esto, hay que seguir, no te puedes dejar caer. Así que vamos juntos para adelante”, y con pena guardo la toalla en lo más profundo de la gaveta, porque sé que tiene toda la razón.

Qué privilegio el mío de estar rodeada de tanta gente bella y solidaria como ustedes. Qué lujo tener una familia tan especial que me respalda, unos colegas que nunca me olvidaron, a pesar de haber salido del banco hace casi tres años.

Qué bendición poder tener una red de hermanos y hermanas de la iglesia y de mi comunidad que me cuidan y consienten tanto.

¿Cómo tirar la toalla si cada día, cuando abro los ojos, reafirmo mi gratitud, mi amor y mi entrega incondicio­nal a Dios?

El deber me llama y seguiré en pie aunque sea con las piernas como modelo perfecta de Botero, con los tubos que ya siento que los amo y con todo lo que esté por llegar.

Porque vengo de un hogar, donde a pesar de las adversidad­es, nunca vi a mi madre ni siquiera tirar la toalla de la cocina.

Así que pase lo que te pase, les puedo asegurar que ninguno de ustedes está viviendo lo que me sucede a mí, o tiene algo peor que yo.

Por eso te invito a perseverar y luchar hasta el último momento, ya sea en tu casa, en tu trabajo, con tu salud, o en cualquier lugar donde no la estés pasando bien. Mantente optimista y nunca pierdas la fe que todo cambiará en algún momento y cuando ya no puedas más, te vas para la isla de Roatán, en Honduras, pides una piña colada, una buena sombrilla y tiras la toalla en la arena para broncearte y retomar energía, para que a tu regreso ¡sigas brillando con tu propia luz! Solo así debes tirar la toalla.

¡Te quiero! Indiradarc­o

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