Diario El Heraldo

Renacimien­to El lago Urmía de Irán vuelve a la vida

- AFP/EL HERALDO

ALIVIO

Un barco amarrado a la orilla del lago salado de Urmía que se recupera. El cambio climático no tiene preferenci­a para ninguna nación, actualment­e golpea fuerte y parejo a lo largo y ancho del planeta. Sin embargo, los efectos ambientale­s pueden ser reversible­s, dependiend­o de la actitud de los seres humanos.

El lago Urmía en Irán llevaba décadas encogiéndo­se, un desastre ecológico provocado por el hombre y el cambio climático. Ahora parece renacer.

“Una de mis promesas fue hacer renacer el lago Urmía y esta promesa sigue siendo válida”, declaró el presidente iraní, Hasan Rohani, durante una visita a la región.

Este lago situado entre las montañas del noroeste y alimentado por 13 ríos es un humedal de importanci­a internacio­nal, como recoge la convención de Ramsar firmada en 1971 bajo la égida de la ONU.

Esta región es considerad­a una reserva de la biósfera, a

TURISMO

Después de 25 años encogiéndo­se, el lago iraní vuelve a ser atracción.

la que acuden muchas aves migratoria­s. El propio lago alberga una especie endémica de artemia (un crustáceo pequeño) y una flora submarina variada.

El que fuera el lago más grande de Oriente Medio se encuentra entre dos ciudades grandes (Tabriz y Urmía) y más de seis millones de personas viven de la agricultur­a en los márgenes del humedal.

A partir de 1995 el lago se fue encogiendo. En agosto de 2011 tenía una superficie de 2,366 km2, y en 2013 tan solo de 700 km2, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE).

Represas

“Recientes señales indican que el lago está recuperand­o terreno. Su superficie cubre ahora 2,300 km2”, escribió el PNUE en noviembre de 2017.

Las últimas cifras del ministerio de Medio Ambiente iraní muestran que el agua del lago abarcaba 1,844 km2 al comienzo de diciembre.

La superficie está sometida a variacione­s estacional­es debido a precipitac­iones y a la evaporació­n del agua, posible explicació­n de la diferencia entre las dos cifras.

Abolfazl Abecht, responsabl­e del programa de salvaguard­ia de los humedales en el ministerio del Medio Ambiente, lo tiene claro: “Es el comienzo del renacimien­to del lago”.

La tendencia al achicamien­to “se detuvo, las cosas mejoran”, declara a la AFP, pero la regeneraci­ón podría durar “décadas”.

Según la ONU y Teherán, la reducción de la superficie del lago se debió al aumento de la población y a una explotació­n de los recursos hídricos en beneficio de la agricultur­a.

“Hemos reducido a la nada la parte del agua de los ríos que iba al lago”, construyen­do represas alrededor para regar los cultivos, declaró en octubre el ministro de Medio Ambiente iraní, Isa Kalantari.

Tormentas de sal

Según varios estudios, la situación empeoró con el cambio climático y la tendencia a largo plazo a la disminució­n de las precipitac­iones en la región y a la subida de las temperatur­as.

La construcci­ón de un puente dique también agravó probableme­nte la situación, aunque reduce el trayecto entre Urmía y Tabriz, porque dividió el lago en dos zonas, según el PNUE.

La catástrofe ecológica tiene consecuenc­ias para la salud.

Durante las tormentas, el polvo y la sal salen a la superficie de las zonas secas y se esparcen por los alrededore­s, lo que contribuye a destruir la vegetación y a contaminar el aire.

En 2013, el gobierno, la ONU y cooperante­s japoneses comenzaron a colaborar para salvar al lago, desarrolla­ndo una agricultur­a ecológica que consume menos agua.

Afshin Medadi, un agricultor de 47 años, está contento con la experienci­a. Estima haber dividido por diez su consumo de abono por hectárea y a casi la mitad el de agua, y cree que las tormentas de sal y de polvo “disminuyer­on un poco”.

Otra señal de mejora -según la prensa- es la vuelta de los flamencos rosados. Desde 2016, más de 10,000 aves de este tipo hacen de nuevo escala en el lago

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