Diario El Heraldo

Implacable en las cosas pequeñas

- Juan Carlos Oyuela @jcoyuela

Recuerdo cuando me contaron la táctica del alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, a principios de la década de los noventa para contrarres­tar la criminalid­ad en su ciudad. ¿Qué haría usted si le encargaran detener miles de delitos cometidos a diario en una ciudad de millones de habitantes? Tal vez la idea lógica sería iniciar arrestando a los infractore­s de los delitos más grandes y llamativos. Sin embargo, lo que hizo el alcalde de Nueva York fue todo lo contrario. Inició arrestando a todos los limpiapara­brisas apostados en los semáforos que intimidaba­n a los conductore­s cometiendo a veces pequeñas infraccion­es. De esta forma se enviaba un mensaje claro. Cuando la ciudad y la policía dejaron que “las cosas pequeñas les quitaran el sueño”, la ofensiva empezó a reducir la criminalid­ad en general, desde el tráfico de drogas hasta los homicidios. Cuando comenzaron a ser implacable­s en el cuidado de los casos menudos, los casos grandes disminuyer­on.

En mi artículo anterior comenté el reto personal del 2019; escribir un artículo diario sobre virtudes. No conozco mejor táctica para mejorar en virtudes que poner mucha atención al cuidado de las cosas pequeñas, por amor. Si nos acostumbra­mos a detenernos a recoger un pequeño papel en el suelo, o a limpiar un cenicero cuando está sucio, o a cerrar una ventana cuando está golpeando por el viento, por poner solo unos ejemplos, se nos abre un inmenso panorama de pequeñas acciones que nos van educando en el orden, la limpieza, la constancia o la fortaleza, solo por mencionar algunas virtudes. En primer lugar, porque estar atento a las cosas pequeñas nos facilita comenzar a ver posibles puntos a cuidar y en segundo lugar porque haciéndolo tendremos cientos de oportunida­des diarias para hacer acciones buenas que ejercitan la voluntad y luego repercuten directamen­te en nuestra calidad como personas.

Recuerdo otra historia de hace años, también en Nueva York. Hicieron un experiment­o en una zona descuidada y sucia del Bronx. Repararon completame­nte un edificio cubierto de cristales. Al inicio las ventanas rotas y manchadas no contrastab­an con la calle sucia y llena de basura. Después de las reparacion­es, el edificio reluciente era un blanco perfecto para que los vándalos de la zona lanzaran piedras y rompieran las ventanas. Después de la primera no- che, apareciero­n en efecto algunas ventanas rotas y paredes manchadas. Los autores del experiment­o hicieron de inmediato las reparacion­es para dejar de nuevo el edificio en óptimas condicione­s. La noche siguiente rompieron algunas ventanas, aunque esta vez menos. Repitieron la operación de reparacion­es por unos días más hasta que sucedió que los vecinos de aquella edificació­n se acostumbra­ron a verlo sin una sola mancha ni desperfect­o.

Cuidar las cosas pequeñas tiene también un mensaje educativo. Cuando nos acostumbra­mos a ver las cosas en orden y bien puestas, en cuanto ocurre un desperfect­o nos molesta y acudimos a repararlo de inmediato.

Esta táctica es válida en cualquier campo de nuestra vida. Desde adquirir una virtud, eliminar un vicio, pasando por revertir una situación generaliza­da de desorden, hasta darle la vuelta a un país que parece estar sumergido en la corrupción y la violencia. Basta abrir los ojos, estar atentos y declarar la guerra implacable en las cosas pequeñas. De esta forma se produce una cultura que tiene a la calidad como consecuenc­ia natural. “Cuida los centavos y los millones se cuidarán solos”, dice el refrán popular. Cuidar las aparentes menudencia­s ejerce una labor preventiva para que no se presenten luego las situacione­s grandes. Y si se presentan, estemos preparados

Estar atento a las cosas pequeñas nos facilita comenzar a ver posibles puntos a cuidar y en segundo lugar porque haciéndolo tendremos cientos de oportunida­des diarias para hacer acciones buenas que ejercitan la voluntad”.

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