La enfermedad del “feisbuquero”
Era tiempo de elecciones y las redes sociales estaban tapizadas de muchos insultos y pocos elogios, sobre todo en la irrefrenable y volcánica Facebook, la más popular de estas comunidades. Como yo no tenía el hábito arraigado, pude alejarme sin traumas de tanto ruido; recuperé algo de tiempo y sosiego, sin enterarme apenas de lo que se injurian unos y otros.
Unos académicos estadounidenses, de las universidad de Stanford y de Nueva York, le dedicaron su tiempo y estudio a los fanáticos de Facebook, para descubrir sorprendidos que quienes dejaron de usar la red durante un mes notaron cambios en su estado mental, sabían menos del chismorreo político, pero disminuyeron su pasión partidista; en resumen, consiguieron un mejor estado de ánimo y un poco más de satisfacción con su vida.
Facebook tiene la desorbitante cifra de 2,300 millones de usuarios en todo el mundo y un esclarecedor artículo sobre el tema en el diario The New York Times recuerda que varios psicólogos han argumentado que las redes sociales se relacionan con problemas mentales, incluso las han comparado como la adicción a las drogas. Por supuesto, los dueños de la red social salieron para atajar esto con sus propios análisis y se los destrozaron. Tampoco se niega la virtud informativa de estas plataformas.
Estábamos en una reunión en el canal de televisión, y alguien preguntó a German, mi compañero, por su cuenta de Facebook, cuando respondió que no tenía, todos volvieron a verlo, incluso una persona que estaba distraída con su teléfono, preguntó perpleja, ¿cómo así? Me miraron a mí, interrogativos, y tamobligada. confesé que yo solo entraba una vez a la semana, y que en dos minutos, aburrido, me salía.
Para su estudio, los investigadores universitarios convocaron a usuarios asiduos de Facebook; con un cuestionario preguntaron su estado de ánimo, opiniones políticas y rutinas. Luego tuvieron que cerrar sus cuentas y la abstinencia Al final, algunos lamentaron su desconexión con la gente, los eventos, las fotos y eso. Otros celebraron ganar una y hasta tres horas al día para estar con los amigos, los familiares, pasear o simplemente ver televisión.
En las otras plataformas, Instagram, por ejemplo, las personas enganchadas publican fotos todos los días, en todas las poses, con toda la ropa, o con poca; incluso ya tienen ensayado el gesto “selfie”, de perfil, de frente, desde arriba, y luego a esperar insufribles el ansiado clic en “Me gusta”, para respirar, inflarse un poquito, arroparse con la aceptación social, la aprobación de todos. Esto es lo que garantiza el tiempo y la energía derrochados en redes sociales.
Por eso, otros investigabién dores, esta vez en Berlín, sometieron a resonancia magnética a personas conectadas a Facebook, y encontraron que cuando alguien recibe el “me gusta”, un aplauso o un comentario favorable, algo se enciende en el núcleo accumbens, que aunque no nos suene, es la región del cerebro que procesa lo sentimientos agradables de comida, sexo, dinero y aceptación social. Los científicos descubrieron que con esto pueden predecir el uso de la red, pero no se atreven a decir que causa adicción.
También hay quienes se sienten desencantados o malhumorados si no reciben las aprobaciones esperadas en Facebook, y como al cerebro le gusta predecir la recompensas, ponen fotos y textos que creen que conseguirán los aplausos; si no es así, seguirán buscando, si es necesario en traje de baño o con frases atrevidas hasta que consigan el esquivo placer de la atención. Claro, también están lo que se resisten a las tentaciones de las redes sociales y parecen sospechosos
Varios psicólogos han argumentado que las redes sociales se relacionan con problemas mentales, incluso las han comparado como la adicción a las drogas”.