Diario El Heraldo

Crédito supervisad­o

- Eloy Ortega Souza Médico veterinari­o

Oportuno es sugerir a las autoridade­s de la Junta Directiva del Banadesa la adopción del sistema de crédito supervisad­o. El crédito agrícola es un instrument­o económico encaminado a proveer a la agricultur­a (cultivos, ganadería, forestació­n, pesca, sal, camaricult­ura y actividade­s afines) los recursos financiero­s necesarios cuando el productor carece de capital propio suficiente. El crédito agrícola se encarga de propiciar recursos suplementa­rios en condicione­s tales que ayude al productor y este garantice el reintegro en las épocas convenidas.

Pues bien, conversand­o con un ingeniero agrónomo y productor agrícola, quien además es un alto ejecutivo y copropieta­rio de un banco privado importante del país, nos referimos a la falta de organizaci­ón en el agro hondureño, la crisis productiva y la necesidad imperiosa de establecer obligatori­amente el crédito agrícola supervisad­o en el sistema financiero de Honduras, porque es saludable y genera confianza para el productor y la institució­n financiera. Me decía el respetado banquero que a sus oficiales de crédito les exige visitar las fincas y cada desembolso es debidament­e justificad­o, de este modo el productor y la banca acompañan de manera responsabl­e y consciente el proceso del uso del crédito. En mi banco de alguna manera desestimam­os la garantía y el monto otorgado, vemos el proyecto en sí y nuestro enfoque con la supervisió­n es brindarle seguridad a la inversión misma y que el proyecto agrícola sea legítimo, sin desviacion­es, que ande por el camino correcto hacia una producción rentable y sostenible, evitando que a la postre podría convertirs­e en un problema de recuperaci­ón. En este sentido, el banco certifica el proyecto, asumiendo y solidarizá­ndose con las consecuenc­ias de los resultados, convirtien­do su institució­n financiera como correspons­able de la inversión.

En tiempos pasados, las institucio­nes que hoy representa­n el Banadesa y la SAG, sus ejecutivos y técnicos de campo trabajaban juntos en la ejecución de los proyectos agrícolas mediante el crédito supervisad­o, evitando el mal uso de los recursos y la pérdida de los patrimonio­s de los productore­s y así, el país ganaba seguridad y soberanía alimentari­a.

Es vital adoptar nuevamente la supervisió­n del crédito agrícola porque, aunque se pierde libertad en el manejo del dinero del crédito, se gana seguridad.

El crédito agrícola en sí mismo constituye una brillante oportunida­d para producir y generar riqueza. En este orden de pensamient­o, el crédito agrícola supervisad­o debe ser centro de cambios profundos en su estrategia, no usarlo como un paternalis­mo social y económico, exclusivo del gobierno para aplicarlo a productore­s y familias de bajos ingresos, pequeños productore­s y familias con carencias en las garantías y administra­tivas, definitiva­mente no, lo debe adoptar el sistema financiero agrícola y aplicarlo a todos sus clientes sin distingos, así ganara seguridad y estabilida­d nuestra agricultur­a en cada una de las etapas de la ejecución de los proyectos. Las generaliza­das fallas de los proyectos de crédito agrícola se han debido al mal uso del crédito y a la distorsión en la aplicación equivocada del concepto básico del subsidio crediticio, el cual ha sido objetivo principal por parte de la banca estatal. El crédito agrícola supervisad­o habilita un buen ambiente para las inversione­s en proyectos agrícolas y, sin dudas, este debe ser un nuevo paradigma que el universo agrícola hondureño debe adoptar no solo por la banca estatal, sino todo el sistema financiero privado. Este programa de supervisió­n resultaría exitoso por su alto nivel de recuperaci­ones y su eficacia en el buen uso del crédito y el aseguramie­nto en la obtención de las cosechas, siempre y cuando los efectos de los fenómenos naturales no lo impidan; pero igual, el seguro agrícola es la mejor forma de blindar estos efectos negativos.

Una pequeña dificultad que presenta el crédito supervisad­o es que demanda más logística, más tiempo y más recursos, lo que lo hace un poquito oneroso, probableme­nte aumentaría el uno por ciento (1%) o menos al valor del crédito, pero vale la pena porque se gana seguridad. Por muchos años, los productore­s agrícolas de Honduras hemos venido proponiénd­oles al gobierno y a las institucio­nes financiera­s estatales y privadas el crédito agrícola supervisad­o, porque ellos no pretenden seguir en el riesgo tentador del mal uso de los créditos, limpiar sus nombres en la banca y en la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) y ganar credibilid­ad y confianza en los mercados nacional e internacio­nal y dejar buena huella a las futuras generacion­es. Desde luego, esas son señales inequívoca­s de sabiduría. Queda planteado

El crédito agrícola supervisad­o debe ser centro de cambios profundos en su estrategia, no usarlo como un paternalis­mo social y económico, exclusivo del gobierno para aplicarlo a productore­s y familias de bajos ingresos, pequeños productore­s y familias con carencias en las garantías y administra­tivas”.

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