Diario El Heraldo

La compleja sencillez de un cuento de Mario Amaya

“Terapia” es un relato en el que conviven la complejida­d y la sencillez con naturalida­d. Es también una muestra del talento de un joven narrador nacional

- Óscar Urtecho

Se trata de una historia sencilla, hasta que llegamos al párrafo final. Entonces hay una vuelta de tuerca sorpresiva y el lector desatento puede terminar desconcert­ado. Sirva esto como advertenci­a para leer “Terapia”, el cuento de Mario Amaya que publicamos hoy.

Las descripcio­nes son efectivas imágenes del ambiente y los personajes del relato: el escritor autocrític­o y la terapeuta empática. De fondo, como una música misteriosa, está la presencia de una mujer y la lluvia cayendo sobre el tejado. Todo este tejido de ficción, construido con elipsis argumental­es y un sutil sentimenta­lismo, resalta por la habilidad con que los diálogos se articulan con la narración y por una extraordin­aria concisión que le permite al autor desarrolla­r la historia rápidament­e, dejándole al lector algunas preguntas para que se entrometa para redondear el sentido del relato. Las espléndida­s imágenes que acompañan el texto son de Konstantin Kacev.

Las mujeres posan en ellas con un pudor liviano y sensual, en medio de un juego con la perspectiv­a que incrementa el erotismo y casi nos convierte en voyeristas. Los objetos del entorno y hasta la difuminaci­ón del cuerpo nos invitan a contarnos una historia, con la misma sutileza que el cuento de Amaya.

Terapia

El murmullo ahogado de los ancianos que esperan, el incesante llanto de los niños y el frío provocado por la potencia del aire acondicion­ado. Merkel maldice que la doctora Susie tenga su consultori­o en un hospital. La secretaria sale y le indica que ha llegado su turno. Merkel se adentra en el consultori­o al mismo tiempo que guarda su móvil. La doctora lo mira, le sonríe mientras le estrecha la mano. Merkel la mira de arriba abajo, como hace cada vez que conoce a una nueva persona, analizando los detalles en su postura: trigueña, pelo lacio hasta la altura de su quijada, y una ternura en su mirada que le da confianza. Se sienta en el sillón y apoya sus codos sobre sus rodillas, se acomoda los lentes y entrelaza sus dedos, listo para comenzar la sesión.

Esta dinámica es completame­nte nueva para él, pero no es nada de lo que Sofía no le hubiese hablado en el pasado. La doctora Susie comienza preguntánd­ole por su trabajo. Tengo un buen trabajo, afirma Merkel, los horarios son muy flexibles y los beneficios muy buenos. Las preguntas que allanan el camino hacia el lugar donde debería prestar la mayor atención continúan: sus pa- satiempos, sus amis- tades, sus relaciones románticas, sus cua- lidades como perso- na y, por último, su familia. Sus manos continúan entre- lazadas entre sí a la altura de sus rodillas. ¿Tiene problemas para dormir? Sí, de vez en cuando. ¿Y qué es esto que le da problemas para dormir? En ocasiones sueño con una mujer con quien tuve un acercamien­to amoroso que concluyó aproximada­mente tres años atrás. La mayoría de estos sueños son tan vívidos y contienen tantos detalles que me resulta difícil distinguir­los de la realidad. ¿Cómo conoció a esta mujer? La conocí en la boda de mi mejor amigo, enlazamos de una forma increíble, teníamos química, compartíam­os intereses culturales, no amorosos. Ella estaba en busca de algo formal, yo de algo divertido. Al cabo de dos meses encontró alguien con quien tener un compromiso más formal, ella me lo comunicó y yo adopté una postura de orgullo de la cual ahora me arrepiento. ¿Cómo se sintió cuando ella le comunicó esto? Me sentí triste. Yo había aprendido a quererla, pero no quería demostrarl­e eso, sino todo

Este cuento tiene un final sorpresivo que obliga a una o dos relecturas. Una de las virtudes del relato: descripcio­nes breves y precisas.

lo contrario.

El tono y la intensidad en la voz de Merkel ya no son los mismos, parece haber entrado en un terreno poco fértil que le hace ver vulnerable. ¿Y ha sabido algo de ella desde entonces? Merkel se toma un respiro, separa sus manos, y se impacienta por la incesante vibración de su móvil en su bolsa izquierda. Lo último que supe es que se comprometi­ó. ¿Y nunca volvió a hablar con ella? ¿Qué sentido tendría hacerlo? Ella está feliz con su prometido, yo cometí un error y estoy aprendiend­o a lidiar con él. Yo le aconsejarí­a que se ponga en contacto con ella, lo peor que le puede pasar es que le diga que no quiere saber nada de usted, pero al menos eso servirá para cerrar ese ciclo. La doctora le comunica que la sesión ha llegado a su fin, que lo espera la próxima semana. ¿Siempre a la misma hora? Sí, siempre a la misma hora.

Los días pasan y Merkel finalmente decide que lo mejor es escribirle a Sofía. Coge el móvil entre sus manos temblorosa­s, busca su perfil en tuiter y le envía un mensaje relativame­nte largo. Esa misma noche, en medio de una tormenta que no haría más que hacer del día siguiente uno muy caluroso, su móvil comenzó a sonar; en la pantalla apareció un número desconocid­o. Cuando escucha la voz del otro lado del móvil una felicidad indescript­ible lo invade por dentro. Cuando la llamada termina, siente que el vacío que lo ha estado devorando por dentro comienza a llenarse. Se recuesta en su cama y se sumerge en una meditación profunda. Suelta el bolígrafo, se recuesta sobre la silla, se sacude los párpados y levanta las dos hojas que acababa de escribir, sujetándol­as de esquinas opuestas. Termina de leerlas y se convence de que cada día escribe peor; definitiva­mente no está hecho para la ficción autobiográ­fica. Toma el encendedor y justo al momento de prenderle fuego, lo detiene el sonido de su móvil, que apenas alcanza a escuchar producto del ruido provocado por la lluvia cayendo sobre las láminas del techo. Apaga el encendedor y, con un nerviosism­o escéptico, se abalanza a contestar la llamada provenient­e de un número desconocid­o

En los párrafos finales hay una especie de autocrític­a literaria. El enredo amoroso del protagonis­ta es manejado sutilmente, sin cursilería.

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 ??  ?? Konstantin Kacev es un pintor moderno, pero en sus imágenes hay un perfecto equilibrio clásico. Kacev pinta objetos fuera de contexto en armonía con el resto de los elementos del cuadro. Crea así una especie de belleza surrealist­a y melancólic­a.
Konstantin Kacev es un pintor moderno, pero en sus imágenes hay un perfecto equilibrio clásico. Kacev pinta objetos fuera de contexto en armonía con el resto de los elementos del cuadro. Crea así una especie de belleza surrealist­a y melancólic­a.
 ??  ?? Sus pinturas, donde los detalles son trabajados con obsesión, cuentan historias que trasciende­n las imágenes. HISTORIA EN LAS IMÁGENES
Sus pinturas, donde los detalles son trabajados con obsesión, cuentan historias que trasciende­n las imágenes. HISTORIA EN LAS IMÁGENES
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La armonía en la composició­n y la fluidez de los cuerpos (la vista pasa de uno a otro con naturalida­d) definen el arte de Kacev.

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