La victoria que los afganos aún celebran
Los veteranos de la guerra ruso-afgana anualmente conmemoran la victoria contra las fuerzas soviéticas que no tuvieron otra opción que retirarse en 1989
La última vez que Abdul Karim vio a soldados del Ejército Rojo fue en una zona montañosa helada del valle de Panjshir, bastión del comandante muyahidín Masud, cuando era un joven combatiente e iba armado con un fusil Kalashnikov.
“Oí entonces a Ahmad Shah Masud decir por walkietalkie que los rusos se habían retirado (de la zona) y que podíamos bajar”, cuenta a la AFP 30 años después en el valle donde todavía hay carcasas de tanques, cañones y camiones soviéticos.
El último contingente soviético se fue del país años más tarde, el 15 de febrero de 1989. En una decena de años de ocupación, la URSS perdió 15,000 hombres, muchos de ellos en combates encarnizados en Panjshir.
Para Abdul Karim, la paz duró poco. Los rusos se fueron, pero Afganistán entró en guerra civil y el joven acabó de nuevo en el frente.
Pasaron tres décadas, pero los afganos que vivieron ese período sangriento temen un escenario similar cuando Estados Unidos repatrie a sus aproximadamente 14,000 soldados, como parece tener la intención de hacer según se desprende de sus negociaciones con los talibanes.
Para los muyahidines de Panjshir, al norte de Kabul, las similitudes entre las dos épocas saltan a la vista.
Masud atrajo a los soviéticos a un terreno montañoso y escarpado. Los obligaron a retroceder en nueve ocasiones. Casi 20 años después de su muerte, el 9 de septiembre de 2001 a manos de miembros de Al Qaida, sigue siendo un héroe nacional. Su fallecimiento se conmemora cada año con un día festivo.
En la carretera que lleva a Panjshir se ven grandes retratos suyos, junto a los restos de tanques y de helicópteros soviéticos. Un “cementerio de imperios”, resume un exmuyahidín, Mohamad Mirza.
Táctica
Ha pasado mucho tiempo, pero los hombres de Masud siguen hablando con orgullo de la genial táctica de su jefe, convertido en un maestro en el arte de la emboscada y de la guerra de desgaste.
“Nueve veces lo intentaron (apoderarse del valle) y nueve fracasaron”, relata otro exmuyahidín convertido en alto mando de la policía y que pidió permanecer en el anonimato.
En su teléfono va pasando las viejas fotografías propias y de otros combatientes durante una fiesta en la que celebraban la capitulación de los soviéticos. “Claro, nos fuimos de
El último contingente soviético salió de Afganistán el 15 de febrero de 1989.
fiesta, como todos los países celebran sus grandes victorias”, afirma. “Pero siempre recordaré a todos los que perdimos. No puedo olvidarlo”, añade, melancólico.
Wali Mohamad tenía 14 años cuando se hizo muyahidín. Para él, cada aniversario de la retirada soviética es como “un recuerdo de que quienquiera que invada este país correrá la misma suerte”.
“Después de la partida de los rusos estábamos seguros de que llegaría la paz. Pero nuestros vecinos y las potencias regionales tienen sus propios intereses”, afirma Mohamad.
Abdul Karim estaba menos seguro: “Estábamos felices de que un enemigo se hubiera ido, pero sabíamos que la guerra no había terminado”, afirma, con un rosario en la mano y un pakol (gorro de lana tradicional) en la cabeza.
Débil y dividido
El armazón oxidado de un blindado soviético está enterrado a medias en la nieve, con un grafiti en el que se lee “Larga vida a Afganistán. Muerte a los talibanes”.
El valle de Panjshir sufrió menos que otras provincias la violencia que destrozó Afganistán después de 1989. Pero la perspectiva de una retirada estadounidense y de un regreso de los talibanes en un contexto de fuerte división entre las autoridades en Kabul aviva el temor a que se repita la historia.
El hijo de Masud, Ahmad, reconoce que su padre ya “tenía dudas” ante la rapidez de la retirada soviética, porque el país estaba muy dividido y el gobierno era demasiado débil para controlarlo.
“Temía que eso llevara a Afganistán a un caos todavía mayor y eso es exactamente lo que ocurrió”, lamenta el joven de 29 años en un mensaje de Whatsapp enviado a la AFP. “Pensaba que los rusos se iban demasiado pronto de Afganistán”.
Graeme Smith, analista del International Crisis Group, afirma que los muyahidines son conscientes del peligro y “no quieren que se repita”.
El excomandante Mirza, sentado en un viejo tanque abandonado en la carretera, es de pocas palabras: “el día que se fueron fue triste y alegre a la vez”, y “ahora que Estados Unidos decidió irse, tememos que se repita”