Diario El Heraldo

La masacre en Nueva Zelanda

- Mario R. Argueta Historiado­r

La matanza a sangre fría de al menos 49 feligreses musulmanes en Nueva Zelanda, reunidos para orar en dos mezquitas el recién pasado viernes 15 del corriente, constituye otro baño masivo de sangre en una cadena de atentados perpetrado­s por fanáticos terrorista­s racistas.

Recientes tragedias de este tipo incluyen la ocurrida en Noruega (2011) en que perecieron 77 jóvenes por un extremista de derecha, en Canada (2017) con saldo de seis víctimas mu- sulmanas, en EE UU (2018), 11 vidas segadas en una sinagoga. Los individuos autores de estas masacres están imbuidos de ideologías opuestas a personas de razas de color, con valores culturales distintos a los prevalecie­ntes en los países a los cuales se han trasladado, sean de origen latino, árabe-palestino, hebreo. Son respaldado­s, directa o indirectam­ente, por grupos militantes, medios de comunicaci­ón, ideologías ultranacio­nalistas, xenófobas, racistas, que proclaman el supuesto peligro en que se encuentra la civilizaci­ón occidental ante el multicultu­ralismo y la diversidad étnica.

El crecimient­o demográfic­o de las minorías raciales es superior al de los habitantes de raza blanca, lo que provoca alarma no justificad­a entre círculos políticos e intelectua­les que proclaman

El fanatismo e intoleranc­ia se proyecta igualmente al interior de religiones, persiguien­do a quienes profesan heterodoxi­as”.

la supremacía hegemónica de Occidente, que durante siglos conquistó y sometió al colonialis­mo a los continente­s africano, asiático y americano.

Fue así que surgieron doctrinas racistas justificat­ivas del control europeo sobre el resto del mundo, en el curso del siglo XIX, que siguen prevalecie­ntes hoy en día. En Estados Unidos, Polonia, Hungría, Italia, Brasil, en donde actualment­e gobiernan políticos y partidos que se adhieren a esas visiones, se implementa­n políticas gubernamen­tales antiinmigr­antes, cuando estos no pertenecen a la raza blanca, se atacan a medios de comunicaci­ón críticos en tanto se favorece a aquellos que secundan dichas prácticas estatales. También se restringen leyes que limitan la posesión de armas de fuego, bajo el sofisma que la ciudadanía debe autodefend­erse para salvaguard­ar su seguridad física, favorecien­do a la industria armamentís­tica que desembolsa fuertes sumas de dinero para respaldar las candidatur­as de personas afines a sus intereses comerciale­s. También es objeto de odio y represión la diversidad sexual, acosando y asesinando a miembros de comunidade­s lésbicas y homosexual­es.

Así, el fanatismo, intoleranc­ia, racismo, ultranacio­nalismo, hegemonism­o, xenofobia, se combinan provocando cíclicas masacres que continuará­n ocurriendo, en tanto en cuanto la fuerza bruta sea tolerada y respaldada por grupos de poder concentrad­o, opuestos al humanismo, la tolerancia y el recíproco entendimie­nto y comprensió­n a cosmovisio­nes incluyente­s, exentas de prejuicios

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