“Me estaba quemando vivo”
Testimonio EL HERALDO recoge el conmovedor relato del bombero Ever Velásquez, el único sobreviviente del incendio forestal de hace un año, que terminó con la vida de cuatro apagafuegos.
“PODÍA SENTIR EL OLOR A CARNE QUEMADA, SENTÍA EL ARDOR HORRIBLE EN MI CUERPO”
El día antes del infierno
A las 5:00 de la mañana suena la desesperante alarma, esa misma que entre dormidos y despiertos (a veces más lo primero) nos hace exclamar (a veces con malas palabras) “cinco minutos más”.
El 24 de abril, Ever se levantó y fue directo al baño. Mientras se arreglaba, encendió la televisión y puso las noticias, en la radio sonaba bachata, ese ritmo alegre y pegajoso que lo invita a uno a bailar, “aunque sea con el palo de la escoba”, dice, pero tenía que apresurarse para su jornada laboral.
El día pintaba sereno para el apagafuegos en la Escuela Nacional de Bomberos Comandante Óscar Rodríguez Gómez, ubicada en el barrio Morazán, donde están las oficinas centrales.
A las 6:40 de la mañana salió de su casa en la colonia Abraham Lincoln, al noroeste de la capital, y pasados minutos de las 7:00 de la mañana ya estaba en la Escuela de Bomberos. Siempre procuraba estar antes de las 8:00 para evitar el irritante tráfico que logra poner de muy mal humor a los capitalinos, que abusan y desesperan aún más con las bocinas de sus carros.
“Llegué a la oficina y nos encargamos de coordinar cursos a nivel nacional, realizar el procedimiento administrativo y verificar que se desarrollara cada curso”, dice.
“Habíamos creado unos grupos de trabajo, al final del día dejé unos asuntos pendientes y me fui a las 4:00 de la tarde para mi casa”, recuerda este hombre que tiene en su cuerpo la huella de su heroísmo.
No hubo nada extraordinario ese día, el trabajo fue normal. No hubo presagios ni mensajes ni nada que hiciera advertir alguna tragedia. Los medios de comunicación inundaban con detalles del caso Collier, el primer puente peatonal subterráneo entraba en servicio y EL HERALDO denunciaba abusivos incrementos salariales en el Pani.
Con eso, Ever se fue a la cama, pensando más bien en su rutina laboral del 25 de abril.
El día del infierno
El 25 de abril del año pasado, el sol apareció en el horizonte de la capital con furia, pero eso a Ever no le llamó la atención, total es un bombero y los bomberos están acostumbrados al calor. Hizo todo de rutina y a las 6:40 salió de su casa con rumbo a la Escuela de Bomberos.
A las 8:00 en punto pasó a
Me estaba quemando vivo. Es una agonía, es un dolor, es horrible, fueron 45 segundos de estar en el infierno”.
formación junto a sus compañeros como de costumbre y empiezan a llamar para integrar el grupo de atención de incendios forestales, por si se llegaran a presentar. Días antes habían participado varios de ellos en apagar el fuego en zacateras y en sectores aledaños a la capital.
“Nos forman y hacen el llamado al grupo que tenía que asistir a las zonas en donde se registraran incendios ese día, pero dadas las circunstancias de la gran actividad que se había generado anteriormente,
“NOS PODÍAMOS ESCUCHAR LOS GRITOS EN DONDE ROGÁBAMOS A DIOS Y PEDÍAMOS AUXILIO. LOS CINCO NOS DISPERSAMOS, DESESPERADOS... YA UNA VEZ ESTANDO EN LLAMAS, LA SENSACIÓN FUE ATERRADORA”.
solo estaba una persona de ese grupo, por lo que, los que estuviéramos disponibles teníamos que sumarnos. Al final solo fuimos nueve”, detalla.
-¡Tienen que estar pendientes! -ordenó un oficial de servicioSabemos que hay un incendio en La Montañita, pero aún no nos confirman si somos nosotros quienes tenemos que atenderlo, exclamó.
De manera inmediata, los bomberos se encaminaron hacia sus cubículos y en cuestión de segundos bajaron con el equipo en mano, comenzaron a organizar las herramientas por cualquier llamado, pues ese había sido el mandato: “Estar pendientes, pero alistar el equipo”, recuerda Ever ya intranquilo.
A decir verdad, Ever nunca debió estar en este grupo. Dos días antes había estado apagando dos incendios forestales en la capital y eso le daba la oportunidad de descansar ante la eventualidad del próximo siniestro.
“Tuve que ir a apagar un incendio allá por la carretera a Olancho, cuando veníamos de regreso hacia la estación nos comunicaron vía radio sobre otro desastre en el municipio de Santa Lucía, creo que por el sector del Cerro Brujo. Nos mencionaron que necesitaban apoyo, nos trasladamos a las 2:00 de la tarde, ese incendio sí estaba grandecito. Lo exterminamos a las 2:00 de la madrugada”, contó el valiente joven, quien nunca imaginó que esos eran los últihacia mos dos incendios con los que batallaba, pues en pocas horas toda su vida cambiaría.
A las 11:00 de la mañana del 25 de abril vinieron las instrucciones.
-¡Vamos para el incendio!fue la segunda orden que los socorristas recibieron por parte del oficial de servicio mientras se apresuraban a subirse a la unidad que los trasladaría las puertas de un infierno terrenal.
De inmediato salieron de la central de bomberos y llegaron a las 12:00 del mediodía, al kilómetro 14 de la CA-6, carretera que conduce de Tegucigalpa a Danlí, El Paraíso, al lugar conocido como La Montañita.
Ingresaron por un pequeño portón de color negro instalado una cuadra arriba de uno de los accesos a La Montañita y que conduce hacia una propiedad privada.
Reconstruyendo la tragedia...
Once meses después de la desgracia sembrada en este punto de la ciudad, EL HERALDO acudió al epicentro de la tragedia en compañía de Ever.
Solo fueron diez minutos de permanencia en el lugar, poco tiempo, pero el suficiente para que Ever recordara esos segundos de infierno, esos segundos en los que solo se piensa en la familia, esos segundos en los que se entrega el alma a Dios, esos segundos en los que se piensa en los compañeros. Esos segundos en los que uno cree que va a morir, esos segundos en los que uno cree que no hay marcha atrás. Esos segundos en los que la respiración se acaba…
-Recuerdo que por esta parte de la calle, mientras comíamos churros, íbamos bromeando sobre la Champions League con mis compañeros. Veníamos tranquilos porque para nosotros era un incendio más, dice.
-Lo apagaríamos a la brevedad y nos iríamos temprano a ver el partido del Real Madrid, recuerda mientras era conducido con el equipo de EL HERALDO al sector del siniestro.
Durante el recorrido por la estrecha pero bien conservada calle se aprecian diversas cosechas de hortalizas, que le brindan llamativos pigmentos a cada extremo del montañoso sector.
-Esa plantación que ve ahí (indica hacia el lado derecho) estaba llena de tomates (detalla tras pasar por una parcela que actualmente está marchita). Ya había humo cerca, por eso nos comenzamos a preocupar, porque había una gente sembrando que no quería salirse, pese a que le dijimos que no debían permanecer en ese sitio.
Minutos más tarde...
La unidad de EL HERALDO arribó al mismo sector donde la cuadrilla de nueve bomberos, dirigida por Sergio Madrid, tuvo que abandonar el automóvil para caminar casi una hora montaña adentro y, llegar hasta el inmenso dragón de mil cabezas, que disparaba enérgicas llamas por todos lados.
“Llegamos hasta donde están estos cultivos y nos metimos por esta quebrada (que en ese entonces estaba seca). Ese día este sector lucía como ahora: verde. Desde aquí se miraba el humo, por eso lo que hicimos fue rodear el otro extremo para ver de qué forma se podía apagar”, confiesa el apagafuegos mientras recuerda con dolor la pesadilla.
Frank obilson santos Edad 31 años Sargento póstumo
Formó parte del Cuerpo de Bomberos durante 10 años.
“Mi sargento era bastante cómico, su forma de enseñar era única y nos incentivaba porque muchos le teníamos miedo a flotar, entonces él nos daba ánimos. Creo que era el compañero que más nos hacía reír, siempre buscaba de qué hacer broma, aburrirse con él era imposible”.
óscar Fernando madrid Edad 34 años Sargento póstumo
Formó parte del Cuerpo de Bomberos durante 13 años.
“El siempre fue una persona bastante cristiana. Cuando tuve la oportunidad de conocerlo, mi sargento Madrid ya asistía a la iglesia. Era muy tranquilo y nunca hizo bromas con doble sentido. Recuerdo que con él se podía conversar mucho y siempre recibir un buen consejo”.
Felipe santiago varela Edad 43 años Subteniente póstumo
Formó parte del Cuerpo de Bomberos durante 15 años.
“¡Uff! Él era bastante estricto y exigente, pero era muy bueno trabajar junto a él. Cada vez que fallábamos, él nos señalaba nuestras equivocaciones y nos decía de qué forma se podía mejorar. Siempre fue una persona seria; sí bromeábamos, pero de manera normal”.
josué vargas Edad 45 años Subteniente póstumo
Formó parte del Cuerpo de Bomberos durante 14 años.
“Era muy tranquilo, le gustaba bastante el fútbol y cada vez que lo miraba le decía: ¡Reto, reto, reto!, lo que para él significaba que fuéramos a jugar pelota. Tuve la oportunidad de que él fuera uno de mis instructores durante saqué el curso básico. Me gustó mucho el haber compartido con él ese momento”.