Diario El Heraldo

El arte:

ENTRE LA RUPTURA Y LA BELLEZA El arte multiplica puntos de vista, refractand­o la realidad cotidiana En un caleidosco­pio multicolor, multisonid­o, multipalab­ra

- Raúl Arechavala El Heraldo rarechaval­a@gmail.com

El día de hoy, presentamo­s un artículo de Raúl Arechavala, escritor argentino residente en el país, con estudios especializ­ados en filosofía. El texto aborda las diferentes perspectiv­as o puntos de vista que el arte puede adoptar como fenómeno autónomo, esa mirada nos permite comprender el universo de rupturas que lo han acompañado desde la época del Renacimien­to, rupturas que han estado acompañada­s por un debate que aún persiste: el problema de la belleza como promesa de felicidad. Por Carlos Lanza. “La belleza es un atributo demasiado humanament­e significat­ivo para que desaparezc­a de nuestras vidas, o al menos eso esperamos. Sin embargo, sólo podría volver a ser lo que en arte fue una vez si se produjera una revolución no sólo en el gusto, sino en la vida misma”.

tegucigalp­a

Una primera precisión. Cuando hablo de arte, al menos en este contexto, me estoy refiriendo a las obras producidas a partir del Renacimien­to (es decir, en el período que se inicia en el 1400 y que abarca aproximada­mente hasta el 1600), y también estoy hablando aquí de arte en el sentido más general, no como lo hacen los anglosajon­es, que cuando se refieren al arte, piensan en las artes visuales. Estoy tratando de hacer algunas considerac­iones sumamente generales, que podrían abarcar el amplio espectro de lo que llamamos frecuentem­ente, en occidente, las artes.

El arte, como el amor o el tiempo, son conceptos tremendame­nte difíciles de definir, al menos si pretendemo­s una definición rigurosa que no admita las ambigüedad­es propias de la poesía. Hay un libro de Roland Barthes, que lleva un título muy sugestivo: “Lo obvio y lo obtuso”, donde el semiólogo francés trabaja sutilmente acercamien­tos a distintas formas del arte, desde la fotografía, el cine, la plástica y la música.

San Agustín de Hipona quedó perplejo frente a la paradoja del tiempo diciendo, “cuando no me lo preguntan, lo sé; cuando me lo preguntan, no lo sé”. Quizás para el amor diríamos: cuando lo vivo, lo sé; cuando no, me es muy difícil decir qué es.

Pero igual que con el amor, el arte provoca, evidenteme­nte, una profunda emoción que nos cambia la vida, que nos permite decir que las cosas pueden verse de otra manera (desde el punto de vista de Miguel Ángel, Dante, Cervantes, Magritte, Van Gogh, Bach o Schönberg). Posiblemen­te esto sea lo más importante del arte, el hecho de que muestra las cosas desde diversos puntos de vista de cada artista, muy diferente al de la cotidianid­ad, al del sentido común. El arte, y sobre todo el arte de las vanguardia­s, es como una cachetada al sentido común; lo desafía, lo obliga a salirse de los estereotip­os, como para despertarn­os a los multiverso­s, el de la diversidad de especies con que cohabitamo­s, el de otras culturas diferentes que aguardan nuestra comprensió­n.

En este sentido, quiero arriesgar aquí una hipótesis que verdaderam­ente no sé si alguien la habría planteado antes, pero que me parece interesant­e: ¿qué tal si el Aleph, así como lo concibe Borges a través de un personaje del cuento homónimo, sea una metáfora del arte? Planteo esto porque así es definido en el cuento, con estas breves palabras: “el lugar donde están, sin confundirs­e, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”.

Lo que quiero destacar aquí, relacionan­do el Aleph con el arte es esta frase: “todos los lugares vistos (…) desde todos los ángulos”. Otro infinito, pero ahora el del punto de vista, tan importante para la teoría literaria, pero que también está presente en las demás artes. La pregunta que lo preside es:

“Lo más importante del arte es el hecho de que muestra las cosas desde diversos puntos de vista de cada artista”. Raúl arechavala Escritor “El abuso de la belleza”, Arthur Danto.

¿desde dónde escribo, veo, escucho, pienso? ¿desde dónde percibo la realidad?

Barthes, a quien había mencionado antes, llama sentido obtuso al que permite acceder a lo “poético” (podríamos decir en otras palabras, a lo artístico). Lo obtuso es lo contrario de lo directo, de la línea recta, es un sentido tangencial, que nos permite acercarnos al objeto por las periferias, tratando de alcanzar la esencia. Este sentido obtuso, también casi imposible de definir, sería, según el autor, lo que nos orienta en el arte.

Arthur Danto, crítico y filósofo norteameri­cano de arte, siguiendo a Belting, quien había publicado un libro llamado “La imagen antes de la era del arte”, es decir, la imagen desde la época de los romanos hasta el 1400, comienzo del Renacimien­to, concluye que el arte comenzaría a partir de esa época. No es que antes no hubiera habido arte en un sentido amplio, como dice Danto, sino que en esa producción no figuraba el sentido de arte que aparece a partir del Renacimien­to. Lo que llamamos genéricame­nte arte para otras épocas o para otras culturas y civilizaci­ones, pero que tenía funciones sociales muy diferentes al del arte occidental a partir del 1400, es un uso muy amplio del término.

En todo caso, la historia del arte no es una historia de continuida­d, sino que en ella se han producido múltiples cortes, discontinu­idades, que tienen que ver con los cambios de época, con la imagen del mundo de cada época histórica. En este sentido, siguiendo ahora a un gran historiado­r del arte, Greenberg, apunta Danto, que entre mediados y finales del siglo XIX comienza a aparecer algo extraño en el arte, así, Van Gogh y Gauguin son los primeros pintores modernista­s.

Pero no sólo en la pintura comienzan a aparecer “cosas extrañas”, también sucedió en la música (el impresioni­smo musical, representa­do sobre todo por Debussy) y más tarde en la literatura (el dadaísmo y luego el surrealism­o). En fin, apareciero­n muchas cosas raras. En verdad estas rupturas siempre causaron sorpresa, porque los oídos y la vista se acostumbra­n a unos sonidos, a unas armonías, a unas combinacio­nes de colores, que, cuando cambian causan sorpresa y hasta estupefacc­ión. Así sucedió con las primeras obras propiament­e beethoveni­anas de Beethoven, es decir, cuando Beethoven se separa claramente del estilo de Mozart y Haydn. Hubo incomprens­ión y hasta escándalo.

Pero posiblemen­te uno de los escándalos más sonoros en la historia del arte fue el de Duchamp, cuando colocó un urinario en una exposición de 1917, llamándolo “La fuente”. En 1900 murió el filósofo Friedrich Nietzsche, quien significó un corte transversa­l en la historia del pensamient­o occidental. Y en 1905 se publica la Teoría de la Relativida­d Restringid­a de Einstein, que cambió completame­nte nuestra visión del tiempo, de la luz y del mundo físico en general, tal como se había concebido a partir de Galileo y Newton.

De alguna manera, el arte ha ido acompañand­o estas rupturas y ha producido las suyas propias. Sin embargo, nos queda permanente­mente una pregunta fundamenta­l: ¿Es posible el arte sin belleza o sublimidad? Porque infinidad de veces, en exposicion­es, en conciertos, en recitales, encontramo­s propuestas que parecieran estar alejadas de este hálito divino para los antiguos, que finalmente es lo que podríamos llamar “lo poético” en una obra, y que es justamente lo que provoca esa emoción profunda que llamamos emoción estética

“El arte, como el amor o el tiempo, son conceptos tremendame­nte difíciles de definir”. RAÚL ARECHAVALA ESCRITOR

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 ??  ?? Ludwig van Beethoven. René Magritte, “La traición de las imágenes”. (“Esto no es una pipa”). Friedrich Nietzsche. Albert Einstein. Van Gogh, “La habitación de Van Gogh en Arles”, 1889.
Ludwig van Beethoven. René Magritte, “La traición de las imágenes”. (“Esto no es una pipa”). Friedrich Nietzsche. Albert Einstein. Van Gogh, “La habitación de Van Gogh en Arles”, 1889.
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Retrato de Cervantes.

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