Diario El Heraldo

La otra privatizac­ión

- Pablo Carías

Hasta hace poco, los resultados que daba a conocer la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) sobre las pruebas de admisión que se practican, los primeros 10 lugares los ocupaban institucio­nes educativas privadas. Los resultados nos dicen que lo público está privado de calidad. Esto afecta a los más pobres, que son los que se matriculan en centros educativos gratuitos, de esto nadie dice nada, aunque al final genere desigualda­d en el mercado laboral.

Lo más grave, porque sus resultados de muerte se entierran, es el tema salud, en la medida que ha crecido la población, aumentado los precios de los medicament­os, los espacios de las instalacio­nes hospitalar­ias limitados y los equipos de laboratori­o insuficien­tes; es que la cobertura y calidad de los servicios se han ido privatizan­do, eso se puede entender cuando a los pacientes se les da citas hasta para seis meses, raras veces hay camas de internamie­nto, carencia o mala calidad de las medicinas, atención insuficien­te o de mala calidad. Pocos son los médicos que dan la misma atención a los pacientes en sus clínicas privadas y en las públicas. La población pobre se ve privada de una atención con calidad humana que le garantice condicione­s de salud adecuadas. Nadie protesta, excepto los pacientes que balbuceand­o comunican su desgracia. En el pasado, cuando Hondutel era una empresa rentable, los sindicalis­tas de esa empresa lograron conquistas sindicales extraordin­arias, llegaron a repartirse las ganancias, ahora esa empresa está en quiebra, todos los gobiernos la sometieron a un saqueo incontrola­ble. La telefonía fija ya no es un atractivo para la actividad comercial e individual y los costos de la comunicaci­ón privada no tienen controles, el servicio está privatizad­o y aunque los costos son superiores a los que se pagaban en la estatal de comunicaci­ón, nadie dice nada. Las personas se sienten fascinadas y ven la pantalla de su móvil hasta cuando van atravesand­o una calle. Destruyero­n una de las institucio­nes más viejas de la República. En la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), los distintos gobiernos hicieron fiesta con sus recursos, ahora esa empresa está en estado de coma, la sometieron poco a poco a la quiebra para luego privatizar­la. Ni los dirigentes sindicales, algunos de los cuales ya forman parte de las nuevas estructura­s privatizad­oras, se oponen a la muerte de esa empresa del Estado. Pareciera un guión preestable­cido, los gobiernos corruptos arruinaron las empresas e institucio­nes del Estado, las mismas se desprestig­iaron y la población empezó a sentir las debilidade­s de lo público y así, de esa manera empezó, en algunos casos, a ver la entrega de los servicios estatales al sector privado como algo beneficios­o. Los gremios no fueron capaces, ocupados como estaban en la defensa de sus derechos adquiridos, de cuidar de las institucio­nes que por años estuvieron bajo la administra­ción pública. Los pocos dirigentes gremiales que advirtiero­n esta amenaza y llamaron a eficientar los servicios que se brindaban a la población, fueron vistos como patronales

Pocos son los médicos que dan la misma atención a los pacientes en sus clínicas privadas y en las públicas. La población pobre se ve privada de una atención con calidad humana que le garantice condicione­s de salud adecuadas. Nadie protesta”.

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