país soñado Respiración artificial para la región
Que un trabajador en Estados Unidos gana diez veces más que uno en Honduras, lo sabíamos; que un grupo privilegiado de ricos consiga setenta veces más que los pobres, lo intuíamos. Cifras desoladoras de una desigualdad aplastante que ahora están en un programa de la Cepal, para sacarnos de la inhumana miseria y detener la forzada emigración.
Pero irse del país es más profundo que solo dinero, tiene que ver con décadas de explotación, marginación, falta de oportunidades, desesperanza, en las que los estadounidenses tienen mucho que ver por la histórica expoliación de nuestras minas y las mejores tierras de cultivos, con la complicidad de infames funcionarios hondureños.
La Cepal pertenece a la ONU, y aunque no señala culpables, conoce como nosotros las causas de la miseria: el bajo crecimiento económico, un incontrolable aumento demográfico, el contrasentido de sequías e inundaciones, la ensañada violencia, la diferencia salarial con Estados Unidos. Implícitos la corrupción y el narcotráfico.
Ya lo sabíamos, no solo por las indiferentes estadísticas y los costosos estudios, si no porque lo vemos en las calles pidiendo lo que sea, en la desesperación buscando trabajo, en la indignidad aceptando lo que ofrezcan, en la mesa comiendo lo que caiga, en los cerros pobres afeando el urbanismo, en las balaceras dándole mala fama a la ciudad.
La propuesta comienza cambiando el lenguaje, el estigma habitual de Donald Trump y tantos otros, que los inmigrantes son una amenaza para la “seguridad nacional”, para tratarlo como un asunto de seguridad humana, la defensa de sus medios de vida y el respeto a los derechos humanos.
Poniéndonos prácticos, se necesitan diez mil millones de dólares anuales durante una década, para el desarrollo económico y social de la zona mesoamericana, básicamente las tierras de los antiguos mayas, desde el sur de México, Guatemala, El Salvador y Honduras.
¿De dónde saldrá tanta plata? La idea de la Cepal es que cada país destine el 25% de su PIB para inversión productiva, pública y privada, nada fácil; además, pretende que Estados Unidos y Canadá inviertan, si al final son los destinos habituales de nuestros emigrantes y lo que frunce el ceño de sus gobernantes.
Estamos claros que no serán la generosidad y el humanismo que muevan a gringos y canadienses, si no representamos su interés geopolítico no habrá nada. Recuperaron la Europa de posguerra por su propia sobrevivencia; dejaron fuera a Japón porque no ofrecía nada, hasta que la guerra de Corea obligó a comprarles y propiciar el desarrollo fantástico de la isla.
Contra la pobreza: industrialización, tecnificación agrícola, eliminar barreras comerciales, inversión invasiva en salud, educación, vivienda y pensiones. Si fuera cierto, y que la emigración dejara de ser la única salida para tantas víctimas de la desigualdad, violencia, miseria, olvido
Contra la pobreza: industrialización, tecnificación agrícola, eliminar barreras comerciales, inversión invasiva en salud, educación, vivienda y pensiones”.