Urge el diálogo
Los dirigentes de los gremios de docentes y médicos y las autoridades gubernamentales deben hacer un alto para reflexionar sobre los alcances de sus movimientos reivindicativos de derechos frente al daño que causan a miles de usuarios de los servicios públicos de educación y salud a nivel nacional.
Las escuelas se están cayendo, no hay material didáctico, mucho menos cuentan con la añorada tecnología que marca la pauta de los procesos educativos en las países industrializados, desarrollados y los que no, pero que tienen entre sus apuestas educar a sus generaciones en consonancia con lo que demanda el mercado laboral mundial. Los hospitales carecen de medicinas, a tal grado que en muchos de los centros asistenciales no hay ni acetaminofen para calmar un dolor corporal, tampoco hay gasas o el equipo médico necesario para operaciones. Los ascensores están malos, las calderas también. La situación es crítica. Ambos sistemas están al borde del colapso. Lo saben las autoridades, lo saben los dirigentes magisteriales y los médicos; lo viven en carne propia quienes no cuentan con los recursos para mandar a sus hijos a las escuelas o ir a una clínica privada a buscar atención a sus dolencias. Por ellos, los que menos tienen, es urgente que todos los involucrados en el actual conflicto hagan un alto y busquen las avenidas de acercamiento entre las partes para -de una vez por todasbuscar salidas fiables a la problemática. Es urgente que lo hagan. Los más de dos millones de estudiantes merecen volver a las aulas de clases, y no solo eso, recibir una educación de calidad. Las puertas de los hospitales y centros de salud deben abrirse para brindar a los hondureños y hondureñas la atención digna y humana que se merecen.
Las autoridades del gobierno están obligadas a garantizar esa atención, a poner los recursos a disposición de la ciudadanía, a manejar transparentemente esos presupuestos, y los docentes y médicos, con todos los recursos disponibles, a cumplir con las labores para las cuales han sido contratados