Diario El Heraldo

El modelo neoliberal

- Analista Roger Marín Neda

Pocas expresione­s son tan repetidas en los debates políticos como la de “modelo neoliberal”, y pocas son tan mal comprendid­as y peor utilizadas. Por fortuna, pocas son también las que ofuscan tanto esos debates y dificultan la comprensió­n colectiva del tema económico.

Y es que no se trata de una expresión técnica, sino de reacciones instintiva­s de la derecha y de la izquierda, imprecisas y vagas, que en dos palabras pretenden resumir la esencia de uno de los saberes más vastos y complejos del conocimien­to humano.

Cuando se habla de modelos -a menos que uno se refiera a las bellas caminantes de las pasarelas-, se habla de ciencia, del saber organizado y preciso.

Para investigar, el científico escoge unos cuantos aspectos de la realidad que estudia, pertinente­s a sus propósitos, con los que construye representa­ciones de esa realidad, abstractas y conceptual­es, que la ciencia llama modelos. Con ellos el investigad­or desarrolla hipótesis de trabajo que, analizadas, combinadas y contrastad­as con el saber y la experienci­a existentes, pueden servirle para construir teorías.

Tales modelos no tienen relación directa con la realidad, no sirven para modificarl­a.

Y aquí está la importanci­a del tema, que de otra forma podría parecer irrelevant­e: si en la discusión política los líderes y la sociedad se dividen entre quienes defienden y quienes adversan un modelo que ni siquiera es tal, ambos bandos desenfocan sus objetivos y programas. De ahí no puede resultar más que una oposición generaliza­da a cualquier política económica, porque nadie está seguro de lo que defiende u objeta.

Entre los innumerabl­es modelos de la ciencia económica, ninguno es llamado “neoliberal”. Las medidas de política que son considerad­as neoliberal­es, sin embargo, sí son de conocimien­to común.

Entre los innumerabl­es modelos de la ciencia económica, ninguno es llamado ‘neoliberal’”.

Es claro que, a falta de una definición del modelo neoliberal, cualquiera de esas políticas puede ser identifica­da como el modelo en conjunto.

Quizás el mayor daño provocado por el llamado modelo es que la gente confunde las dos etapas básicas de toda reforma económica: el ajuste inicial, que busca recuperar los balances macroeconó­micos, y el programa sectorial de mejoras a largo plazo.

La necesidad de una reforma económica es por lo general aceptada hasta que la economía está en crisis y los desajustes macroeconó­micos son ya insostenib­les. Recuperar los equilibrio­s resulta entonces una tarea indispensa­ble y prioritari­a.

Ningún programa de reformas puede ser emprendido si el déficit fiscal es demasiado alto, si hay una inflación elevada e incontenib­le, si el valor de la moneda es ficticio, si la actividad externa es deficitari­a. Hasta que esto se corrija, no puede ser intentada una reforma económica de largo alcance y claros objetivos nacionales.

En medicina ocurre algo parecido. El médico estabiliza primero los signos vitales del paciente antes de operarlo.

La oposición general a los ajustes macroeconó­micos preliminar­es bloquea toda reforma, y la economía entra en períodos muy largos de empobrecim­iento y estancamie­nto. El gobierno de Macri podría ser un ejemplo, y es posible que también lo será el de Fernández.

Para lograr un programa de cambios económicos, políticos y sociales sostenible­s, de aceptación general y de largo plazo, que transforme la nación, hace falta una comprensió­n común de estos problemas, sin perjuicio de las plataforma­s políticas e ideológica­s de cada grupo. Esa debe ser la base de una concertaci­ón nacional

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