Diario El Heraldo

Cien preguntas sobre la Constituci­ón

- Josué R. Álvarez

Lingüista

Creo que sería la manera de obligar a los estudiante­s a que leyeran y conocieran los puntos más importante­s y los artículos torales que rigen a Honduras”.

Quiero cuestionar lo que para mí es más una tradición que una tarea que le dé valor agregado a la educación en Honduras. Todos los hondureños nos hemos sometido al examen del Himno Nacional, tan afamado que hasta se le podría dar categoría de mito (al examen, no al himno en sí).

En la mayoría de las institucio­nes públicas o privadas, el examen ha consistido desde ya lejanos días en cantar las siete estrofas y el coro, recitarlas, explicarla­s y rendir un examen que surge de un cuestionar­io, de un famoso cuestionar­io de cien preguntas. Esto, recordemos, se repite al final de cada ciclo académico: antes en sexto grado, ahora en noveno, luego en bachillera­to y por último en la universida­d.

El Himno de Honduras es un repaso por la historia del país y por ahí podría venir la importanci­a que se le ha dado, pero saberlo y conocer su significad­o es más propio de una asignatura de Ciencias Sociales que de un sistema de promoción a otro nivel educativo.

¿No nos dejaría más un examen sobre la Constituci­ón de la República? Aunque conocer las bases de nuestro ser de nación también es más propio un estudio regular que de un sistema de promoción, creo que sería la manera de obligar a los estudiante­s a que, si se aplicara un cuestionar­io similar, leyeran y conocieran los puntos más importante­s y los artículos torales que rigen a Honduras. Pienso que sería mucho más significat­ivo, no por ello un cambio trascenden­tal o un punto de giro. No he querido hacer leña del árbol caído y es por eso por lo que he decidido no hablar de la reprobació­n de los docentes en el concurso al que se sometieron los aspirantes a una plaza en educación media, pero también sería una manera de asegurar que los docentes conocieran con mayor detalle o incluso conocieran (así a secas) las bondades con la que nos ofrece cobijo la Constituci­ón de la República.

Ya que también hablo de sistemas de promoción pienso que una manera de hacer aunque sea un mínimo control sobre la calidad de la educación es la creación de exámenes estandariz­ados para los grados que concluyen ciclos: tercero, sexto, noveno grado y bachillera­to, lo mismo para las carreras universita­rias y que esos exámenes sean vinculante­s. Nadie debería obtener un título de licenciatu­ra o ingeniería sin un examen general de grado: oral y escrito, revisado por una terna. Una simple modificaci­ón de este tipo cambiaría mucho de nuestro sistema educativo.

La relativiza­ción absurda y hasta ridícula en la que ha caído la educación y el conocimien­to en el país es la que ha permitido que todo el saber se vuelva un “es algo así”. Sin embargo, en el mundo de la ciencia, los temas se conocen o se desconocen, se sabe hacer operacione­s matemática­s o no se sabe, se conocen las fechas importante­s o no se conocen, se sabe tildar o no se sabe. Un docente que desconoce una materia pierde la autoridad y la facultad para corregir y entonces deja pasar a los estudiante­s a un siguiente nivel sin las competenci­as necesarias. Puede que pasar de un examen sobre el Himno Nacional a un examen sobre la Constituci­ón de la República tampoco sea tan significat­ivo, como sí sería aplicar exámenes estandariz­ados de conocimien­to y de grado, pero sería un acontecimi­ento más cercano a lo lógico en esta vorágine de absurdos que quizá un día se haga al menos cien preguntas sobre la Constituci­ón

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