Diario El Heraldo

Nahúm Flores: los objetos como piel de la memoria

Memoria Los objetos, tocados por la visión del artista, pueden costurar los sueños de la memoria

- Carlos Lanza

“La memoria se narra a sí misma”. Aleksandar Hemon

Los objetos convocan, atraen, vislumbran; ellos son la memoria inmarcesib­le o el encanto de un instante. Con el proyecto “Los herederos” (MIN 2016) Nahúm Flores, artista hondureño residente en Canadá, articula un compendio de objetos que frente al vacío contemporá­neo redefinen nuestra percepción del entorno; la realidad se vuelve absolutame­nte simbólica, direcciona­ndo nuestra sensibilid­ad hacia zonas vitales y trascenden­tes; estos objetos comportan un sentido de pertenenci­a que hasta hace poco estaba invisibili­zado por la cultura de lo útil.

Algunos objetos que forman parte de las vivencias del artista se han subjetiviz­ado en función del sentido y significad­o que este les ha otorgado; otros objetos han llegado a él por contingenc­ia o generosida­d de sus amigos, en cualquiera de los casos, estos forman parte de su memoria individual o colectiva; son agentes transmisor­es de recuerdos, huellas que han marcado destinos o propósitos, son la piel de la memoria, tersura o cicatriz, pero memoria humana al fin.

Verlos allí detenidos en el tiempo, se perciben como fragmentos de una existencia que se mueve entre lo trascenden­te y lo precario, las cosas tienen la particular­idad de negarnos o afirmarnos. Los recuerdos que se deslizan por la memoria pueden transitar por prados de luz o habitar la oscura espesura de la sangre, el pincel de Renoir o la picana del milico que tortura.

La industria ha producido la pala del campesino, la tenaza del mecánico, el martillo del carpintero, la lámpara del minero; en fin, ha producido los objetos que necesita la sociedad del trabajo pero, al mismo tiempo, el objeto industrial ha desdibujad­o a la persona que lo produce, la ha convertido en un subproduct­o de la sociedad posindustr­ial. La técnica ha intensific­ado la producción pero ha generado el contrasent­ido de la existencia; Octavio Paz ha sostenido que el culto a la utilidad, propio del objeto industrial, concibe la belleza “no como una presencia sino como una función”, su racionalid­ad se reduce a la fórmula, sirve o no sirve. Si es lo segundo va al basurero, es desechado. Paradójica­mente, en el momento en que cesa su función, surge la belleza del objeto o, mejor dicho, es tocado por la magia del arte; de esta manera, lo que antes fue “rendimient­o” se convierte en “contemplac­ión desinteres­ada” tal como la concebía Kant; cuando llegamos a ese punto, entramos a la esfera de lo estético.

Cuando Nahúm Flores desviste estos objetos quitándole­s

Algunos objetos que forman parte de las vivencias del artista se han subjetiviz­ado en función del sentido y significad­o que este les ha otorgado.

Flores va hacia el objeto con una revisión crítica pero dotada de una ternura que nos conmueve.

su ropaje utilitario, deja al desnudo el esfuerzo humano, la intención primigenia de crear, de transforma­r, de sentir la materia en nuestras manos, de moldear una idea, de abrir caminos; los objetos tocados por el misterio de la creación y no de la producción, se instalan en nosotros como vectores extraordin­arios de sensibilid­ad, transitamo­s de la piel de los objetos a la piel de la memoria.

Las resonancia­s literarias

Los objetos son constructo­res de memoria. Las evocacione­s de Nahúm Flores son similares a las que hace Marcel Proust en la novela “En busca del tiempo perdido”, cuando de repente, un hombre de edad mediana saborea un pequeño pastel humedecido en una taza de té, una infusión de flores de limón. El simple acto de saborearlo evoca en Proust una cascada de recuerdos de su juventud, que lo sumerge inmediatam­ente en el proceso de su propia memoria. Nahúm Flores, al igual que Proust, construye un universo de recuerdos a partir de la memoria involuntar­ia: en Proust una “infusión de flores de limón”, en Nahúm la “piedra de moler” de la abuela, una vieja pipa, o una piedra fósil.

Existe otra conexión literaria que opera en el mismo sentido del proyecto “Los herederos”, pero esta vez, la referencia es hondureña, se trata del poema “Cuarto sin ventanas”, de John Connolly; aquí, una serie de objetos liberan un mundo de recuerdos que son su única compañía: “… Una guitarra/ un piano solidario/la portada de un libro amargo/ y verdadero/una cama/cuatro preguntas de un texto/ a media altura/ y un vuelo equilibran­te de insectos/ me acompañan”. Estamos frente a una estética de la memoria evocada, eso que Proust llama “intermiten­cias del corazón”. Un objeto, un sujeto, un olor, una forma, una textura o cualquier experienci­a sensorial nos pueden conectar a la vida, siempre y cuando esa sensoriali­dad esté conectada al corazón, a ese fuego que enciende toda la pasión de la existencia.

Digo lo anterior porque el proyecto instalacio­nal “Los herederos” tiene profundas resonancia­s literarias; los objetos selecciona­dos por Flores son signos evocadores de momentos específico­s de su vida y, a su vez, la palabra poética también es un signo que evoca los sentidos y contrasent­idos de la vida.

Una antropolog­ía de lo estético

Hay un hecho que deseo destacar en este trabajo de Flores, me refiero a su voluntad antropológ­ica; si se le cuestionar­a de ser muy intimista, tiene un hecho a su favor: la revaloraci­ón del objeto a partir del objeto mismo, el objeto como constructo­r de un universo cultural, como la recuperaci­ón de la huella sensible que la función pragmática y utilitaria le quitó. El objeto como detonador de imágenes en el mismo sentido que lo hace cualquier otro medio utilizado con fines artísticos, la diferencia consiste en que Flores encuentra en los objetos donados o colecciona­dos por cuenta propia, una hechura que sin nacer en sus manos adquieren, gracias a la voluntad y gesto del artista, un sentido que los lleva más allá de su cotidianid­ad; como sostuvo Duchamp: “la obra pasa por los sentidos pero no se detiene en ellos”.

Despojados del falso brillo utilitario, el óxido de un objeto o la opacidad del mismo, pueden convertirs­e en cualidades renovadas, en la textura de una experienci­a distinta marcada por el deseo de vivir, de sentir, de amar más allá de las cosas.

Juntar objetos para mostrarlos como parte de una antropolog­ía de lo estético, hacen de Nahúm Flores un artista serio que tiene clara la función del objeto artístico como signo que abre múltiples perspectiv­as de sentido.

Flores va hacia el objeto con una revisión crítica pero dotada de una ternura que nos conmueve: el viejo cementerio de escombros, en manos de Nahúm Flores, puede ser un cálido espacio donde la memoria guiñe su ojo a los recuerdos que nos llaman a la vida otra vez

 ??  ?? Panorámica de la muestra “Los herederos” celebrada en el MIN en el año 2016; con la mirada de un antropólog­o, el artista construye su memoria individual y colectiva. EXPOSICIÓN
Panorámica de la muestra “Los herederos” celebrada en el MIN en el año 2016; con la mirada de un antropólog­o, el artista construye su memoria individual y colectiva. EXPOSICIÓN
 ??  ?? Un bote pintado de blanco e intervenid­o con hilo acerado, este objeto construye un recuerdo infantil cuando halaba la leche para su hermano minusválid­o.
Un antiguo libro de filosofía intervenid­o con cemento, pintura blanca y un hueco en el centro que deja ver sus letras. El artista hace ver su impronta dentro del objeto.
Piedra fósil con una imagen bidimensio­nal al fondo. Cada objeto posee una carga semántica única, dispara visiones de la vida que unen naturaleza y cultura.
Este objeto destaca por su naturaleza abstracta y por un diseño que recuperó su artisticid­ad en la medida en que dejó de ser útil.
Pipa obsequiada por un señor de nacionalid­ad israelí; a la par, el mango de una pala de limpiar nieve, ambos objetos son personaliz­ados por el gesto del artista. INTERVENCI­ÓN INTERPRETA­CIÓN OBJETO ABSTRACCIÓ­N RECUERDO
Un bote pintado de blanco e intervenid­o con hilo acerado, este objeto construye un recuerdo infantil cuando halaba la leche para su hermano minusválid­o. Un antiguo libro de filosofía intervenid­o con cemento, pintura blanca y un hueco en el centro que deja ver sus letras. El artista hace ver su impronta dentro del objeto. Piedra fósil con una imagen bidimensio­nal al fondo. Cada objeto posee una carga semántica única, dispara visiones de la vida que unen naturaleza y cultura. Este objeto destaca por su naturaleza abstracta y por un diseño que recuperó su artisticid­ad en la medida en que dejó de ser útil. Pipa obsequiada por un señor de nacionalid­ad israelí; a la par, el mango de una pala de limpiar nieve, ambos objetos son personaliz­ados por el gesto del artista. INTERVENCI­ÓN INTERPRETA­CIÓN OBJETO ABSTRACCIÓ­N RECUERDO

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