Juicio político provoca efecto bumerán en el dominio de Trump
La popularidad de Trump ha mejorado. La encuesta de Gallup del miércoles pasado señaló que la aprobación del presidente entre los estadounidenses había subido del 45% al 51%
Decorada con antigüedades de la Segunda Guerra Mundial y reconocible desde lejos por el cilindro de franjas blancas, rojas y azules, la barbería de Jason Romage llama la atención en esta calle comercial de Martinsburg, una ciudad de 17,000 habitantes en Virginia Occidental. “Tío Joe. Establecida en 1915”, reza el cartel de la entrada. Dentro, Romage elabora un moderno corte de pelo a un joven profesor de secundaria y rompe la norma tácita de un lugar así, que solo el cliente puede permitirse enredar con temas como la política, la religión o el deporte. Esta semana, al fin y al cabo, ha ocurrido algo demasiado excepcional en el país: la Cámara de Representantes, gracias a la mayoría demócrata, ha aprobado juzgar al presidente de Estados Unidos y, si lo determinase el Senado, destituirlo. “Este juicio político es muy partidista”, protesta Romage, de 50 años.
Donald Trump está acusado de abuso de poder por haber presionado a Ucrania -congelando ayudas militares inclusopara lograr que anunciase investigaciones sobre su rival político, Joe Biden, y el hijo de este, Hunter, a sueldo de una empresa gasista del país, mientras el padre era vicepresidente.
También afronta el cargo de obstrucción al Congreso por haber boicoteado la investigación sobre el caso. “Pidió que se mirase lo de Joe Biden, y es legítimo, un millón de personas, incluido yo, lo ven necesario. ¿Cuál es la verdad? No lo sé”, afirma. Pero el barbero entrará en todo eso más tarde.
La conversación arranca con elogios al local: un comercio con más de un siglo de historia, un lujo… Romage, muy afable, corta enseguida y aclara que, en realidad, el negocio abrió en 2015, pero, por cuestión de marketing, pone 1915.
“La verdad no es verdad”. Ya lo dijo el abogado personal de Trump, Rudy Giuliani, el pasado verano, fabricando ipso facto una cita legendaria que sirve para hablar de casi todo en Washington, pero que se refería a la negativa del presidente a testificar por la trama rusa. También serviría para el caso ucranio. Este ha provocado tal cierre de filas entre los republicanos, sin una sola grieta, que el pleito no parece objeto de debate jurídico, político o criminal, sino de pura lealtad al partido, la misma que se respira en un feudo trumpista como el de Virginia Occidental. “Trump es ofensivo y grosero, pero también refrescantemente sincero y sus políticas se están demostrando muy productivas”, afirma el barbero.
Pasadas las 2:00 de la tarde, entra pidiendo un corte de pelo el fiscal municipal de Martinsburg, Kin Sayre, declarado demócrata. A su juicio, el impeachment “es una pérdida de tiempo, con las elecciones que vienen en 2020, la gente que no está contenta tiene ocasión de echarlo”. Para Sayre, las maniobras del presidente para forzar la investigación sobre los Biden son “una decisión muy mala, pero no está tan claro que suponga un delito grave o falta”, que es lo que requiere la Constitución estadounidense para la destitución.
“El cargo de obstrucción al Congreso, en cambio, me preocupa más, porque parece que el presidente se cree por encima de él, pero, de nuevo, ¿llega al nivel de un juicio político? No estoy seguro”, añade.
El miedo al efecto bumerán del juicio político está presente entre los demócratas de distritos centristas o conservadores que temen un castigo en las urnas o que rechazan de veras el proceso abierto contra el mandatario.
Aun así, también la lealtad se impone: solo tres de los 233 congresistas del partido (de Nueva Jersey, Minnesota y Maine) votaron en contra y uno de ellos, Jeff Van Drew, se acaba de pasar al Partido Republicano.
Hay motivos para el cálculo electoral: comparado con el pasado octubre, cuando la investigación acababa de arrancar en el Congreso, la popularidad de Trump ha mejorado y el apoyo al proceso ha menguado.
La encuesta de Gallup señalaba que la tasa de aprobación del presidente entre los estadounidenses había subido del 45% al 51%