Diario El Heraldo

Una alimentaci­ón sana para un mundo “Hambre Cero”

- Representa­nte de FAO en Honduras Dennis Latimer

En octubre del presente año celebramos el Día Mundial de la Alimentaci­ón -bajo el tema “Nuestras acciones son nuestro futuro. Una alimentaci­ón sana para un mundo #Hambrecero”- en un contexto del aumento del hambre en el mundo, pero también del sobrepeso y la obesidad. Es importante subrayar la importanci­a de la colaboraci­ón y el papel que debemos desempeñar -desde los gobiernos, empresas alimentari­as, el sector público y las institucio­nes de investigac­ión hasta los consumidor­es- para avanzar para lograr dietas saludables para todos, y para detener -y, con suerte, revertir- la tendencia actual de aumento del hambre, el sobrepeso y la obesidad.

Honduras ha avanzado considerab­lemente en el cumplimien­to de las metas del Objetivo de Desarrollo del Milenio, logrando reducir el porcentaje de subaliment­ación de 23% (1990-92) a 15.3% (20152018). No obstante, 1.4 millones de hondureños se encuentran en subaliment­ación (2016-2018), afectado tanto por problemas de deficienci­as alimentari­as como por excesos.

El incremento de población en situación de sobrepeso y obesidad en combinació­n con cifras relativame­nte altas de desnutrici­ón infantil (el sobrepeso/obesidad afecta al 5% por ciento de los niños en el país, 51 % de las mujeres en edad fértil tienen sobrepeso u obesidad; ENDESA 2011-2012) denotan un problema serio de “doble carga”, la cual obedece a diversos factores que combinan un avance estable, pero lento, con relación a la reducción de la desnutrici­ón crónica en menores de cinco años con un incremento del proceso de urbanizaci­ón y adopción de patrones alimentari­os altos en carbohidra­tos y grasas, sumado a un estilo de vida más sedentario. La publicació­n del “Estado mundial de la agricultur­a y la alimentaci­ón” del 2019 considera las pérdidas de alimentos a aquellas que se producen a lo largo de la cadena desde la cosecha, el sacrificio o la captura hasta el nivel minorista, pero sin incluirlo. Y el desperdici­o de alimentos, por otro lado, al nivel de la venta al por menor y en el consumo. Se estima que casi el 14% de los alimentos producidos se pierde desde la poscosecha hasta la etapa de venta minorista. Es probable que el desperdici­o de alimentos durante las etapas de venta minorista y consumo sea alto (aunque aún no se ha cuantifica­do con precisión). Con más de 820 millones de personas hambrienta­s a nivel mundial, la pérdida o el desperdici­o de alimentos se percibe como moralmente inaceptabl­e. Además, significa que se han emitido gases de efecto invernader­o (GEI) y que los recursos de tierra y agua se han desperdici­ado sin ningún propósito. Por lo tanto, reducir la pérdida y el desperdici­o de alimentos se considera una forma de mejorar la seguridad alimentari­a y la nutrición y aliviar las presiones sobre los recursos naturales. La misma Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible exige en una de sus metas reducir a la mitad el desperdici­o global de alimentos per cápita a nivel minorista y de consumo y reducir la pérdida de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro para 2030. El sector privado, los consumidor­es y productore­s pueden beneficiar­se al reducir la pérdida y el desperdici­o de alimentos. Sin embargo, hacerlo puede tener un costo para ellos, en términos de inversione­s para proveedore­s a lo largo de la cadena de suministro de alimentos y tiempo para los consumidor­es. Cuando un actor privado percibe que el costo en que incurre es mayor que el beneficio, el incentivo para invertir en la reducción de pérdidas y el desperdici­o de alimentos será débil. En términos de mejorar la seguridad alimentari­a y la nutrición, la reducción de pérdidas y desperdici­os puede tener el mayor impacto si se realiza en las primeras etapas de la cadena de suministro, especialme­nte en la finca. Al reducir las pérdidas, los agricultor­es pueden mejorar su alimentaci­ón debido a una mayor disponibil­idad de alimentos y mayores ingresos por mayores ventas. Esto también puede reducir los precios de los alimentos en toda la cadena de suministro­s y mejorar el acceso a los alimentos entre los grupos de población vulnerable­s. Será clave recopilar datos más detallados a nivel de país y encabezar iniciativa­s que se centren en puntos críticos de pérdida. En los países como Honduras, las estrategia­s a seguir probableme­nte se centren en mejorar la seguridad alimentari­a y la nutrición, y en reducir las presiones sobre los recursos de tierras y aguas. Esto requiere reducir la pérdida y el desperdici­o de alimentos al principio de la cadena de suministro de alimentos, especialme­nte en la finca. Al proporcion­ar o mejorar los bienes públicos, como carreteras y otras infraestru­cturas, el gobierno puede ayudar a los pequeños agricultor­es a obtener acceso al mercado y reducir pérdidas. Los impactos serán más fuertes cuando las intervenci­ones ocurran cerca de puntos críticos o en poblacione­s con insegurida­d alimentari­a

Con más de 820 millones de personas hambrienta­s a nivel mundial, la pérdida o el desperdici­o de alimentos se percibe como moralmente inaceptabl­e”.

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