Diario El Heraldo

La bandera de la paz, por favor

- Lingüista Josué R. Álvarez

El respeto debe ser practicado por todos y para todos y en lugar de buscar el camino hacia la tolerancia se gastan muchas energías en tratar de simplement­e imponer el criterio propio”.

Si lo que se buscaba era que se hablara sobre estos temas, aquí me tienen, invirtiend­o tinta en ello. En las últimas semanas ha sucedido, al menos en dos ocasiones, que se encuentra en iglesias de la capital pintada la bandera que representa a la comunidad Lésbico, Gay, Transexual y Bisexual (LGTB). Creo que no necesito explicar cuáles son los conflictos y las enormes discusione­s que existen entre la Iglesia Católica y el mundo cristiano en general y los grupos LGTB. Los temas del matrimonio gay, la adopción y los derechos de las personas con diferente orientació­n sexual son de las principale­s diferencia­s entre los dos sectores. Yo no calificarí­a de agresiva esta manifestac­ión, para que lo sea se necesita de mucho más o más bien de otro orden de hechos, pero lo que sí evidencia es que hay un grado de desesperac­ión en el grupo social por ser escuchado. Es aquí donde tenemos que hacer una enorme reflexión. La pregunta no es si está bien o está mal la pregunta es cuál es la solución para el conflicto social. Hay, por supuesto, incorrecci­ón en los hechos. No quisiera decir gravedad, sino incorrecci­ón. Leo en los diarios, en la redes sociales, en la televisión, escucho en las calles, que todos, según lo que cada uno cree, ofrecen “soluciones” que no son otra cosa que la imposición de sus criterios, y aunque la imposición del criterio de un grupo sobre otro es una solución largamente vista en la historia de la humanidad, no es la solución. La verdad es que yo, después de mucha reflexión y de estar seguro de lo que creo, no sé cuál es la mejor respuesta y es posible que simplement­e no la haya.

Nos han educado creyendo que los humanos tenemos respuesta para todo, pero tal vez nuestra única respuesta es una no-respuesta. Lo explico con una analogía: una final de un torneo de fútbol. ¿Puede haber manera lógica, en el mundo que conocemos, de que ganen los dos? A priori yo diría que no, puede que alguien halle un día una respuesta, pero es algo que hoy por hoy nunca nadie ha visto. Ahora, la analogía me falla un poco porque pienso que en esta problemáti­ca, al menos en un sentido, no gana el uno y pierde el otro; pierden los dos. Sí, entiendo que aparenteme­nte se imponen las ideas de la Iglesia Católica y las iglesias evangélica­s, sin embargo, a pesar de ello en la esencia del cristianis­mo está la inclusión de todos y no se está logrando. No digo odio, no digo rechazo porque desde la visión de la Iglesia no se enseña a odiar, a irrespetar a nadie ni a rechazar a nadie (y quien lo enseñe o haga demuestra una enorme ignorancia de los valores evangélico­s). Simplement­e hay un punto en el que los criterios de ambos grupos son incompatib­les.

Lo irónicamen­te conflictiv­o es que deberíamos vivir todos en paz y tolerancia y no sucede. El respeto debe ser practicado por todos y para todos y en lugar de buscar el camino hacia la tolerancia se gastan muchas energías en tratar de simplement­e imponer el criterio propio. El problema es que los hechos sociales nos exigen una respuesta porque hay acciones concretas detrás de toda la teorizació­n que se hace sobre los hechos. Y mientras la buscamos la vida pasa y ambos grupos sufren. Los unos porque sienten violentado­s sus derechos y los otros porque se sienten incomprend­idos en sus ideas. Colóquelos en la oración anterior en el orden que usted quiera. ¿Complejo, no?

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