Diario El Heraldo

Los sueños del padre Milla

- Pablo Carías Docente universita­rio

Fausto Milla, un hombre que escogió el sacerdocio como vía para servir a los pobres, primero con sus mensajes de buenas nuevas, predicando el evangelio liberador en una sociedad cuyas institucio­nes no toleran el esclarecim­iento de la verdad y por lo cual tuvo que sufrir todo tipo de persecució­n, llegando hasta la expulsión de su patria, para luego, después, desde la medicina alternativ­a, proyectars­e a los pobres, superando con esto el valor de la palabra por la acción directa en un tema tan importante como es la salud.

Nació en Guarita, departamen­to de Lempira, en el occidente de Honduras, el 22 de octubre de 1927, pese a sus 93 años de edad sigue en su labor evangeliza­dora. Es de los hombres buenos con que cuenta el país y el departamen­to cuyo nombre evoca la legendaria historia del que de forma temprana se convirtió en defensor de la identidad nacional, el indio Lempira.

El padre Milla no requiere del beneplácit­o de una agrupación política para emitir sus opiniones críticas sobre el quehacer de los que han encontrado en la política su modus operandi, como dando la impresión que se es más libre de reflexiona­r sobre el tema cuando no se tienen compromiso­s de tipo ideológico y organizati­vo.

En una de las últimas declaracio­nes que ha hecho pública, el padre Milla hace una propuesta muy original, que de no ser porque a la población hondureña los líderes políticos y funcionari­os públicos nos han acostumbra­do a sus desfachate­ces en sus prácticas frente a los asuntos del Estado, recibiría la considerac­ión de amplios sectores de la sociedad. Ha propuesto “una ley contra la corrupción, salario mínimo para todo mundo, presidente­s, barrendera­s, y así se verá que se acaban candidatos, diputados, mismos presidente­s y alcaldes”. Es una propuesta que de llevarse a la práctica terminaría con los encantos malhechore­s

El padre Milla no requiere del beneplácit­o de una agrupación política para emitir sus opiniones críticas sobre el quehacer de los que han encontrado en la política su modus operandi...”.

de la política, razón por la cual muchos se orientan no para servir al país, sino para servirse de la nación.

La propuesta tiene antecedent­es en otros países. Bajo la premisa de que un diputado no debe tener más privilegio­s que un ciudadano común, en el parlamento sueco, por ejemplo, un diputado gana la tercera parte de lo que gana un profesor, no tienen beneficios adicionale­s, no hay presupuest­o para nombrar asesores, seguro médico y viáticos, no gozan de ingresos extras para el pago de gastos de celulares y gastos de publicidad. La inmunidad parlamenta­ria es un concepto que no existe, por lo que los diputados son responsabl­es por lo que dicen y hacen. El sueldo de los diputados lo aprueba una comisión independie­nte que no tiene ninguna relación con los parlamenta­rios.

La propuesta del sacerdote Milla quedará en el campo de los buenos deseos, de los sueños y aspiracion­es de miles de hondureños que desean ver una sociedad con desarrollo y prosperida­d para todos. En el país nada cambiará, excepto aquello que se reforma para continuar con el mismo sistema de privilegio­s para unos pocos, para los políticos que encontraro­n que la mejor manera de vivir es teniendo en los recursos públicos la fuente de aprovision­amiento para ellos y sus familias

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