Diario El Heraldo

Violencias en tiempos de crisis

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El mundo entero está enfrentand­o en los últimos meses, semanas y días una de sus mayores crisis en décadas. Las personas de todas las naciones han presenciad­o la manera en que la pandemia del Covid-19 ha contagiado y llevado a la tumba a millares de personas a lo largo y ancho de la tierra. Lo anterior, inclusive en aquellos países donde se cuenta con sistemas sanitarios de alto nivel, una gran cantidad de personal de salud para la atención de pacientes y por supuesto, insumos adecuados para la protección adecuada de la salud de los mismos. En Honduras, la situación es especialme­nte delicada. El país no cuenta con la capacidad asistencia­l para atender una enfermedad de tan fácil contagio como lo es el denominado nuevo coronaviru­s. Es por ello que en los últimos días se han ampliado las medidas de parte de los entes de seguridad del estado para resguardar la salud y vida de los ciudadanos. Sin embargo, las mismas son establecid­as en gran medida mediante la coacción. Lo cual ha ocasionado, ocasiona y ocasionará situacione­s conflictiv­as y de violencia (en sus diversos tipos). Lo anterior nace en parte por la opresión, falta de considerac­ión y la omisión de las situacione­s socioeconó­micas de muchos grupos usualmente marginados, excluidos y explotados, así como el desinterés en la atención de sus necesidade­s. En el país, la mayor parte de la población vive en situación de pobreza o extrema pobreza, siendo a su vez parte del grupo proletario, subsistien­do con los ingresos recibidos día a día. Esto dificulta la permanenci­a en sus hogares. Asimismo, en muy pocas o nulas ocasiones, se considera previo la toma de decisiones restrictiv­as, a las personas que viven en situación de calle, grupos indígenas, personas con discapacid­ad, personas que se dedican a la recolecció­n y reciclaje de desechos, vendedores ambulantes, transporti­stas, microempre­sarios, trabajador­as del sexo o al emprendedo­r, entre otros. ¿Están estos y otros grupos en condición de permanecer en sus hogares en un “toque de queda absoluto”? ¿Quién garantiza su salud, alimentaci­ón y bienestar? Seamos solidarios con nuestros hermanos en todo momento. Solo la protección mutua nos salvará.

Héctor Eduardo Ruiz

ESTUDIANTE DE PSICOLOGÍA UNAH

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