Los nuevos mendigos
Los testimonios son dramáticos: “Nunca había salido a pedir, esta situación me obligó”. “Ya no quiero estar pidiendo, quiero un trabajo”. “Mis hijos me lloran cuando no tengo ningún peso”. “No pienso dejar morir de hambre a mis hijos”. “Nos corrieron de la Alcaldía y decidimos salir a pedir”.
Estas son solo algunas de las expresiones captadas por EL HERALDO en un impactante trabajo de investigación en el que se refleja la dramática situación que están viviendo miles de hondureños y hondureñas que a lo largo de la cuarentena se quedaron sin empleo o sin sus fuentes de ingresos; seres humanos, personas humildes, hombres y mujeres que junto a sus hijos e hijas se han visto obligados a salir a las calles y avenidas de la ciudad, cartel en mano, a pedir dinero, una ayuda para alimentarse, para sobrevivir. Ellos son parte de esa estadística grotesca que organismos financieros internacionales y humanitarios han advertido que caerán en pobreza como consecuencia del paro de las actividades económicas impuestas por los gobiernos alrededor del mundo para controlar la propagación del Covid-19. Son personas a las que todavía no llega la ayuda gubernamental y que tampoco son sujetos de crédito para alguno de los programas de ayuda y mucho menos para las plataformas tecnológicas que se promueven para impulsar los nuevos emprendedurismos en la época post Covid. Ellos y ellas son aseadoras, albañiles, barrenderos de las calles de la ciudad, cobradores de autobuses, ayudantes de mecánica, personas que no ganan el salario mínimo pero que con sus pocos ingresos, en los tiempos antes del Covid, atendían las necesidades básicas de sus familias.
Son personas a las que el gobierno hoy en día está obligado a tenderles una mano para que no se infecten con el virus del Covid-19 y tampoco mueran de hambre en el corto plazo, pero sin olvidar su obligación de dotarles de las herramientas básicas para que puedan superar la pobreza en el mediano y largo plazo