Honduras premiará vuestro heroísmo
Deuda impagable tienen los pueblos y países del mundo con médicos y enfermeras(os) que, arriesgando diariamente sus vidas, están en la primera línea de combate atendiendo a personas infectadas con el coronavirus a riesgo de exponer sus vidas.
También las y los hondureños estamos totalmente agradecidos con nuestro personal de salud, al igual que con los voluntarios donantes de sangre, empleados de higiene y limpieza, bomberos, comunicadores, por su espíritu de servicio que los motiva a actuar, cada quien en su puesto y función, más allá del deber.
El profesor de Filosofía Política de Harvard, Michael Sandel, escribió: “Más allá de agradecerles por sus servicios, debemos reconfigurar nuestra economía y sociedad para otorgarles la compensación y el reconocimiento que refleje el verdadero valor de sus aportes -no solamente en una emergencia- pero en nuestras vidas cotidianas”.
Mientras unos, los más, públicamente testimonian, reconocen y valoran los diarios y anónimos sacrificios y esfuerzos del personal sanitario, que pasan factura provocando agotamiento físico y mental, depresiones, traumas al ver fallecer a pacientes o tener que decidir cuáles deben ser atendidos prioritariamente, dejando secuelas emocionales que pueden perdurar por largo tiempo, otros, los menos, hostigan, amenazan, satanizan con violencia física y verbal, resultado de su ignorancia, frustraciones, temor al contagio.
También cuando denuncian las carencias de equipos, implementos y medicamentos en los hospitales en donde laboran son marginados, sancionados o mal vistos por sus superiores jerárquicos.
Mientras unos aprovechan la actual pandemia para intensificar el saqueo de fondos asignados para adquirir infraestructura sanitaria, otorgando contratos de compras millonarias a parientes y socios sin previa licitación pública, otras y otros empeñan sus mejores esfuerzos en servir a quienes sufren, sin esperar recompensas monetarias de ningún tipo, actuando con un sentido altamente ético, profesional, responsable. Así, han aflorado simultáneamente lo mejor y lo peor de la naturaleza y condición humana: altruismo, abnegación y solidaridad militante de una parte, odio irracional, cinismo y codicia de otra.
Nuestro pueblo ya reconoce y diferencia entre quienes le sirven desinteresadamente y quienes manipulan la presente, trágica coyuntura para enriquecerse aún más a costa del dolor ajeno. Los primeros se han ganado, a pulso, el afecto y admiración de sus compatriotas; los segundos, el merecido repudio y condena. Estos se han quitado, de una vez y para siempre, la máscara y el maquillaje que ocultaba su verdadero rostro e intenciones
Michael Sandel, escribió: ‘Más allá de agradecerles por sus servicios, debemos reconfigurar nuestra economía y sociedad para otorgarles la compensación y el reconocimiento que refleje el verdadero valor de sus aportes -no solamente en una emergencia- pero en nuestras vidas cotidianas’”.