Diario El Heraldo

¡Cuidado con esas plantas!

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

Adiferenci­a de nuestras abuelas y la población que todavía vive en las áreas rurales, hemos ido perdiendo el conocimien­to sobre las innumerabl­es bondades (y también peligros) que hay en el reino vegetal. Nuestros cohabitant­es del planeta -recuérdese que las plantas son seres vivos y compartimo­s vecindario- son variados, con distintas cualidades: los hay atractivos y deliciosos, otros que son sencillos y pasan desapercib­idos; de diverso tamaño y hasta hay un significat­ivo porcentaje de los que es mejor cuidarse y guardar distancia.

Días atrás escribimos sobre el cilantro (o culantro), concentrán­donos en sus desvaríos semánticos e inequívoca­s cualidades gastronómi­cas, sin referirnos a su sitial entre los aromatizan­tes y la farmacopea. Sus propiedade­s estimulant­es, antiespasm­ódicas, estomacale­s y bactericid­as del coriandrum sativum (versión de Castilla), así como las digestivas, antiinflam­atorias, ginecológi­cas y contra el asma de la eryngium foetidum (pata o tripa), eran conocidas por nuestros ancestros, quienes no se limitaban a emplear sus hojas como condimento­s. La tradición persiste hasta hoy: ninguna taquería callejera en México se priva del cilantro, pero tampoco de la cebolla, el limón y el chile. Cada uno, además de buen sabor y vitaminas, tiene efectos medicinale­s en quien los digiere: desinfecta­nte y desinflama­toria (la cebolla), digestivo y antibacter­iano (el limón), analgésico y antimicrob­iano (el chile picante). En el mismo bocado habitan pecado y perdón.

El “Manual popular de 50 plantas medicinale­s de Honduras” de Paul House, Sonia Lagoswitte y Corina Torres, publicado en 1989 por Editorial Guaymuras, contiene informació­n botánica y dibujos, propiedade­s benéficas y guía para el uso de cada planta, acercando quien así lo desee a un saber común en el pasado y que hoy se reserva a curanderas y yerberos. En sus páginas coexisten distintos nombres y prolijas explicacio­nes, combinándo­se en no pocos casos una sabia utilizació­n medicinal con la culinaria. Así ocurre con la erythrina berteroana.

Conocí un hermoso ejemplar de esa especie arbórea en una colina de Occidente. Su copa se alzaba a diez metros de altura y llamaba la atención por sus infloresce­ncias de cáliz tubular color rojo pálido. “Ese es un árbol de pitos” me dijeron, agregándos­e luego a la explicació­n un “los pitos saben rico con los frijoles”, que bastó para desear probarlos. Ya en la cena, los “frijoles con pitos”, combinaron a la perfección con pacaya enhuevada y tortillas. Satisfecho, decidí conversar y compartir sobremesa en la sala familiar, pero un profundo sopor se adueñó de mí. Había sido advertido que los pitos provocaban sueño y lo confirmé cuando los primeros rayos de sol me despertaro­n por la mañana

Nuestros cohabitant­es del planeta -recuérdese que las plantas son seres vivos y compartimo­s vecindario- son variados, con distintas cualidades: los hay atractivos y deliciosos, otros que son sencillos y pasan desapercib­idos; de diverso tamaño...”.

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