Sobrevivir con las neuronas espejo
Tantos aprendizajes que esta pandemia nos deja, por ejemplo, otra forma de hacer comercio y nuevos comerciantes: personas, familias, adivinan las necesidades de otros, montan tienditas en casa, envían a domicilio; surge entre vendedores y compradores una inesperada comprensión, gratitud; la tragedia compartida ha elevado el entendimiento de las intenciones y emociones de los demás, la empatía.
En algunos hogares con economías golpeadas por el confinamiento decidieron el emprendimiento y la cocina casera: repostería, panadería, carne asada, sopas. Otros se inclinaron por la venta de ropa, tenis, relojes, cremas de belleza, dispositivos electrónicos, videojuegos. Todo se ofrece por las redes de comunicación, desde Whatsapp hasta Facebook, y la entrega en moto.
Los que hacen trabajo de oficina en casa y mantienen de alguna manera sus sueldos se angustian por el desabastecimiento del comercio cerrado, y celebran que al menos se pueda pedir algo por teléfono, y que lleguen hasta su puerta los motociclistas, que también consiguen ingresos nuevos por su servicio de entrega, o como dice el anglicismo innecesario “delivery”.
No hay duda de que la convivencia con la crisis activó impulsivo uno de los procesos más fascinantes de nuestro cerebro antiguo: las neuronas espejo, esa parte del sistema neural que nos hace imitar las acciones de otro y —por extensión— comprender las intenciones, expresiones y las emociones de los demás.
Es casi inevitable bostezar cuando alguien más lo hace; un impulso inconsciente nos hace patear mientras vemos fútbol; simulamos frenar un
No hay duda de que la convivencia con la crisis activó impulsivo uno de los procesos más fascinantes de nuestro cerebro antiguo: las neuronas espejo”.
carro en una situación apremiante, cuando otro conduce; gesticulamos dolor cuando alguien se cae violentamente; son reflejos de nuestras neuronas espejo, y específicamente en las acciones motoras, que surgen sin pensárselo mucho.
Esas acciones motoras están ligadas a la comprensión de las intenciones y emociones de los demás, que con sus gestos nos transmiten alegría, enojo, tristeza, felicidad, preocupación, etcétera, y —aquí está la importancia— ese entendimiento es el cemento social, lo que nos hace identificarnos y construir sociedad, civilización, evolucionar y lograr desarrollo.
Surge una espontánea solidaridad en los aviones, en los terremotos, como en las compras en el mercadito o en las ventas de calle en esta época pandémica, es decir, la simpatía ante un riesgo compartido, la preocupación por el otro, y aquí se activan las neuronas espejo.
Desde luego, hay excepciones.
Si este ejemplo de los pequeños comercios familiares se mantuviese en todas las relaciones sociales, podríamos sacar ventaja de esta “coronavida”. Todo lo que somos como personas depende de las redes neurales; ocupación de la neurociencia, pero vincula filosofía, sociología y psicología. Existe la idea de que después de una tragedia se puede reiniciar una nueva etapa, un tiempo mejor. Ojalá