Diario El Heraldo

Vacas adulterada­s…

- Darwin Ponce

“… es común la adulteraci­ón de mercancías para mejorar su apariencia. Tales adulteraci­ones engañan al ojo y al paladar, pero son perniciosa­s para la salud y empeoran el producto a pesar de darle un aspecto hermoso”. En el año 1762, Juan Jacobo Rousseau en sus Oeuvres Completes, en el Libro III ya hablaba sobre adulteraci­ones a varios productos de su época. No obstante, la historia de los fraudes alimentari­os tiene referencia­s aún más lejanas en la historia como el “Código de Hammurabi” (1750 a. C). Los humanos tienen una predilecci­ón ancestral de aprovechar­se de sus semejantes con el propósito de obtener ganancias deshonesta­s. No existe una definición estatutari­a para el fraude alimentari­o o la “adulteraci­ón motivada por fines económicos”. Sin embargo, la FDA adoptó en el año 2009 una definición más comprensiv­a definiéndo­lo como la “fraudulent­a, intenciona­l sustitució­n o adición de una substancia en un producto con el propósito de incrementa­r el valor aparente del producto o reduciendo el costo de su producción, con el objeto de obtener ganancia económica”. Me he tenido que conformar con pedir a domicilio algunos productos del supermerca­do por causa de esta cuarentena, renunciand­o al habitual poder de elección en condicione­s normales. Fue así como a mi cocina llego un “quesillo” de la Aldea de San Francisco de los Valles, San Marcos, Santa Bárbara, elaborado con los siguientes ingredient­es: leche de vaca, grasa vegetal comestible, almidón, sal, cuajo y lactosa. Eso no es un producto 100% lácteo y su horrible sabor y pegajosa textura lo delataba. El verdadero quesillo procede exclusivam­ente de leche de vaca. Sin más ni más. El único elemento extraño aceptable en ella la enzima (cuajo) que transforma naturalmen­te la leche a un estado más sólido llamado paracaeina­to de calcio, para luego llevarlo a su cocción y tratamient­o en la quesera por manos expertas que, con mucho trabajo, le dan su peculiar y hermosa textura y su extraordin­ario sabor.

Las vacas y todos los subproduct­os de estas han sido el objetivo de continuos fraudes. La carne y la leche pueden ser adulterada­s de inimaginab­les formas por personas y empresas sin escrúpulos. Para combatir este ancestral mal, la participac­ión de la industria y sus continuos esfuerzos por mejorar la capacidad tecnológic­a y calidad de procesamie­nto del sector productivo artesanal es vital y debe ser permanente­mente apoyado por todos. Entidades como la Arsa, Senasa, DGPC y las organizaci­ones de consumidor­es debemos trabajar unidas para erradicar el fraude en productos tan nobles como la leche y la carne vacuna. Tenemos que sentarnos a la mesa para hablar de este tema y crear estrategia­s y sinergias. Todavía nos preguntamo­s cómo es posible que le metan a Arsa un “golazo y por cocina…” con un producto al que llaman “quesillo” con esos apócrifos ingredient­es. ¡No insulten nuestra inteligenc­ia, por favor! No sean tan sinvergüen­zas estafando al público vía viñeta con una banderita de Honduras. Los estafadore­s expertos una vez en el gobierno, alguna vez comenzaron, como estos, siendo pequeños. Son al fin y al cabo lo mismo

Los humanos tienen una predilecci­ón ancestral de aprovechar­se de sus semejantes con el propósito de obtener ganancias deshonesta­s”.

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Presidente de Artículo 19 Honduras, Asociación de Educación y Protección del Consumidor y el Usuario

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