Diario El Heraldo

La fractura espiritual de la modernidad artística

Ruptura La modernidad frenó su ímpetu, solo el arte pudo sostener la dignidad de una época que naufragó en lo efímero

- Carlos Lanza

Es innegable que el arte moderno significó un cambio de ruta a nivel mundial, sobre todo, a partir la revolución de 1848 en París; todo indicaba que algo empezaba a cambiar, una inquietud cada vez más exacerbada recorría Europa.

La segunda mitad del siglo XIX fue el testimonio de un amplio descontent­o que puso en duda la vigencia de los principios de “Libertad, igualdad y fraternida­d”, heredados de la revolución francesa de 1789; también se trajo a tela de juicio los fervorosos avances de la ciencia ya que, poco a poco, se fueron tornando insulsos y aquellos sentimient­os de ciego optimismo se esfumaron en el humo negro de las locomotora­s o quedaron estrujados entre las rechinante­s y ruidosas máquinas de la otrora revolución industrial.

Fueron precisamen­te los artistas y los poetas quienes le tomaron el pulso a la época y se dieron cuenta, con mayor sensibilid­ad, que algo se estaba derrumband­o; al respecto Mario de Micheli se pregunta “¿qué fue, pues, lo que provocó tal ruptura?” y él mismo responde: “Pero la misma pregunta, implícitam­ente, plantea también otro problema: el de la unidad espiritual y cultural del siglo XIX. Efectivame­nte, fue esta la unidad que se quebró, y de la polémica, de la protesta y de las revueltas que estallaron en el interior de tal unidad, nació el nuevo arte”.

Como señalé al principio, la acción por la libertad había creado desilusión, la revolución francesa no resolvió este dilema histórico y por esa misma razón, esta idea fue uno de los ejes de la concepción revolucion­aria del siglo XIX. Las ideas liberales, anarquista­s y socialista­s impulsaban a los intelectua­les a batirse no sólo con sus obras sino con las armas en la mano. Philippe Chenneviér­es, al describir las jornadas parisiense­s de febrero de 1848, cuenta: “Horas más tarde supe que mi amigo Baudelaire fue visto entre los insurgente­s con el fusil al hombro. Jamás tantos poetas y literatos se mezclaron de tal manera con la revolución”. El mundo moderno seducía y al mismo tiempo desgarraba el espíritu. Delacroix ya avisaba de los últimos estertores del romanticis­mo y el poeta Rimbaud era ya la torcedura de todo tradiciona­lismo.

El arte moderno nació en combate abierto contra la decadencia moderna disfrazada de progreso, libertad y justicia.

Baudelaire y el arte moderno

Modernidad, vida moderna y arte moderno son términos que aparecen de manera constante en la obra del poeta, pocos como Baudelaire identifica­ron el clima intelectua­l de la época. En “El pintor de la vida moderna”, el poeta concentra su atención en la vida fugaz, en la sugestión de la moda, en las emociones ligeras; el héroe de toda la algarabía moderna es el “Dandy”.

Marshall Berman ha señalado que en la obra de Baudelaire confluyen dos visiones distintas, contrarias, “por un lado la visión utópica que proclama la afinidad natural entre la modernizac­ión material y espiritual, y por otro, la que la niega, negando a su vez el progreso”; en un primer momento, el poeta contempla el cambio cultural y económico como un “progreso” no problemáti­co para la humanidad pero, pronto el poeta toma distancia de esa falsa percepción y en el texto “Sobre la idea moderna de progreso aplicado a las bellas artes” pone en evidencia esa confusión entre progreso material y espiritual. En dicho texto, Baudelaire condena y desprecia el pretendido mundo moderno dejando testimonio de la fractura espiritual al que la humanidad está asistiendo y cuyas atroces consecuenc­ias se observaron a principios del siglo XX.

Ser antimodern­o para ser moderno

Por lo menos desde 1860 en adelante, los artistas vivieron dentro de una modernidad problemati­zada: no fueron ajenos a ese mundo pero tampoco se sumaron pasivament­e a sus promesas e ilusiones. Este cambio en las coordenada­s espacio-temporales de la cultura supuso también una respuesta desde el arte, los artistas aprovechar­on el llamado “momento moderno” para liberarse de la representa­ción mimética de la realidad y propusiero­n un arte creativo, cargado de una poderosa imaginació­n que más tarde desembocar­ía en las vanguardia­s históricas.

Las categorías de “introducci­ón, nudo y desenlace” que caracteriz­aron a la novela fueron desplazada­s por la simultanei­dad, El “Ulises” de James Joyce es un claro ejemplo en la narrativa literaria. El arte plástico eliminó la perspectiv­a y dejó de depender del tema y la anécdota para volverse autorrefle­xivo, es decir, se volcó sobre su propio lenguaje y recursos expresivos. Entre otras variables formales, interesaro­n la luz, el color, las texturas y la composició­n, el cuadro “Impresión sol naciente” de Monet se inscribe en esta nueva luminosida­d; se abandonó el estudio del taller para ir a buscar la novedad al aire libre, el trazo se volvió espontáneo, ligero, fugaz; el color ya no siguió la pauta de la naturaleza sino la imaginació­n del artista; todo esto fue necesario para cuestionar una época que exigía un nuevo lenguaje visual y narrativo que, transitand­o por las mismas avenidas de la modernidad, caminara a contracorr­iente, desnudando así su atrofia espiritual y su ruina moral; una época, que siendo moderna, también era vacía y frívola, en la que “todo lo sólido se desvanece en el aire” como sentenció Karl Marx en el “Manifiesto comunista”.

La herencia moderna en el arte actual

El arte moderno nació en combate abierto contra la decadencia moderna disfrazada de progreso, libertad y justicia, no nació por el capricho de unos cuantos artistas que aburridos de hacer lo mismo decidieron

hacer otra cosa; el arte moderno tiene su origen en una sociedad concretame­nte determinad­a, es un producto de la historia. El arte moderno es la piedra de fundación de todo el arte actual conocido bajo la denominaci­ón de arte contemporá­neo; el gusto moderno implicó el surgimient­o de nuevos paradigmas de receptivid­ad estética y producción artística. Este nuevo arte nos enseñó que la primera tarea de un artista es interpreta­r su época, nutrirse de sus contradicc­iones y sobre la base de ello, mostrarle al sistema su inconformi­dad, su deseo de cambiarlo todo, pero, a su vez, dejó claro que para convertir su protesta en experienci­a estética, era necesario negarse a sí mismo, desmarcars­e del mismo lenguaje que en un momento determinad­o sirvió para sacudir la cultura moderna pero que, por la estrepitos­a sucesión de cambios sociales y políticos, dejó de ser funcional. Octavio Paz dice que la modernidad fundó la “tradición de la ruptura”.

La rebeldía del arte contemporá­neo es herencia del arte moderno, su única forma de existir es en la permanente negación

La rebeldía del arte contemporá­neo es herencia del arte moderno, su única forma de existir es en la permanente negación.

 ??  ?? Peblo Picesso, “Les se2orites ne Avi2ót”, 1907. Considerad­a una de las obras centrales del arte moderno; para algunos teóricos, aquí comenzó la modernidad en el arte.
Peblo Picesso, “Les se2orites ne Avi2ót”, 1907. Considerad­a una de las obras centrales del arte moderno; para algunos teóricos, aquí comenzó la modernidad en el arte.
 ??  ?? Isn Rsy, “El enigms 2e Isi2ore Ducssse”,
1920. El arte objeto tan en boga en el arte contemporá­neo es una herencia del arte moderno.
Isn Rsy, “El enigms 2e Isi2ore Ducssse”, 1920. El arte objeto tan en boga en el arte contemporá­neo es una herencia del arte moderno.
 ??  ?? Isrk Rothko, “oer2e y msn2srins sobre rojo”, 1956. El arte abstracto fue uno de los postulados de la modernidad al abolir la figuración como referente de la realidad.
Isrk Rothko, “oer2e y msn2srins sobre rojo”, 1956. El arte abstracto fue uno de los postulados de la modernidad al abolir la figuración como referente de la realidad.
 ??  ?? Eugène Delscroix, “El msr visto 2es2e lss slturss en Dieppe”, 1852. En esta obra ya se aprecia el sentido de la luz que más tarde retomaron los pintores impresioni­stas.
Psul Cezsnne, “Ls csss 2el shorcs2o”, 1873. El rigor formal de la obra de Cezanne dio paso al cubismo, uno de los movimiento­s más reconocido­s del arte moderno.
Eugène Delscroix, “El msr visto 2es2e lss slturss en Dieppe”, 1852. En esta obra ya se aprecia el sentido de la luz que más tarde retomaron los pintores impresioni­stas. Psul Cezsnne, “Ls csss 2el shorcs2o”, 1873. El rigor formal de la obra de Cezanne dio paso al cubismo, uno de los movimiento­s más reconocido­s del arte moderno.

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