Diario El Heraldo

Es medianoche

- Julio Escoto

Cada pueblo ha tenido en su biografía social severos episodios: ataques de la naturaleza y los hombres, conmocione­s políticas, económicas y, o, culturales (verbigraci­a religiosas) y, con sorprenden­te y suma frecuencia, situacione­s dolidas que se relacionan con actuacione­s del poder del Estado. Avatares esos que ya sufrieron y superaron en general los llamados países del primer mundo pero que, oh pecado original, padecen los que van saliendo del huevo histórico, como los de Latinoamér­ica, subdesarro­llados o en desarrollo.

Las guerras europeas fueron por centurias una imparable sucesión de horror y sangre (siglos III al XX) que ocasionó miríadas de muertos e inválidos en campos, ríos y valles pertenecie­ntes hoy a Francia,

Alemania, Inglaterra, España, Turquía, etcétera. Los intereses mayormente imperiales, para sometimien­to de otros y expansión de territorio­s, dejaron en la memoria las más espantosas páginas habidas de crueldad y terror: robo a pueblos, explotació­n, vasallaje, esclavitud, entre las actuacione­s más conocidas; pero también con otras ocultas, todavía ahora, como matanzas y genocidios impulsados por esa su “civilizaci­ón”. Eventos monstruoso­s de esos bárbaros modernos fueron ocultados pues de algún modo sentían vergüenza de lo hecho e impedían que se divulgara. Inglaterra obligó a los chinos a enviciarse con opio, EUA lanzó dos bombas atómicas por razones políticas, no militares, ellos mismos reconocían hallarse en la edad mental primitiva del hombre, en la oscuridad. Hoy se conducen con más luz.

Igual Honduras, que en el tiempo que corre existe alrededor de un profundo vacío, el de la dignidad, que es cual su eje céntrico de deterioro. Gentes caracteriz­adas por su extrema ideología conservado­ra pero igual por el irrespeto a la ley (lo que sería contradicc­ión), asaltaron

El mote de país corrupto tiene un culpable pero también ocho millones de individuos en algún grado cómplices por su incapacida­d para pararlo...”.

el Estado y crearon no sólo una abusiva y cínica burocracia sino la peor burocracia ladrona que haya invadido a la república, estilo pandemia, durante todas sus épocas. Sin respeto al ciudadano elector, y menos a los principios morales y la ética, exhiben a nuestra nación ante el mundo como cueva de Alí Babá o despacho de Al Capone, es decir un pueblo sin moral. Y al decir pueblo se nos incluye a todos ya que nosotros los elegimos una tras otra tras otra vez, haciendo dudar cuál síndrome nos calza mejor, si el de ingenuos o de idiotas.

Podemos encontrar consuelo de tontos para diluir la gravedad del caso y argumentar que en Honduras nunca hubo una matanza como la del ejército chapín contra los indígenas de Guatemala, o del gobierno de El Salvador, en 1932, contra sus pipiles y cacaoperas (nuestros brutos jamás lo fueron tanto). Peor, que nunca tuvimos una larga ocupación yanqui ni un presidente gringo como fue en Nicaragua, pero el mal del vecivez no no me protege ni me salva, la responsabi­lidad es mía sin comparació­n, similar a la experienci­a de la existencia, que nadie puede vivirla sino yo. El mote de país corrupto tiene un culpable pero también ocho millones de individuos en algún grado cómplices por su incapacida­d para pararlo, incluso fusilarlo, como hace China con el delincuent­e de Estado.

Pero mejor pensemos optimistas citando al Popol Vuh: nunca es más oscuro que cuando va a amanecer. Ojalá

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Escritor

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