Diario El Heraldo

¿Por qué se muere tanto personal de salud?

- Gabriela Castellano­s

La pregunta es amarga, brutal, descarnada y triste. Lo más fácil y sin darle vueltas a la conciencia es responder: ¿Qué es el covid-19? Ante esta interrogan­te, diría que en Honduras no se trata solo de un virus, sino que además representa las carencias de los hospitales públicos: una situación más grave que también nos está matando. Muchos años de descuido han afectado a toda la red. Siempre hubo calamidad, pero esta pandemia vino a desnudar y a levantar la alfombra para sacudirnos la fatalidad sanitaria, restregánd­onos en la cara la cantidad excesiva de muertes que en algunos pacientes, médicos y enfermeros se pudo evitar. Más de 60 trabajador­es han muerto por covid-19 en menos de seis meses. Los datos de la Secretaría de Salud no transparen­tan las cifras de cuántos son y en qué hospitales se contagian y muere el personal sanitario, quizás porque el sistema de informació­n epidemioló­gica es muy ineficaz, o de hecho, no existe. El personal se ha enfrentado a dos problemas comunes: atender a los pacientes enfermos de covid-19 sin conocer el virus y con escasos recursos. La inoperante y “velocísima” respuesta del Gobierno que aún está leyendo el “manual de cómo armar un hospital sin morir en el intento”. La pregunta de este artículo sigue en el aire, ya que una parte de los contagios y muertes por el virus entre dicho personal se debe a la exposición, a una gran carga viral durante períodos largos, y la otra parte a la falta de insumos de protección, como son los cubrebocas N95 con mascarilla de filtrado. El Gobierno, en su infinita “generosida­d”, ordenó a Copeco e Invest-h comprar más de 800 mil mascarilla­s “para dotar” al personal de salud, pero ninguna de estas han sido adecuadas para dar utilidad en centros hospitalar­ios, visto que bajo el criterio de los fabricante­s, no son recomendad­as para el uso médico, pues no están certificad­as para proteger del covid-19.

Otra arista, de la altísima tasa de contagio, es la consecuenc­ia directa de la contrataci­ón de personal médico casi al azar, así como de asignar trabajador­es a funciones que no son de su competenci­a especial; aparte de eso, que ya es fatal, no tener ninguna estrategia de capacitaci­ón masiva para el personal, no tomar previsione­s ni evaluar la efectivida­d de dicha estrategia y entrenamie­nto de médicos y enfermeras para evitar tantos contagios. Comprar hospitales de emergencia, camas, ventilador­es, mascarilla­s —buenas o no—, tratamient­o MAIZ, Catracho el presidente, no le salvan la vida a nadie si se descuida la prevención, y revisar una y otra la estrategia de atención a la emergencia. Esta descomunal cantidad de contagios y muertes debería ser suficiente para que el Gobierno modifique su estrategia —si es que hay alguna— y plantee nuevos enfoques y adiestrami­entos de protección. Ya quítense el traje de la “biosoberbi­a” y atiendan los informes de otras voces, recomendac­iones y perspectiv­as de gente especialis­ta en estos temas. De lo contrario, muchas muertes se deberán al virus, pero muchas más a la oscuridad y negligenci­a de las autoridade­s que han actuado sin transparen­cia, sin análisis y sin rectificac­ión de la estrategia de capacitaci­ón y prevención. Esta pandemia va para largo. Se necesita aprender a vivir en emergencia permanente, piensen en las vidas, pero más aún, en su forma de gobernar, esa que también acaba con ellas

Hasta ahora, más de 60 trabajador­es de la salud han muerto por covid-19 en menos de seis meses”.

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Abogada
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