“Las mañaneras”, de AMLO
Sus detractores las consideran propaganda repetitiva y una plataforma para atacar a los opositores
Ha hecho una cada día laboral desde que llegó al poder el 1 de enero de 2018. Son su principal canal de comunicación con el pueblo mexicano, dice el mandatario Andrés Manuel López Obrador.
Siete de la mañana, el café ya está caliente. Rafael Silva, un auditor jubilado, enciende el televisor. En otro sector de la Ciudad de México la anciana Amalia Meléndrez ya se bañó y hace lo mismo. La traductora Ana Errasti se conecta a Youtube y en Nueva York, el ingeniero Raúl Juárez accede desde su casa, automóvil o el tren.
Ninguno sigue una telenovela exitosa. Todos escuchan al presidente de México.
Andrés Manuel López Obrador, de 67 años, ha establecido un canal directo para hablar con sus seguidores, las llamadas “mañaneras”, conferencias que ha sostenido todos los días laborables -más de 500 vecesdesde que asumió el poder el 1 de diciembre de 2018.
Cada mañana se planta ante la prensa durante unas dos horas, contesta todo tipo de preguntas, explica políticas, da orientaciones, enseña historia y arremete contra sus contrarios. Todo con un lenguaje popular que entiende desde el campesino al catedrático.
“Es mi serie favorita”, dijo entre risas Errasti, de 46 años. “Cualquier reportero puede ir y cuestionar directo al presidente y él muestra su parte humana, sin guion”.
Durante décadas en México predominó el control oficial de los grandes medios y hubo un distanciamiento entre la ciudadanía y los gobernantes, que podían pasar años sin someterse al escrutinio de la prensa.
López Obrador, que ganó las elecciones de forma abrumadora con la promesa de transformar un país marcado por décadas de corrupción, dio un giro completo a la comunicación del gobierno. “Esto no se había visto en México jamás y es parte de lo que nos tiene enganchados a mucha gente”, agregó la intérprete.
Dirigirse directamente al pueblo no es nuevo. Lo hizo el estadounidense Franklin Delano Roosevelt en 1933 en sus “conversaciones en la chimenea” para informar cada varios meses sobre la economía o la guerra a través del medio puntero de la época, la radio.
Ahora es López Obrador quien cada mañana entra a uno de los salones más grandes del Palacio Nacional, saluda, se sube a la tarima y empieza a hablar sin sentarse, sin tomar siquiera un sorbo de agua.
Luego todo puede pasar: explicar medidas, atender peticiones, anunciar la rifa de un avión, leer poesía, agitar su pañuelo blanco “limpio de corrupción”, mostrar estampitas de santos para protegerse del coronavirus o exhibir una cámara espía que alguien dejó de regalo en uno de los salones.
“Las noticias están muy filtradas por los medios así que no hay nada como ver directamente lo que hace”, dijo Gustavo Silva, un chofer desempleado que desayuna a diario con su hermano y el presidente de fondo.
Milenio, un diario crítico del gobierno, indicó en noviembre que su audiencia se había triplicado con respecto a 2019 con casi 800,000 reproducciones diarias en promedio en su cuenta oficial de Facebook. Si a eso se suman más de dos millones de suscriptores en Youtube y los de Spotify y otras redes y portales, fácilmente pueden superarse los tres millones, más espectadores que los de algunas de las telenovelas más vistas. El Ejecutivo estima que podrían estar cerca de las 10 millones de personas, aunque este dato es imposible de confirmar