El “León” es finalista
Olimpia no sufrió ante potagua (3-1 global) y ahora va por el “ponstruo”
Atadas las manos, vendados los ojos, cortada el alma, el Ciclón no se presentó al Nacional y la operación remontada quedó reducida a cenizas por culpa de un Olimpia que invitó a comer a su mesa a un equipo hambriento de gloria, un equipo al que no se le podía escapar por ningún motivo la ventaja de tres goles conseguida el miércoles...
Fue 0 a 0 pero claramente el León fue el único que quiso jugar, que pretendió ganar. Se sintió víctima y así le gusta entrar. Afiló el cuchillo y desgarró la camiseta azul, esta vez una terrible manta que llenó de vergüenza la era Diego Vazquez, la Barbie que bebió el antídoto que le trajo Rafael Villeda desde hace dos torneos: Pedro Troglio (seis ganes y dos derrotas en este duelo de argentinos, que ya cuenta para el de Mendoza con dos eliminaciones dolorosas incluidas).
Un partido perfecto...
Al Albo poco le importó el 3 a 1 del miércoles. Parece que ni siquiera se acordó de haber jugado ese partido porque en la cancha minimizó al rival.
Las intenciones se tradujeron en una propuesta llena de vértigo del lado olimpista, que repetía fórmula con José Mario Pinto desbordando las veces que quería a la zaga azul y con Eddie Hernández avisando de zurda al minuto 7...
Javier Portillo asustó nuevamente a Joni Rougier con un zurdazo violento y Motagua se sentía sobrepasado en todas las líneas, estaba por estar. Ni Rubilio ni Moreira eran los morteros que Diego hubiera querido hacer explotar en el área merengue.
Desorientado, sin brújula, el Ciclón se abría de par en par y Wesly Decas (lo mejor de un año para el olvido para el Mimado) le entregaba un regalito a Deybi Flores que finalmente Eddie Hernández no supo cristalizar. Olimpia era tan superior que seguramente en el desarrollo del juego no se imaginaba que tantas ocasiones de gol le iban a quedar a sus delanteros.
Ni el portazo que pegó la Barbie en el complemento tuvo efecto alguno. Wilmer Crisanto quiso ser el que alguna vez metía miedo por la banda derecha pero el Rulo metió a Josman Figueroa para poner de nuevo parejas las cosas. No había caso. Klusener y Méndez eran dos
peones más de la mediocridad, hasta que Olimpia entendió que ya no tenía oposición, que Motagua ni siquiera iba a hacerle un gol y que definitivamente debía pensar en Marathón, el rival de la final.
Al 90 (¡Sí, al 90!) Rubilio Castillo se despidió del campeonato rebanando un balón que se fue al tiro de esquina, antes de encarar a un aficionado olimpista cuando se iba a las duchas por la roja que le sacó Melvin Matamoros.
Y así como llegó a la cancha, así se fue Olimpia. Casi sin despeinarse. Pulcro, intenso cuando tuvo la pelota y con Leverón y Paz impasables por arriba. ¿Se viene la 31?...