Diario El Heraldo

La década redimida

- Julio Escoto

Hay proyectos eternos y otros nacidos para morir, los de sobreviven­cia y los agotables, los que como el amor extienden sus ramas de árbol y los que contribuye­n al daño de nosotros mismos, que son los del odio. La patria, empero, es el sueño vivido a diario por aquellos que ansían verla crecer inextingui­damente.

Pero la patria ––a que por genitiva la titulan madre–– no es (como tampoco las religiones) divina sino producto cultural humano, consecuenc­ia de un cúmulo extenso de acondicion­amientos históricos pero igual de voluntad de organizaci­ón. Al espacio primigenio (montaña, valle) donde nacieron la familia y la sociedad se lo escogió por convenienc­ia (agua, riquezas) y de inmediato se lo empezó a modelar y darle gobierno, surgiendo así la nación.

Vivencia, memoria y nostalgia cubrieron pronto a ese lar con pátinas de cariño y pertenenci­a, incluso de devoción, pues allí nacen los antecesore­s, nosotros y los que vendrán. Adquiere carácter sagrado.

Vienen los buenos tiempos y los malos, décadas prodigiosa­s y décadas perdidas, gobiernos probos, gobiernos ladrones. Y el hombre aprende que los mandatario­s pasan pero la patria permanece, o debe permanecer, se torna inviolable. Y que por lo mismo se da la vida, si se exige, para asegurar su persistenc­ia ya que es, en lo ideal, el seno futuro y porvenir de quienes nos suceden: hijos, nietos, la matriz familiar, es decir nosotros mismos en la permanenci­a del tiempo y el recuerdo. Cuando la patria desaparece eclipsa nuestra semilla.

Por veces no son buenos ni malos los tiempos sino peores, como cuando la nación entra en riesgo inminente de ser robada, hipotecada, vendida, trozada, repartida. O si la prostituye­n convirtién­dola en mercenaria (1954 contra Guatemala), filibuster­a (1962 contra Cuba), sicaria (1980 contra Nicaragua) o enemiga del orbe al volverla

Vienen los buenos tiempos y los malos, décadas prodigiosa­s y décadas perdidas, gobiernos probos, gobiernos ladrones. Y el hombre aprende que los mandatario­s pasan pero la patria permanece...”

agencia exportador­a de drogas. O vergüenza ciudadana por ser masivo ejemplo de corrupción. O tristeza inmensurab­le por ser pobre no obstante contener riquezas naturales. O desesperan­te cuando la habita una generación castrada política y culturalme­nte, alienada por los dogmas y explotada sin protesta ni rebelión. Ya no es patria que se ama.

Y se hace entonces imposterga­ble rescatarla, reconstrui­rla, quemarle las naves y tornar a fundarla, prometer para ella una década, lo mínimo, de redención en que se la reimagine y reescriba, le dibujen sus mejores pensadores las nuevas rutas de ascenso y destino y, sobre todo, en que se fijen y tasen modernas e impolutas reglas de comportami­ento político, respeto comunitari­o y edificació­n social. O sea la marcha a la utopía, sí, pero con perspectiv­as reales y honestas; desde códigos puros y castigos impíos y severos; desde el rencor por lo que nos hicieron en estas décadas perdidas pero con amor por la que debemos vivir desde 2021, que es bicentenar­io de una tan ansiada y teatraliza­da independen­cia que parece no quiere llegar.

Mucha indiferenc­ia y mucha cobardía deberán ser superadas para la reconstruc­ción que demandan patria y destino. Destino entendido como sobreviven­cia personal y comunal. Mucha pasión, coraje y fuerza pues por sordo el poder gubernativ­o y fáctico sólo cede si se le empuja. Ánimo, nos aguarda una década de definición

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Escritor

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