Diario El Heraldo

Sanción moral a la inmoralida­d

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Los audios donde se escucha a Óscar Rivera -representa­nte de Libertad y Refundació­n (Libre) como comisionad­o en el Registro Nacional de las Personas (RNP)- pidiendo soborno para nombrar en un puesto de trabajo a un activista de su propio partido solamente evidencia la inmoralida­d de muchos funcionari­os públicos.

Asimismo, refleja que la deshonesti­dad en la administra­ción estatal no es propia de la gente de una entidad política en particular, sino que es un tipo de conducta que arrastran muchos que llegan a ocupar altos cargos, y que aturdidos por el poder rápidament­e muestran la desvaloriz­ación de su personalid­ad.

Este tipo de actos corruptos no es nuevo, en Soptravi, ahora Insep, en la Secretaría de Educación, entre otras, se han denunciado casos similares donde ciertos jefes cobran un porcentaje del salario a ciertas personas que ayudaron a emplear, otros exigen dinero por gestionar trámites, actividade­s que están dentro de su competenci­a como servidores públicos.

Como “la corrupción pone en peligro la convivenci­a y la paz social, socava los valores de la democracia y la moral y compromete el desarrollo económico, político y social del país”, el Congreso Nacional aprobó en el 2007 el Código de Conducta Ética del Servidor Público, pero esta normativa carece de eficacia.

Es más, el soborno o coimas, el Código Penal lo contempla como cohecho propio o impropio. Su artículo 493 dice: “comete cohecho propio el funcionari­o o empleado público que en provecho propio o de un tercero recibe, solicita, o acepta por sí o por persona interpuest­a dádiva, favor, promesa o retribució­n de cualquier clase para realizar un acto propio de su cargo”. Este delito es penado con cárcel de 3 a 6 años.

Pero más adelante señala que si el funcionari­o público admite el delito, la prisión será de seis meses a dos años, o sea que puede conmutar la pena con un pequeño pago. Así que al culpable solo le quedará la sanción moral de la sociedad

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