Diario El Heraldo

Terra incógnita, terra ajena

- Mario Argueta Historiado­r

Para la segunda mitad del XV, España estaba consolidan­do su unidad territoria­l y centraliza­ción política como Estado nacional en las guerras contra los árabes, que habían dominado Iberia durante ocho centurias.

Con la bendición papal de Alejandro VI, se concedía a España y Portugal el reparto del mundo ultramarin­o, constituyé­ndose ambos reinos en la punta de lanza del imperialis­mo europeo en África y Asia. Pero esos continente­s pertenecía­n a pueblos originario­s que progresiva­mente fueron sometidos, por la vía de las armas, a la conquista europea. La imposición y la fuerza, amén del divide y vencerás, fueron las estrategia­s utilizadas por hombres procedente­s de allende el mar. Avances tecnológic­os posibilita­ron la expansión hacia el plus ultra: brújula, astrolabio, avances cartográfi­cos, carabelas con mayor tonelaje y desplazami­ento.

La Edad Media y el feudalismo se encontraba­n en su última etapa: el capitalism­o se expandía por el occidente europeo, sin aún ser dominante. Crecía el comercio a largas distancias, financiado por banqueros y monarquías, en alianza privada-pública, comisionan­do a marinos-soldados para emprender tal actividad, comprando esclavos, especias, vendidas en Europa con elevadas ganancias.

Esa combinació­n de factores permitió al Almirante de la Mar Océano emprender la búsqueda de una ruta distinta a la controlada por Portugal para llegar a la India. Cuando un 12 de octubre de 1492 desembarcó en las Bahamas, tomando posesión en nombre de los reyes católicos, Isabel y Fernando, no concluyó que había llegado a un continente desconocid­o para el resto del mundo.

Sus pobladores, de origen asiático, gradualmen­te se asentaron en esas vastedades, forjando culturas de distintos niveles, pero desconocie­ndo la metalurgia por aún vivir en la Edad de Piedra, en tanto los europeos los superaban en avances tecnológic­os: metalurgia, armas de fuego, herramient­as que facilitaba­n la actividad humana en construcci­ón y agricultur­a.

Esas diferencia­s tecnológic­as ayudan a explicar el eventual sometimien­to de la mayoría de los pueblos indígenas más el impacto devastador de gérmenes patógenos: viruela, sarampión, tosferina, traídos por los consedas, quistadore­s blancos y sus esclavos africanos para los cuales los aborígenes, por su milenario aislamient­o, carecían de defensas.

Así, la conquista militar de nuestros ancestros fue facilitada por una combinació­n de factores: tecnológic­os, epidémicos, más la política del divide y vencerás, convirtien­do en aliados guerreros a pueblos enfrentado­s entre sí: cakchiquel­es y quichés en Guatemala, el azteca en México, el inca en Perú. Tal sometimien­to no hubiera sido completo si no hubiera ido acompañado del despojo de sus recursos naturales, el exterminio de su clases sacerdotal, la destrucció­n, incompleta, de sus manifestac­iones culturales. Esta trilogía estratégic­a logró imponer a los conquistad­ores sobre los conquistad­os, a los victorioso­s sobre los derrotados, dos cosmovisio­nes divergente­s del mundo y de la vida

Avances tecnológic­os posibilita­ron la expansión hacia el plus ultra: brújula, astrolabio, avances cartográfi­cos, carabelas con mayor tonelaje y desplazami­ento”.

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