Terra incógnita, terra ajena
Para la segunda mitad del XV, España estaba consolidando su unidad territorial y centralización política como Estado nacional en las guerras contra los árabes, que habían dominado Iberia durante ocho centurias.
Con la bendición papal de Alejandro VI, se concedía a España y Portugal el reparto del mundo ultramarino, constituyéndose ambos reinos en la punta de lanza del imperialismo europeo en África y Asia. Pero esos continentes pertenecían a pueblos originarios que progresivamente fueron sometidos, por la vía de las armas, a la conquista europea. La imposición y la fuerza, amén del divide y vencerás, fueron las estrategias utilizadas por hombres procedentes de allende el mar. Avances tecnológicos posibilitaron la expansión hacia el plus ultra: brújula, astrolabio, avances cartográficos, carabelas con mayor tonelaje y desplazamiento.
La Edad Media y el feudalismo se encontraban en su última etapa: el capitalismo se expandía por el occidente europeo, sin aún ser dominante. Crecía el comercio a largas distancias, financiado por banqueros y monarquías, en alianza privada-pública, comisionando a marinos-soldados para emprender tal actividad, comprando esclavos, especias, vendidas en Europa con elevadas ganancias.
Esa combinación de factores permitió al Almirante de la Mar Océano emprender la búsqueda de una ruta distinta a la controlada por Portugal para llegar a la India. Cuando un 12 de octubre de 1492 desembarcó en las Bahamas, tomando posesión en nombre de los reyes católicos, Isabel y Fernando, no concluyó que había llegado a un continente desconocido para el resto del mundo.
Sus pobladores, de origen asiático, gradualmente se asentaron en esas vastedades, forjando culturas de distintos niveles, pero desconociendo la metalurgia por aún vivir en la Edad de Piedra, en tanto los europeos los superaban en avances tecnológicos: metalurgia, armas de fuego, herramientas que facilitaban la actividad humana en construcción y agricultura.
Esas diferencias tecnológicas ayudan a explicar el eventual sometimiento de la mayoría de los pueblos indígenas más el impacto devastador de gérmenes patógenos: viruela, sarampión, tosferina, traídos por los consedas, quistadores blancos y sus esclavos africanos para los cuales los aborígenes, por su milenario aislamiento, carecían de defensas.
Así, la conquista militar de nuestros ancestros fue facilitada por una combinación de factores: tecnológicos, epidémicos, más la política del divide y vencerás, convirtiendo en aliados guerreros a pueblos enfrentados entre sí: cakchiqueles y quichés en Guatemala, el azteca en México, el inca en Perú. Tal sometimiento no hubiera sido completo si no hubiera ido acompañado del despojo de sus recursos naturales, el exterminio de su clases sacerdotal, la destrucción, incompleta, de sus manifestaciones culturales. Esta trilogía estratégica logró imponer a los conquistadores sobre los conquistados, a los victoriosos sobre los derrotados, dos cosmovisiones divergentes del mundo y de la vida
Avances tecnológicos posibilitaron la expansión hacia el plus ultra: brújula, astrolabio, avances cartográficos, carabelas con mayor tonelaje y desplazamiento”.