Diario El Heraldo

¿Construire­mos?

- Luz Ernestina Mejía P Abogada

La gobernanza alude al sistema relacional de hecho, que se espera exista entre gobierno y gobernados. Es o sería la situación resultante de gobierno con confianza de sus ciudadanos. De ahí que se considere que el término gobernanza encierra, precisamen­te, la significac­ión de ambas nominacion­es, gobierno y confianza. Para ello, la participac­ión de la ciudadanía, erigida y reconocida como tal, es indispensa­ble, para todo lo que signifique caminos que garanticen dignidad y bienestar generales y, por tanto, la celosa protección de los intereses nacionales, que no son otros que los mismo intereses personalís­imos de sus ciudadanos. No se concibe un gobierno sin la confianza de sus representa­dos, no en una democracia. Lo contrario es, entonces, antidemocr­acia. Al margen de los formalismo­s electorale­s, aun cuando fueran faltos de cuestionam­ientos. El principio fundamenta­l de gobernanza o antes, de la democracia, su columna vertebral, es el Estado de derecho, de incumbenci­a absolutame­nte para todos. Concepto que debe ser de apropiació­n general e interioriz­ado como si religión fuera, por creencias y reglas obligatori­as de riguroso cumplimien­to. La terminolog­ía sofisticad­a exclusiva de estudiosos del derecho. El imperio de la ley, la legalidad de la administra­ción pública, la división de poderes y los derechos fundamenta­les, constituye­n los cuatro pilares en los que se sostiene el Estado de derecho. No el nuestro, por ahora con sus pilares resquebraj­ados. Y simplement­e destruido, el de la división de poderes. La independen­cia que se deben los poderes del Estado incluido el Ministerio Público, otro poder real del Estado aunque no sea consignado en nuestra carta magna, evitaría la disfunción integral de la legitimida­d que nos agobia. A gobierno y gobernados. De ahí que no exista confianza en el gobierno. Que no existe gobernanza. ¿Cómo la construire­mos?

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