¿Construiremos?
La gobernanza alude al sistema relacional de hecho, que se espera exista entre gobierno y gobernados. Es o sería la situación resultante de gobierno con confianza de sus ciudadanos. De ahí que se considere que el término gobernanza encierra, precisamente, la significación de ambas nominaciones, gobierno y confianza. Para ello, la participación de la ciudadanía, erigida y reconocida como tal, es indispensable, para todo lo que signifique caminos que garanticen dignidad y bienestar generales y, por tanto, la celosa protección de los intereses nacionales, que no son otros que los mismo intereses personalísimos de sus ciudadanos. No se concibe un gobierno sin la confianza de sus representados, no en una democracia. Lo contrario es, entonces, antidemocracia. Al margen de los formalismos electorales, aun cuando fueran faltos de cuestionamientos. El principio fundamental de gobernanza o antes, de la democracia, su columna vertebral, es el Estado de derecho, de incumbencia absolutamente para todos. Concepto que debe ser de apropiación general e interiorizado como si religión fuera, por creencias y reglas obligatorias de riguroso cumplimiento. La terminología sofisticada exclusiva de estudiosos del derecho. El imperio de la ley, la legalidad de la administración pública, la división de poderes y los derechos fundamentales, constituyen los cuatro pilares en los que se sostiene el Estado de derecho. No el nuestro, por ahora con sus pilares resquebrajados. Y simplemente destruido, el de la división de poderes. La independencia que se deben los poderes del Estado incluido el Ministerio Público, otro poder real del Estado aunque no sea consignado en nuestra carta magna, evitaría la disfunción integral de la legitimidad que nos agobia. A gobierno y gobernados. De ahí que no exista confianza en el gobierno. Que no existe gobernanza. ¿Cómo la construiremos?