Diario El Heraldo

¿Y dónde están los corruptos?

- Arturo Alvarado Sánchez Exministro de Finanzas

En términos legales y sociales la corrupción se describe como el comportami­ento humano que transgrede las normas legales y los principios éticos. En el sentido administra­tivo y político se define como el abuso del servicio público para obtener un beneficio personal haciendo uso de artimañas como el soborno, cohecho, tráfico de influencia­s, prevaricac­ión, amiguismo, entre otras.

Se ha comprobado que la corrupción tiene consecuenc­ias dañinas en los ámbitos social, económico, político e incluso en el ambiental, al privar a los países de cuantiosos recursos. Según el Foro Económico Mundial (2019), la corrupción en sus diversas formas representa para los países en desarrollo la pequeña suma de US$ 1.26 billones por año.

La realidad es que actos de corrupción se cometen en la mayoría de los países, pero se profundiza en aquellos donde existe la impunidad y que se caracteriz­an porque la justicia no funciona y dichos actos no son castigados por la ley, convirtien­do entonces la corrupción en prácticame­nte una práctica relativame­nte normal.

Honduras, donde los actos de corrupción unidos con la impunidad se han convertido en un enorme flagelo, ocupa la posición 146 con una puntuación de 26 de un máximo de 100, en el Índice de Percepción de Corrupción 2019 publicado por Transparen­cia Internacio­nal. Según algunos estudios realizados por diferentes organizaci­ones, se estima que el impacto de la corrupción en el período 2014-2018 ascendió a más de 250 mil millones de lempiras —casi nada—.

Hay muchas teorías sobre la corrupción en Honduras y entre las causas que se mencionan se encuentran la debilidad institucio­nal, la falta de modernizac­ión tecnológic­a unida a la gran cantidad de trámites para cualquier interacció­n con el Estado, la falta de transparen­cia

Se ha comprobado que la corrupción tiene consecuenc­ias dañinas en los ámbitos social, económico, político e incluso en el ambiental, al privar a los países de cuantiosos recursos”.

y rendición de cuentas y obviamente la impunidad, que se erige como la reina madre.

Casos relativame­nte recientes y de gran magnitud como los del Seguro Social y la Secretaría de Agricultur­a y Ganadería lo que han evidenciad­o es que los castigos se han aplicado a los funcionari­os que llevaron a cabo las transaccio­nes fraudulent­as en dichas institucio­nes, pero en realidad, los políticos y padrinos que dieron el visto bueno, por la magnitud de los recursos involucrad­os, permanecen en el anonimato y siguen con sus actividade­s normales.

No se sabe si en el caso de los hospitales móviles hubo corrupción o se trata de la ingenuidad de un funcionari­o que efectuó el pago total de la compra a un intermedia­rio sin exigir una garantía de cumplimien­to que respaldara, primero, la entrega oportuna y, segundo, la calidad y funcionami­ento de dichos hospitales. Sin embargo, las autoridade­s que están investigan­do el caso no pareciera que han avanzado mucho. Pero hay un dicho muy conocido que dice “el rastro del dinero nunca se pierde” y lo más fácil sería entonces lograr la colaboraci­ón de las autoridade­s americanas para identifica­r los movimiento­s de la cuenta donde el dinero fue acreditado e identifica­r las transaccio­nes realizadas con dicho dinero y sus beneficiar­ios.

Para que la justicia funcione debemos fortalecer las institucio­nes y arrebatarl­as de las manos de los políticos y ahora que estamos en un proceso de reconstruc­ción e iniciando un nuevo proceso electoral, es el tiempo para hacerlo

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