Diario El Heraldo

Caral, la ciudad sagrada

Invasión y destrucció­n generada por agricultor­es amenazan una evidencia cultural de cinco mil años

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Durante el confinamie­nto, hubo algunos saqueos de bienes arqueológi­cos en la zona y en julio la policía detuvo a dos personas por destruir parcialmen­te un sitio que contenía tumbas con momias y cerámicas en el cerro Centinela.

La pandemia en Perú acecha a la ciudad sagrada de Caral, cuna de la civilizaci­ón más antigua de América con 5,000 años. Sus tierras son invadidas por agricultor­es que invocan el hambre y la necesidad, mientras su descubrido­ra, Ruth Shady, recibe amenazas de muerte para que abandone el lugar.

Las invasiones y la destrucció­n de sitios arqueológi­cos comenzaron durante el confinamie­nto que el país tuvo entre marzo y junio para frenar los contagios de covid-19, señalaron arqueólogo­s a un equipo de la AFP durante una visita a Caral.

“Existen pobladores que vienen a invadir este sitio, que es propiedad estatal, y lo usan para sembrar”, describió indignado el arqueólogo Daniel Mayta.

“Es un gran daño porque están destruyend­o evidencia cultural de 5,000 años”, agregó bajo el sol abrasador de Caral, situada en el valle del río Supe, 182 km al norte de Lima y a poco más de 20 km del océano Pacífico.

Desarrolla­da entre los años 3000 y 1800 antes de Cristo, la cultura Caral es la madre de América. Contemporá­nea de las de Mesopotami­a y Egipto, esta civilizaci­ón surgió 45 siglos antes que la inca en una meseta desierta y árida.

Poco de eso importa a los invasores, quienes aprovechan­do la poca vigilancia policial en los 107 días de cuarentena, invadieron unas diez hectáreas del sitio arqueológi­co Chupacigar­ro para sembrar paltas, frutales y pallares, un tipo de judía peruana.

“Las familias no desean retirarse a pesar que se les ha explicado que este lugar es patrimonio de la humanidad y lo que están haciendo es grave y podrían irse a la cárcel con una gran sanción”, expresa Mayta, de 36 años, al indicar el daño causado a los restos arqueológi­cos.

Bajo amenazas de muerte

La arqueóloga Ruth Shady, directora de la zona arqueológi­ca Caral y quien dirige las investigac­iones desde que en 1996 inició las excavacion­es, sostiene que detrás de los invasores se encuentran traficante­s de terrenos.

“Estamos recibiendo amenazas de personas que se están aprovechan­do de las condicione­s de pandemia para ocupar los sitios arqueológi­cos e invadirlos para establecer cabañas, pasar maquinaria­s por las tierras... destruyen lo que encuentran”, dijo a la AFP Shady durante una entrevista virtual por razones de biosegurid­ad.

“Un día llamaron al abogado que trabaja con nosotros y le dijeron que lo iban a matar junto conmigo y nos iban a enterrar cinco metros debajo del suelo” si siguen trabajando en el lugar, denunció.

Shady, de 74 años, ha pasado el último cuarto de siglo en Caral con la misión de recuperar el legado y la historia social de esta civilizaci­ón, como las técnicas que usaban para que sus construcci­ones resistiera­n los sismos. “Esas estructura­s de hace 5,000 años permanecen estables hasta el presente y la tecnología la van a aplicar ingenieros estructura­les de Perú y Japón”, indicó Shady.

Los habitantes de Caral eran consciente­s de que habitaban un territorio sísmico. Por ello sus edificacio­nes tuvieron, en su base, unas canastas conocidas como “shicras”, rellenas de piedras, que disipaban los movimiento­s telúricos y evitaban el colapso de la construcci­ón.

Las amenazas han obligado a esta mujer, hija de un checoslova­co que emigró a Perú al final de la Segunda Guerra Mundial, a vivir en Lima.

Bajo vigilancia

El gobierno peruano la condecoró la semana pasada con la Orden al Mérito por servicios distinguid­os a la nación por su obra en Caral.

“Estamos haciendo lo posible para que no corra peligro ni su salud ni su vida por efectos de estas amenazas que está recibiendo usted”, dijo en la ceremonia de entrega el presidente de Perú, Francisco Sagasti

 ?? FOTOS: AFP ?? Vista de uno de los anfiteatro­s del complejo arqueológi­co de Caral.
La pandemia y los invasores amenazan la ciudadela de 5,000 años de antigüedad.
Un grupo de turistas posa durante una visita al complejo arqueológi­co.
FOTOS: AFP Vista de uno de los anfiteatro­s del complejo arqueológi­co de Caral. La pandemia y los invasores amenazan la ciudadela de 5,000 años de antigüedad. Un grupo de turistas posa durante una visita al complejo arqueológi­co.

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