La urgente contramedida al proselitismo
Tuve que leerlo dos veces: casi cuarenta mil precandidatos para diferentes cargos inscribió el Consejo Nacional Electoral (CNE), solo para las elecciones primarias del 14 de marzo; varios aspirando de verdad a un puesto público; otros se inscribieron apremiados por sus partidos; y muchos haciéndole un favor al amigo, porque... bueno, hay que llenar planillas.
Como sea, cualquiera de estos miles de hondureños tiene la esperanza —grande o pequeña— de quedarse con el puesto para el que se inscribió; entonces, revisa sus posibilidades, y usa lo posible para hacerse notar, que lo conozcan, lo voten: mensajes de Whatsapp, redes sociales.
El problema está en la campaña política tradicional, en este tiempo implacable, que cambió las tradiciones. Y es que muchos de los precandidatos son los tradicionales, los mismos de siempre, que quieren hacer las cosas como siempre, como si no pasara nada.
Cada fin de semana, y ahora casi todos los días, los tres partidos políticos que participan en las primarias, convocan a sus concentraciones públicas —aunque no tan masivas como antes— donde las medidas de bioseguridad son difíciles de seguir y la amenaza del coronavirus se agiganta.
Como lo demuestran las cifras de los hospitales y de los centros de triaje, las fiestas navideñas y la apertura de la economía por los destrozos de los huracanes permitieron la salida de las personas —muchas con absoluto descuido— y los enfermos por covid-19 aumentaron súbitamente.
Liberales, nacionalistas y libres se reúnen en plazas públicas y en centros cerrados para aupar a sus candidatos en pueblos y ciudades; se ven muchos con mascarillas —tal vez en buenas condiciones y bien puestas— y guardan alguna distancia, pero el fragor
El fragor de la música y la euforia política hacen olvidar las medidas y desbordan los saludos, los abrazos, las felicitaciones y el virus”.
de la música y la euforia política hacen olvidar las medidas y desbordan los saludos, los abrazos, las felicitaciones y el virus.
De toda la vida, en las campañas políticas emerge una premisa: que el candidato que no visita las comunidades no merece el voto, en el barrio dirán, “aquí es misa de cuerpo presente”; eso obliga a los aspirantes a organizar concentraciones, aglomeraciones, apretones, fotos; tan peligroso en tiempos pandémicos.
Los médicos, que se matan en los hospitales atendiendo a los contagiados se ponen ceñudos, las enfermeras se horrorizan, los auxiliares sanitarios se preocupan, y adivinan que en cuatro o cinco días tendrán a otra gran cantidad de pacientes repletando las salas; por eso están de acuerdo en que las campañas políticas no pueden hacerse igual que antes.
Creen necesaria otra vuelta de tuerca a las restricciones de movilidad y reunión; una contramedida que fuerce a los políticos a ser creativos en la búsqueda del voto. Los médicos se espantan cuando imaginan el día de elecciones primarias, multitudes, descuidos; y faltan las generales de noviembre: 14 partidos, seis millones de posibles votantes en un día